Capítulo 2: "La vecina".

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No pude ver a mis amigas por culpa de mis bajas calificaciones: había sido castigada. Odiaba la escuela.

Luego de unos días súper aburridos encerrada en casa, volví a abrir mi Facebook. Deseaba con todas mis fuerzas que mi mejor amigo estuviese conectado. Quería preguntarle cómo había estado y si estaba pasándola bien. No quería preguntarle si había estado en fiestas, temía que hubiera besado a alguna chica.

Apenas ingresé a mi cuenta de Facebook, vi que tenía una solicitud de amistad. Hice clic en el ícono, para saber de quién se trataba.

Me llamó la atención su nombre: "Cassandra Haider". No era un apellido español ni italiano como la mayoría en Argentina ¿Sería alemán?

Investigué su perfil. No había amigos en común entre ella y yo. Tenía foto de perfil, ni nada. La razón me pedía a gritos que no la aceptara ¡Podía ser una cuenta falsa! Sin embargo, hice todo lo contrario: ahora figurábamos como amigas en Facebook.

Desafortunadamente, ninguno de mis amigos estaba en línea. Todos estaban durmiendo o de vacaciones. Dejé la portátil encendida, con Facebook abierto, por si alguien me hablaba. Mi teléfono móvil no tenía carga, y mis padres casi no me permitían utilizarlo, por eso dependía de la notebook para comunicarme con otras personas.

Me acosté en mi cama, debajo de varias frazadas. Hacían apenas dos grados arriba de cero, tiritaba de frío a pesar de que mi hogar contaba con calefacción central. Apoyé la cabeza en la almohada y me quedé mirando hacia el techo rosado de mi habitación ¡Qué aburrida me encontraba!

Permanecí allí, quieta y con la mente en blanco, hasta que me quedé dormida.


El sendero de cemento estaba bastante descuidado. Había una arboleda de hojas rojizas y amarillentas, y unos asientos de madera en muy mal estado. El sitio se hallaba deshabitado, lleno de suciedad y de escombros. No sabía qué hacía yo allí, pero algo dentro de mí me gritaba que corriera. Ese lugar era tenebroso.

Aceleré el paso. Minutos después, al notar que no avanzaba, aumenté la velocidad... pero seguía atrapada en aquel parque abandonado ¿Qué estaba ocurriendo?

De repente, tropecé con una roca, y caí al suelo, raspándome las rodillas y las palmas de las manos. No fui capaz de ponerme de pie, la pierna izquierda me dolía demasiado. Le eché un vistazo: estaba sangrando muy abundantemente ¿Me había clavado algún objeto punzante y no lo había notado?

Grité con todas mis fuerzas, hasta el punto que la garganta comenzó a arderme... pero nadie me oyó. Mi corazón latía con violencia. Miré hacia todos lados ¿Por qué no había nadie allí para ayudarme?

Me senté. Contemplé mi herida ¡Cada vez brotaba más fluido color escarlata de mi herida! Intenté detener la hemorragia, pero no fui capaz de hacerlo.

Me eché a llorar del miedo ¿Por qué una caída tan simple me había ocasionado una perforación tan grave en la pierna? Me ardía, y no sabía qué hacer para detener el sangrado.

Justo cuando estaba a punto de desmayarme, una muchacha apareció en el camino. Corrió hasta mí, preguntando:

—¡Dios mío! ¿Qué te ha pasado? —su tono parecía extranjero ¿Provenía de Alemania?

Se acercó, y comenzó a tocarme la pierna, para examinarla. Le dio unos leves golpecitos, y después, se detuvo la hemorragia.

—¿Qué...? —no podía hablar a causa de la sorpresa. Tampoco era capaz de moverme.

Ella me dedicó una sonrisa pícara.

Con un movimiento esbelto, pronto subió con su mano derecha por mi cadera, rasguñándome la piel. Sentí escalofríos: estaba helada. Continuó por el abdomen, hasta llegar a mi pecho.

Medealis [COMPLETA].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora