Cap. 15

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Marinette llevaba exactamente cuatro días ignorando a su novio. No le cogía las llamadas y apenas salía de su casa más que para ir a la escuela con tal de no cruzárselo. 

Tenía miedo de no poder volver a mirarle a los ojos y más aún de ni siquiera conseguir tener una conversación con él. 

¡Dios Santo! ¡¿Pero cómo iba a hablar con él después de aquella bochornosa experiencia que ambos tuvieron en la intimidad?! ¡¿Qué iba a decirle?! ¡¿Cómo podría contarle la verdad?! o ¿acaso tenía que contársela?

Su vida estaba realmente patas arriba y no sabía cómo arreglarlo. 

Además, aún seguía peleada con Alya, aunque en realidad lo que más deseara fuera volver a estar como antes y que en aquellos instantes hubiera estado aconsejándola. No obstante, algo se había creado en ella desde su discusión con Adrien, un sentimiento que jamás antes había sentido con tanta fuerza como en aquellos momentos, el orgullo; el mismo sentimiento que la estaba obligando a ser así y, tenía que reconocerlo, no estaba para nada satisfecha de ello. 

Por lo menos Adrien se había marchado de París y le había dado una tregua. Quizás ese tiempo sin presiones por su parte para que le perdonara y escuchara estaba consiguiente que realmente sopesara dicha posibilidad y le diera una oportunidad, aunque claro está, si es que volvía. 

Por lo que se había enterado a través de revistas de cotilleos y noticias, al parecer, su padre, Gabriel Agreste, lo había enviado a la mismísima ciudad de Japón para realizar una formación intensiva de modelaje y así perfeccionar técnicas de cara al futuro. Asimismo, aquello le daría la oportunidad de practicar y estudiar el idioma de la ciudad, además de muchas otras ventajas.  En suma, se alojaría en la preciosa y espléndida mansión de los Tsurugi, pudiendo así conocer las más ancestrales costumbres japonesas de la mano de una de las más importantes, antiguas y legendarias familias de la ciudad. 

- ¿Entonces le darás una oportunidad cuando vuelva? - preguntó Tikki sacándola de sus pensamientos. 

- ¿A Adrien? - cuestionó la azabache cepillándose el pelo. - Supongo que sí; tal vez sea hora de volver a ser la Marinette bondadosa de antes. - accedió. 

No os engañéis, le había costado mucho tomar aquella decisión, pero tras largas horas de reflexión y habiéndolo considerado innumerables veces, había concluido en que aquello era lo mejor para ambos. El tiempo que Adrien llevaba fuera de París, claro está, también había sido un factor decisivo para que las aguas volvieran a su cauce. Cuando él estaba en París no hacía más que presionarla para que le perdonara y eso no hacía más que causar el efecto contrario. No obstante, sin tener que escucharlo suplicar cada día, había podido darse cuenta por sí misma de que en el fondo tenía razón; le debía una explicación y ella no le estaba permitiendo dársela. Además, tal y como la avisó Tikki en su día, lo estaba juzgando antes de escuchar lo que tuviera que decirle y eso no era lo correcto. 

- ¿Y a Alya? - le recordó la kwami. 

Marinette volvió a recordar de nuevo a su amiga, a la que le debía una buena disculpa. La aspirante a reportera había tratado de hablar con ellas mil veces, pero siempre la esquivaba. La llamaba mínimo dos veces al día, la seguía por el colegio, le enviaba más de 30 mensajes diarios... Había tratado de arreglar las cosas con la azabache de todas las maneras posibles, mas ninguna había surtido efecto porque ella se había negado en rotundo. 

- Realmente le debo una gran disculpa... - admitió sintiéndose culpable. - Tendría que haberla escuchado desde el principio en vez de enfadarme con ella...

- Es cierto, pero eso ya es pasado y no se puede cambiar. Lo único que puedes hacer ahora para enmendar esta situación es arreglar las cosas con ella cuanto antes. - le aconsejó la sabia kwami rojiza. 

𝑺𝒊 𝒍𝒐 𝒉𝒖𝒃𝒊𝒆𝒓𝒂 𝒔𝒂𝒃𝒊𝒅𝒐 {ℒℯ𝓂ℴ𝓃} - Marichat / Adrinette - PINK T.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora