Intenté tragarla y tosí cuando finalmente lo logré, medio asfixiada. Sharon apareció de pronto a mi lado y cuando reparé en ella, no pude evitar echar un rápido vistazo a la puerta del departamento. Estaba cerrada, sin rastro de Joseph.
— ¡Abby! ¿Estás bien? —me preguntó, pero la tos seca y rasposa que salía de mi garganta me impedía decir alguna palabra— Te daré un poco de agua, espera —corrió hacia la llave y tomó un vaso, llenándolo rápidamente con el líquido que salía del grifo.
Se acercó y tendió el vaso hacia mí, yo tomé el agua, esperando que aquel ardor en la garganta desapareciera y que con ello la tos se fuera también.
— ¿Mejor? —inquirió.
— Sí —dejé el vaso—, gracias.
— Eso te pasa por atragantarte, bestia*—bromeó.
Reí ante el apodo, porque escucharla decirlo me regresó de súbito a la adolescencia.
— Bueno, eso me pasa porque me hiciste venir desde el otro continente sin comer —refuté.
Sharon se sentó a mi lado y me arrebató la galleta para terminar de comerla.
— ¡Oye!
— Hay pizza en el refrigerador, esta galleta quiso asesinarte —dijo.
— No vine hasta Italia para comer pizza congelada. Y la verdad es que tengo más sueño que hambre, así que mañana me llevas a desayunar —le lancé una sonrisa grande—. Por cierto, Sharon... —vacilé y me dediqué a juguetear con los dedos de mi mano— Joseph es... ¿tu novio?
Sus ojos cafés brillaron y todo el rostro se le iluminó.
— Es lo que más amo —afirmó—. Después de ti, claro —y añadió medio en broma.
— ¿Y por qué no me lo habías contado? —fingí indignación, echando mi cuerpo hacia atrás y poniendo las manos sobre mi cintura.
— Porque... llevo un mes saliendo con él.
— ¿Un mes? ¡Nuestra última llamada fue ayer! —recalqué.
Ella se encogió de hombros y se echó a reír, encantada.
— Bueno, quería darte una sorpresa. Te he contado todo por teléfono, necesitaba guardar algo para cuando llegaras hasta aquí.
— Bueno, pues lo lograste. Realmente estoy sorprendida, pensé que después de lo de Jason tú ya no... —me interrumpí, incapaz de terminar, de todos modos, no hacía falta porque ella me había entendido.
— Sí, yo también lo pensé —asintió distraída—. Si no, no hubiera huido del país como cobardemente lo hice —sonrió sin alegría—. Pero conocí a Joe y... no sé, lo amo mucho —soltó con simpleza.
— ¿De verdad? Hace un mes que salen, ¿estás segura que lo conoces lo suficiente para sentir eso?
— Estoy segura, Abby —sus ojos, que ya no brillaban, se endurecieron—, pensé que estarías contenta por mí.
— ¡Lo estoy! —y lo estaba de verdad, pero algo dentro de mí se removió intranquilo. Algo que me hacía estar inquieta. Como el tipo de desazón que te deja la incertidumbre. Tal parecía que en un mes las cosas habían avanzado muy rápido entre Sharon y este chico y no estaba segura de si iban en la dirección correcta. No quería que Sharon volviera a salir herida—. Estoy feliz de que hayas seguido adelante con tu vida, eres un ejemplo para mí —admití.
— ¿A qué te refieres con que soy un ejemplo? ¿Sigues enamorada de Dennis? —echó su cuerpo hacia atrás observándome con los ojos muy abiertos, dejando por completo en el olvido el matiz arisco en su mirada.
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Manual de lo prohibido
Romantik"Volví a posar mis ojos en su figura, dándome cuenta de que cada esfuerzo por no mirarlo se convertía en un fracaso inmediato; era como si me tapara los ojos con las manos pero alcanzara a ver a través del espacio entre los dedos. Quería mirarlo tod...