— ¿Me vas a decir que está ocurriendo y por qué tienes esa cara, Abby?
Después de haber huido del departamento de Sharon, había caminado sin ser consciente hacia dónde iba hasta llegar a un pequeño parque. Desde ahí, le llamé a Caleb para despedirme de él por teléfono, pero dado que era sábado él tenía el día libre, así que fue por mí y me llevó hasta su casa cuyo interior no repasé porque no le presté demasiada atención ya que me llevó directo a su cuarto luego de presentarme a su madre; una mujer hermosa que rondaba la mitad de los cincuenta con una gracia natural y una sonrisa espléndida.
Caleb era mi mejor amigo y merecía que le contara toda la verdad, merecía saber por qué estaba huyendo, pero cuando lo tuve enfrente, no sabía por dónde empezar.
— Soy una completa idiota, Caleb.
— ¿Por qué dices eso?
Una vez más, mis ojos se llenaron de lágrimas, ¿por qué decir la verdad era tan difícil?
— Porque no hice caso de lo que me dijiste, porque le rompí el corazón a mi mejor amiga y porque como una completa cobarde, voy a regresar a California.
— ¿Qué? Espera, Abby, cuéntamelo por partes porque no estoy entendiendo nada.
Tomé un profundo respiro para poder continuar pero sentía que las lágrimas me ahogaban desde el pecho.
— Regreso a California, hoy mismo —tal vez la parte más sencilla era esa, aunque hacerlo me estuviera costando todo de mí.
— ¿Por qué?
— Esa... esa es la parte difícil —dije, entre sollozos. Callé de pronto cuando algunos ruidos provenientes del pasillo me alertaron, no quería que su madre nos escuchara, no quería que supiera el dolor que le estaba causando a uno de sus hijos, no quería que se enterara de la terrible persona que yo era. Pero Caleb me instó a que continuara, así que solo bajé un poco más la voz—. Soy mala, Caleb. Y para ser sincera no quisiera irme pero realmente no tengo otra opción, me duele haber hecho todo lo que hice, me duele haberle fallado de esa manera a Sharon.
A la mención de su nombre, la mirada de Caleb cambió y su expresión me advirtió que esperaba escucharme decir lo peor que podía imaginar.
— ¿Qué sucedió, Abby? —exigió saber.
— Después de que hablamos por teléfono el otro día, Joe también llamó. No contesté, por supuesto... pero me sentía tan mal que cometí una estupidez. No supe cómo llegué al bar del amigo de Joe y yo... me embriagué ese día —hice una pausa que consideré necesaria para poder respirar, sentía que las palabras me ahogaban, contarle esto a Caleb era como tratar de hablar mientras alguien te asfixiaba—. No sé cómo Joe dio conmigo, pero me sacó fuera del bar y me llevó a su departamento y yo... yo lo besé.
— ¡¿BESASTE A MI NOVIO?!
A partir de ese instante todo se movió en cámara lenta: Sharon entrando a la habitación de Caleb, con los ojos abiertos de incredulidad y la cara desencajada de dolor, se dirigió hasta mí y me sentí diminuta al contemplarla.
— ¡Sharon! —me levanté desconcertada— Yo no... —intenté explicar pero me interrumpió.
— ¿Tú no qué? Acabo de escucharte, Abigail. ¡Eres una traidora!
No sabía qué me había dolido más, si las lágrimas empapando el rostro de Sharon o el sonoro golpe de la palma de su mano contra mi mejilla. La piel me ardió casi tanto como ardía el dolor en mi corazón.
Caleb se levantó enseguida y se interpuso entre ambas.
— ¡Shar, tranquila!
— ¿Cómo quieres que esté tranquila? —gritó pero luego la voz se le rompió cuando dijo:— Si mi supuesta mejor amiga me traicionó de esta manera. Claro, ahora lo entiendo todo.
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Manual de lo prohibido
Romantizm"Volví a posar mis ojos en su figura, dándome cuenta de que cada esfuerzo por no mirarlo se convertía en un fracaso inmediato; era como si me tapara los ojos con las manos pero alcanzara a ver a través del espacio entre los dedos. Quería mirarlo tod...