Los ojos de Luka no me miraban. No sabía si estaba decepcionado de mí después de haberle contado todo lo ocurrido o si simplemente no sabía qué decirme. Me sentía pequeña, derrotada y sucia y quería hundirme en mi miseria ahí sobre el sofá del departamento, pero solo podía estar sentada, con las piernas recogidas y abrazadas, con el mentón pegado a mis rodillas y las lágrimas bajando por mis mejillas mientras esperaba alguna respuesta de Luka, sentado a mi lado.
Finalmente, cuando pareció procesarlo todo, me miró despacio. Tenía miedo de ver decepción o repugnancia en sus ojos, pero simplemente me miró con preocupación.
— Sabes que no es del todo tu culpa, ¿verdad? —dijo— Joe... él pudo haberlo evitado, él estaba perfectamente sobrio.
— Joe... él...
— Él tiene sentimientos por ti, era demasiado obvio desde el principio.
Me llevé las manos al rostro y gemí llorando, si Luka pudo verlo, si Caleb me lo advirtió... Era más que obvio que Sharon lo sospechaba también.
— Por eso me iré, Luka —dije, decidida.
— ¿A dónde?
— Voy a regresar, regresaré a California.
A Luka no pareció agradarle mi respuesta, pero aún así, preguntó con cautela:
— ¿Cuándo?
— Lo más pronto que pueda conseguir un boleto, si puedo, incluso mañana mismo.
— Mañana regresa Sharon, ¿se lo dirás? —cuestionó, como no queriendo la cosa.
Me tembló la boca y la quijada al contestar.
— Tiene que saberlo —tomé aire—, pero no estoy segura de cómo hacerlo.
Me dio una sonrisa llana y pequeña y pasó la mano sobre el pedazo de mi espalda que alcanzaba a tocar, dándome consuelo.
— Sé que no me vas a creer si te lo digo justo ahora, pero eres una buena amiga, Abby. Joe es un idiota y por favor, no vuelvas a tomar alcohol.
— No lo haré, lo juro.
Luka era amable, pero yo sabía que a pesar de sus palabras expresadas con sinceridad, estaba lejos de ser una buena amiga. Era un monstruo, era la peor de las personas, era la villana del cuento de hadas de una princesa y por eso tenía que dejarla.
— De acuerdo, ahora, a quitarte esa resaca terrible que seguro estás teniendo —dijo y se levantó del sofá—. Enseguida regreso —sin más, salió por la puerta del departamento.
Me quedé mirando la madera mucho más tiempo del que se hubiera considerado normal y pensé en lo mucho que iba a extrañar a Luka, a Ferni y a Caleb, pero si era el precio mínimo que tenía que pagar por mi estupidez, entonces tenía que afrontarlo. Tomé mi celular mientras Luka volvía y quité las lágrimas de mis ojos que se negaban a desaparecer; aún así, con la vista ligeramente desenfocada por el llanto, conseguí finalmente un vuelo de regreso a California, mañana a las dos de la tarde. Y ya no había vuelta atrás.
Cuando apenas estaba procesando lo que acababa de hacer, Luka volvió al departamento, llamó un par de veces a la puerta y se identificó desde afuera. Me levanté del sofá para ir a abrirle y en cuanto estuvo de nuevo dentro, me tendió un vaso con un líquido blanco y espeso.
— Tómatela —ordenó—. Cuando mi tío vivía, despertaba con unas resacas terribles que mi tía aprendió a aliviar con eso. Anda, tómalo, te hará sentir mejor.
Obedecí sin protestar, pensando que ojalá existiera un remedio también para el dolor del corazón. Cuando divisé finalmente el fondo del vaso, me di cuenta de lo sedienta que estaba y que lo que sea que haya preparado Luka no sabía tan mal.
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Manual de lo prohibido
Romance"Volví a posar mis ojos en su figura, dándome cuenta de que cada esfuerzo por no mirarlo se convertía en un fracaso inmediato; era como si me tapara los ojos con las manos pero alcanzara a ver a través del espacio entre los dedos. Quería mirarlo tod...