Desplegué una trémula sonrisa, deseando haber podido saltar por la ventana antes de que Sharon abriera la puerta, aunque por supuesto, eso habría sido una idea estúpida considerando que había tres pisos de distancia de aquí al suelo del exterior.
Aparté la mirada de ambos, demasiado avergonzada para mantenerla en Joe y bastante asustada de que Sharon pudiera ver en mis ojos la aflicción que había en mi corazón. Ella me conocía como nadie más, estaba segura que con una sola mirada, sabría que algo pasaba
— ¿Por qué no le abriste a Joe? —preguntó mientras yo bajaba de la cama y me acercaba a ella para salir de mi habitación, aunque todo lo que quería hacer era precisamente lo contrario.
— Ah, perdóname —intenté mirarlo a él, pero cuando mis ojos se encontraron con los suyos, mi corazón pareció derretirse dentro de mi pecho, como si él fuera el fuego más incandescente y yo el más noble de los metales. Me apresuré a hablar para poder quitar pronto los ojos de los suyos y deshacerme de esa sensación—. Es que me quedé dormida con la música a todo volumen —me excusé y pasé de largo directo hacia la cocina para tomar una manzana, pero lo que realmente quería era huir de ambos, pues con ambos me sentía culpable.
— No te preocupes —me dijo Joe y su voz hizo que mis rodillas comenzaran a perder su fuerza.
— Lo encontré sentado afuera, quién sabe por cuánto tiempo estuvo allí —musitó Sharon y por el rabillo del ojo pude ver cómo ella se giró hacia él para darle un abrazo cariñoso.
El hecho de que no quería admitir que me daban celos no evitaba que los sintiera.
De pronto, el timbre sonó e interrumpió el beso que estaba a punto de darse, por lo que corrí alegre a abrir la puerta, dándole las gracias a quién sea que estuviese del otro lado.
Cuando abrí, lo primero que vi fue un gran ramo de rosas rojas sostenido por un par de manos blancas. Me quedé observando la escena, confundida y curiosa, hasta que el ramo de rosas bajó y el rostro sonriente de Luka apareció.
— Hola —me dijo.
— Hola —musité, aun confundida.
— ¿Puedo pasar? —preguntó.
— Claro, adelante —animó Sharon, a la expectativa de poder observar alguna escena romántica.
De súbito, recordé las palabras de Caleb esa mañana y me prometí a mí misma en ese instante que no le sacaría provecho al asunto, al menos no a propósito.
Luka condujo sus pies hasta quedar detrás de mí y yo cerré despacio la puerta, temiendo lo que pudiera pasar a continuación.
— Ten, son para ti —Luka me extendió el ramo.
Dios sabe que puse todo mi esfuerzo en no mirar a Joseph, pero no pude evitarlo y, por la colilla del ojo observé con desconcierto su ceño ligeramente fruncido. Luego, mi vista pasó a Sharon que, completamente ajena a la expresión de su novio, contemplaba la escena con mucha ilusión, era como una niña viendo un espectáculo de navidad en primera fila, apenas pudiendo esperar para saludar al sujeto gordo vestido de Santa Claus.
— Gracias, Luka —tartamudeé, tomando el ramo.
— Te dije que lo haría y bueno, yo siempre cumplo —sonrió.
Antes de que pudiera responder, la voz de Sharon irrumpió en la habitación.
— Oh, amor, eso me hizo recordar —dijo—. Gracias por la rosa —besó su mejilla.
Joe, desconcertado, frunció mucho más su ceño.
— ¿Cuál rosa? —preguntó.
Oh, oh, pensé.
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Manual de lo prohibido
Romance"Volví a posar mis ojos en su figura, dándome cuenta de que cada esfuerzo por no mirarlo se convertía en un fracaso inmediato; era como si me tapara los ojos con las manos pero alcanzara a ver a través del espacio entre los dedos. Quería mirarlo tod...