Capítulo 40: "Supervivencia".

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En la Tierra.


Carmen Deluglio estuvo todo el día con un ataque de nervios tan fuerte, que el médico tuvo que recetarle calmantes. Estuvo acostada en la cama durante diez horas debido a su enorme conmoción. Albina fue a hacerle compañía, pero ella hacía de cuenta que estaba sola.

La magia existía.

Un grupo de brujos se había llevado a Carla a un mundo mágico.

¿Acaso estaba volviéndose loca?

—Mamá —Albina le tocó el brazo cariñosamente—. Papá me contó que sabés toda la verdad... por favor ¡No tengas miedo! ¡Carla estuvo aprendiendo a usar una varita mágica!

¡Hasta su pequeña hija estaba al tanto de la magia, y ella no lo había sabido hasta ese día! ¿Por qué todos lo tomaban como si fuera algo natural? ¡No era normal que un grupo de brujos hubieran secuestrado a Carla! ¿Y si la estaban torturando? ¿Y si hacían rituales satánicos?

Sentía que estaba a punto de desfallecer, y lo peor era la impotencia que la embriagaba: no era capaz de salvar a su hija porque no tenía cómo viajar hasta el mundo mágico. La hechicera amiga de su esposo se había negado decena de veces a teletransportarlos.

—No pondré sus vidas en riesgo inútilmente. El destino de Carla ha sido escrito hace decenas de años y sólo ella misma podrá salvarse de su brujo.

Su pequeña niña se hallaba rodeada de criaturas extrañas y asesinas ¡No podía soportarlo!

—Mamá —insistió Albina—, la noche que vos nos retaste porque Carla y yo estábamos dialogando a la madrugada ¡Ella me mostró lo que podía hacer con la varita! Mi hermana es genial, supo cómo cambiar de colores diferentes cosas...

Carmen sintió aún más culpa. Había juzgado tan mal a su hija... La había regañado sin saberlo cuando utilizaba magia, por haberse enamorado de una chica y por no haber aprobado en el colegio...

La esposa de Arturo abrazó a Albina, sin dejar de sollozar ¿Cómo una niñita era capaz de ser emocionalmente más fuerte que ella?

—Todo... estará bien —balbuceó la señora Deluglio, acariciando el cabello de la menor de las Krstch—. Todo... estará bien...

En ese momento, escucharon gritos. Parecían provenir de la casa de enfrente. Carmen sintió una punzada de dolor en su pecho ¿Qué les estaba sucediendo a los Haider? A pesar de su conmoción, decidió levantarse de la cama. Si ellos estaban teniendo problemas, no dudaría en llamar a la policía.

—Quedate acá —le ordenó a Albina—, iré a ver qué está pasando.

Se dirigió al living tan rápido como pudo, aunque se sintió mareada por el esfuerzo: era evidente que aún necesitaba reposo. Cuando llegó al mismo, su esposo estaba espiando por la ventana y acababa de cortar una comunicación por teléfono.

—Llamé a la policía —anunció—. Vendrán en un par de minutos. No debemos movernos de aquí.

Carmen se colocó al lado de su esposo, y miró hacia el exterior: pudo ver que la puerta de ingreso a la vivienda de los Haider se había convertido en cenizas, y que había un movimiento extraño en su interior.

Gritos de dolor empezaron a oírse con más frecuencia. Tragó saliva, y se le erizó el vello de la nuca. No pudo evitar estremecerse, y se abrazó a sí misma. Aún no era capaz de refugiarse en su marido, porque estaba increíblemente enojada con él por haberle mentido durante años... y en parte, sentía que era culpa de su marido lo que le había ocurrido a Carla ¡Debería haberla cuidado mejor!

Medealis [COMPLETA].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora