Capítulo #7

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Mauro

Después de que pasaran varias semanas, la amistad que tenemos con Valentina y sus amigas fue mejorando bastante durante este tiempo. Empezamos a juntarnos casi todos los fines de semana o después de colegio y cada vez que queríamos hacer algo simplemente lo arreglábamos por el grupo de WhatsApp.

Finalmente mi día favorito de la semana llegó: el miércoles por medio cuando se hacen las batallas en la plaza. Media hora antes de ir los invito a Tomás y Paulo a casa, y mientras fumamos un faso nos quedamos flashando cosas del amor, como por ejemplo por qué Paulo no se le tira a Luz, por qué Tomás sigue tan solo teniendo a Rosario a sus pies y por qué yo no termino de una vez con Ana teniendo una relación tan tóxica.

—Che, boludo —me llama Tomás al tiempo que pega una pitada—. Me imagino que te diste cuenta que estar con Ana es casi lo mismo que estar con Martina, ¿no?

—Martina es cosa del pasado, Ana es mi presente.

—Y ojalá que Valentina sea tu futuro —dice Paulo guiñándome un ojo.

Agarro a tientas un almohadón y se lo tiro para que se calle. Entiendo que Ana y yo hicimos las cosas bastante mal, pero algo sigo sintiendo por ella aunque sea poco.

Una vez que se hizo la hora arrancamos para la plaza, y siendo cerca de las ocho de la noche veo que las de danza clásica ya comenzaron con una de sus clases semanales. Le digo a los chicos que se adelanten para quedarme unos minutos observando lo que hacen.

Me acerco al vidrio gigantesco que me separa de las bailarinas y busco rápidamente a Valentina. Al encontrarla me doy cuenta de que parece que estuviera perdida o algo perturbada, como si tuviera su cabeza en otro lado. Su cuerpo hace exactamente los movimientos que le marcan a ella y sus compañeras, con sus pies siempre en punta y realiza la rutina suavemente como si flotara. Luego de unos segundos me ve y sonríe al tiempo que saluda disimuladamente con la mano, haciéndome pensar que probablemente no quiere que noten que soy su distracción.

Pero desafortunadamente, en uno de los giros que hace, cae al suelo sin poder amortiguar el golpe. Apoyo mis manos en el vidrio en forma instintiva llamando la atención del resto de las chicas, y en el momento en que acaricia su tobillo para calmar el dolor es cuando la veo frágil y delicada con sobrepasadas ganas de ayudarla.

A los segundos se le acerca su instructora y, sin poder escuchar lo que le dice, parece que la estuviera retando a juzgar por su cara de pocos amigos y su dedo índice acusador. Valentina asiente sin decir una palabra mientras una lágrima cae por su cachete; ver eso me provoca querer romper esta ventana y putear en mil idiomas a la idiota de la profesora por hacerla sentir mal sin necesidad, pero por suerte veo que Rosario y Luz saltan a defender a Valen armándose un despelote.

—Hasta que llegaste, boludo —exclama Paulo mientras Tomás está en un 2 vs 2.

—Perdón, me distraje con otra cosa.

—O con alguien, ¿o no?

Lo miro a Paulo con fastidio y le golpeo el brazo para que deje de joder.

—No era necesario eso —dice acariciando su hombro.

Durante las veces que me tocó competir hoy, miré de vez en cuando entre la gente para saber si estaba Valentina con sus amigas como todos los miércoles que estamos acá, pero no pude ubicarla suponiendo que se volvió al toque después de tan terrible clase que tuvo.

Cuando decido regresar a mi casa, paso intencionalmente por la de ella y la llamo al celular.

—Hola, Mau —atiende sorbiendo su nariz.

—Hola, Val. Perdón que te jodo ahora que es medio tarde, pero quería saber si estás en tu casa.

Ahí observo que una luz en una pieza de la planta alta se prende dejándome ver la silueta de Valentina en las cortinas.

—Sí, ¿por?

—Mirá por la ventana.

Ella se asoma y apaga todo para después de unos segundos aparecer frente a mí con una campera un par de números más grandes que el de ella y abriéndome el enrejado para pasar a la entrada.

—¿Qué hacés acá? —pregunta susurrando—. Vení, vamos para el fondo antes de que te vean mis papás.

Valentina cierra la puerta de la reja y agarra mi mano llevándome de un tirón hasta el patio de su casa.

—¿Qué onda, tenés vergüenza de presentarme a tus viejos? —pregunto levantando una ceja al tiempo que nos sentamos en el pasto.

—No es eso —responde mirando impacientemente la ventana que creo que da a su cocina—. Es que después pensarían que sos mi ''algo'' y empiezan con eso de que tengo que conseguir novio. Además de que hoy las cosas andan medio tensas entre nosotros.

—¿Pasó algo?

Ni bien pregunto eso, Valentina mira para otro lado y comienza a lagrimear de a poco hasta llorar desconsoladamente. Como nunca sé cómo tengo que reaccionar en estas situaciones, le doy unas palmaditas en la espalda. Ella se seca las lágrimas para luego sonarse la nariz y contarme lo que le pasó.

—Aparte de lo que hoy viste en mi clase de ballet, hubo otra cosa que me hizo estallar —suspira y continúa—. Me entregaron la nota de un examen que no había podido estudiar mucho porque mi hermana estaba enferma y tuve que cuidarla. Obviamente no me fue bien y cuando le conté a mis papás se enojaron un poco conmigo, haciéndome sentir la más fracasada. Eso estuvo en mi cabeza abrumándome todo el día hasta que fui a baile y el reto de mi profesora por mi caída empeoró todo.

Me quedo callado respetando su silencio mientras ella vuelve a suspirar pero más profundamente que la vez anterior. Valentina mira un momento al cielo estrellado y cierra los ojos inhalando el aire de la noche hasta llenar sus pulmones para después exhalarlo.

—¿Sabés qué te falta, Valen? —interrogo y ella niega—. Vivir más la juventud. Estás muy encasillada en el colegio, ballet y tu familia. Tenés que salir un poco de ahí.

—Pero no sé cómo hacer eso, nunca hice nada fuera de mi estructura.

Me pongo de pie para luego ayudarla a levantarse del suelo húmedo.

—Entonces dejámelo a mí. Vení conmigo que yo te enseño —le digo extendiendo mi mano—. Salgamos de acá ya mismo.

—Pero estoy en pijama y con una campera vieja —exclama preocupada—. Y mis papás se van a enojar más conmigo si no les aviso.

—No importan ellos ahora. Les decís que tuviste que ir a lo de Rosario o Luz por una urgencia de corazón roto y listo —le propongo—. ¿Te animás y nos escapamos un ratito?

Valentina me mira con desconfianza por mi idea, pero asiente no muy segura. Toma mi mano y juntos nos vamos corriendo para algún lugar de la ciudad que nos despeje y nos saque de todo.

''Al fin te soltaste un poco, Valen. Te queda muy lindo ser libre.''

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Capítulo sin aviso jeh. Que lo disfruten muchoooo!!! Los leo.

Complementados | Lit KillahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora