Capítulo #30

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Valentina

Hoy es una hermosa tarde de sol, pero no salí ni un momento ya que estoy en el estudio hace algunas horas haciendo unos trabajos prácticos que me pidieron para matemática y literatura. De repente, el sonido de una llamada me distrae, por lo que desbloqueo el celular y observo que es Luz.

-Hola, amiga -saludo atendiéndola-. ¿Cómo estás?

-Hola, Valen. Todo bien, ¿vos?

-Bien, haciendo algo de tarea.

-Bueno, dejá eso un momento y escuchame -dice casi sin dejarme terminar la frase-. Tomás le pidió a Rosario que nos preguntara si podemos ir a la compe de hoy, porque él y Paulo necesitan hablar con nosotras.

-¿Por qué no lo pone por el grupo de WhatsApp? -pregunto levantando mi ceja.

-Porque parece que es por algo que Mauro no puede saber, así que tenemos que ir. Ro y yo vamos a ir después de danza.

Me quedo en silencio un momento recordando que la famosa compe sigue siendo en la plaza frente a mi ex academia. Unas repentinas ganas de llorar se avecinan a mis ojos, pero intento mantenerme firme.

-Genial, allá voy a estar.

-Perfecto, nos vemos.

Corto y me pongo de pie para ir a buscar algo de beber a la cocina. Una vez que tengo mi vaso con jugo, decido salir al patio para tomar un poco de aire y me siento en el banco de madera que tenemos debajo del sauce para mirar las redes sociales.

Mientras chusmeo algunas historias de Instagram, me aparece de repente una publicidad de un estudio de danza que abrió hace pocos meses en la ciudad. Velozmente busco su nombre por internet para ver en dónde queda, y observando que está a unas diez cuadras, sin pensarlo dos veces entro a casa para agarrar una mochila con lo necesario e ir hacia allá. Esta es mi gran oportunidad para volver a hacer lo que más amo en el mundo y para demostrarle a mis papás que no soy una rebelde indisciplinada como ellos dicen.

Después de caminar por unos quince minutos, llego a la dirección que previamente había averiguado y no puedo evitar mirar en detalle toda la edificación. En realidad se trata de una imponente casa antigua adaptada a estudio cuyo diseño da la impresión de ser un lugar bastante lujoso y por ende costoso.

-Bueno, acá estoy. Es el momento.

Sintiéndome algo nerviosa, pongo mi mano sobre el picaporte de bronce y empujo con fuerza la gran puerta de madera maciza. Una vez dentro, puedo ver la gran cantidad de salones que tiene esta academia y que en cada uno de ellos hay un grupo tomando clases de distintos estilos de baile entre sí: jazz, danzas urbanas, contemporáneo y más.

-Buenas tardes -dice una voz femenina rompiendo mis pensamientos-. ¿Puedo ayudarte en algo?

-Hola. Vengo a averiguar sobre las clases de ballet.

-Las mismas se dictan los martes y jueves de seis de la tarde a ocho de la noche, y tienen un precio de dos mil quinientos pesos mensuales. Si querés adicionarle los sábados saldría dos mil ochocientos.

La chica que me atiende se dirige a un pequeño escritorio para agarrar un folleto y entregármelo. La idea de inscribirme ahora mismo me tienta demasiado, pero primero debería consultarlo con mis papás ya que, me guste o no, son quienes lo pagarían. Miro el papel con detenimiento y luego a mi alrededor.

-Quien está a cargo de las clases es la profesora Marina Torres.

Al escuchar ese nombre, mi corazón da un vuelco y torpemente se me cae el panfleto de las manos.

-Disculpame, ¿dijiste Marina Torres? -repito para confirmar lo que acabo de oír.

-La misma. Es una profesora que por muchos años enseñó en esta ciudad, luego se mudó a Santa Fe y ahora está de vuelta.

Una enorme sensación de felicidad invade mi cara y lo materializa a través de una sonrisa de oreja a oreja, ya que Marina Torres fue mi primera profesora de danza clásica y a quien yo adoraba tanto por su forma de enseñar. Ella nos exigía, pero tenía su límite y nos trataba diez puntos.

''Ojalá mamá y papá me dejen venir acá.''

-Perfecto, lo consulto en casa y cualquier cosa me anoto. Gracias.

Ni bien salgo a la vereda, miro la hora en mi celular notando que dentro de poco van a empezar a competir los pibes, por lo que me pongo los auriculares para escuchar algo de música en el camino y apuro el paso hasta llegar finalmente a destino.

Aunque antes de cruzar a la plaza, me detengo un momento frente al ventanal del que solía ser mi estudio de danza y observo con detalle la clase de ballet. Desde acá se puede ver a Luz y Rosario con el resto de las chicas, que como me habían dicho antes eran pocas, y a Madame Bonnaire que curiosamente no fue despedida. Por lo visto sigue siendo igual de temperamental porque se ve claramente cómo está retando de forma excesiva a una alumna por apenas errarle a un paso.

Ruedo mis ojos agradeciendo haberme ido por mi cuenta y me encamino hacia la plaza en donde la compe ya está comenzada. Miro hacia todos lados para ver si está alguno de los chicos, pero hay tanta gente que me imposibilita ubicarlos, por lo que mi sitúo a un costado y ahí lo diviso a Mauro que está compitiendo contra otro. De la misma forma en que lo conocí, las palabras se disparan de su boca automáticamente sin pensar ni un segundo, y por momentos la velocidad a la que las dice es tanta que las venas de su cuello sobresalen notoriamente y sus cachetes se ponen rojos a más no poder.

-Tu novio es impresionante, ¿viste?

-Sí, es espectacular -respondo sin prestar mucha atención.

-Al fin lo admitió -acota una voz femenina entre risas.

Cuando caigo en lo que acabo de responder, sacudo mi cabeza y me doy vuelta para ver a quien me habla.

-Eran ustedes, boludos -les digo a Tomás, Paulo y mis amigas-. No vuelvan a hacerlo. ¿Y ustedes qué hacen acá? ¿Ya terminó la clase?

Tanto Rosario como Luz asienten ante mi pregunta y no puedo creer que haya estado viendo a Mauro por tanto tiempo sin darme cuenta.

-Bueno, ya que estamos acá todos les comento -empieza a hablar Tomás-. El viernes Mauro cumple diecinueve, pero más o menos hace unos tres años que no le gusta festejarlo. Como el grupo se agrandó, a Paulo y a mí se nos ocurrió caer de sorpresa en su casa a la noche con un regalo y algo para escabiar. Valentín no vendría porque no es amigo tan cercano, así que seríamos los de siempre.

-¿Diecinueve? ¿No habrás querido decir dieciocho? -interroga Rosario.

-Es que repitió cuarto año por todo el temita de su ex novia y a él no le gusta hablar de eso -responde Paulo sin mucho detalle-. Bueno, ¿qué les parece?

Entre las tres nos miramos y asentimos. Mientras las chicas conversan con ellos sobre qué comprar de regalo, yo me distraigo pensando en cuál será la razón por la que Mauro no le gusta celebrar su cumpleaños. Casualmente, coincide con la edad en la que él estaba con Martina, pero no estoy segura.

''Pobre Mauro, le arruinaron hasta su propio día.''

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Tarde pero seguro. Les dejo este capitulito y les aviso que voy a estar nuevamente menos activa por las razones que ya saben, pero voy a intentar seguir escribiendo en la medida que pueda. Los leo <3

Complementados | Lit KillahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora