Capítulo 16

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El chirrido del tocino sobre la sartén caliente resonaba en mis oídos y el aroma que éste desprendía hacía que mi estómago se quejara de hambre. Apenas había conseguido sobrevivir el día de ayer a un corazón que dolía bastante cada que veía a Sharon y a Joseph reír y abrazarse, y que quería ser arrancado de mi pecho para ya no sentir cuando, sin querer, los atrapaba en medio de un beso.

Serví el tocino sobre el plato azul en donde ya estaba un par de huevos revueltos y me senté a comerme todo, tratando de evadir en mi mente los recuerdos del día anterior, porque dolía, dolía demasiado.

Luego de pensarlo toda la mañana y con un mejor raciocinio gracias a mi estómago lleno, decidí que le contaría todo a Ferni. Aunque era menor que yo por tres años, era increíblemente madura en muchos temas, podía actuar como una niña al pelearse con la máquina de fotocopiado e impresión, pero las palabras de sus opiniones estaban repletas de madurez y sabiduría. Además, nuestra amistad se había vuelto fuerte pronto, y yo le tenía la confianza suficiente para contarle mi secreto inconfesable.

Fui a buscarla y, en cuanto la vi, la saludé con cariño.

— ¡Abby! Me tienes abandonada —bromeó, haciendo un puchero bastante tierno.

— Lo sé, lo siento.

— ¿Trajiste material nuevo? —me sonrió entusiasmada.

— No, en realidad no tengo fotos ahora —vacilé—. La verdad es que tengo algo que quiero contarte.

— ¿Luka ha preguntado por mí?

Reí.

— No la última vez, pero sí lo hace.

— Ah...

— ¿Vamos a beber algo?

— Seguro, dame diez minutos, ya casi es mi hora de descanso.

Cumplido el tiempo, salimos y recorrimos sólo un par de callejuelas hasta una cafetería cercana, en donde tomamos asiento y ordenamos bebidas calientes para disipar un poco el frío.

— Bueno, dime, que me estoy muriendo de la curiosidad —me instó.

Dejé escapar una sonrisa nerviosa ante su comentario, pero se desvaneció enseguida cuando comprendí que lo que tenía que decirle no era nada fácil.

— ¿Por qué esa cara? —preguntó preocupada.

Pensé en decirlo así, sin tantos rodeos, así que tomé aire y hablé rápido.

— Estoy enamorada del novio de mi mejor amiga —dije, atropellando las palabras.

— ¡Q-q-qué dices! ¡Oh! ¡Cuéntamelo todo! —se inclinó sobre la mesa, acercándose a mí—. Tengo bastante tiempo.

Me le quedé mirando un par de segundos, sorprendida por su reacción.

— Ah, lo siento —dijo, tranquilizándose—. Cuéntame —musitó mucho más calmada y se recargó nuevamente en el respaldo de la silla.

Le conté la historia desde el principio y desahogarme con Ferni me resultó mucho más sencillo de lo que esperaba. Era una chica que me entendía y comprendía desde una perspectiva distinta, y eso me hacía sentir reconfortada y nulamente juzgada. En el transcurso de la charla, la miraba hacer expresiones de sorpresa y otras de que estaba sumamente atenta, todas ellas me recordaron a Luka, cuyo rostro era también como el de un libro abierto.

Cuando terminé de contarle, el silencio que guardó me hizo sentir nerviosa, por lo que comencé a juguetear con el mantel de la mesa, enrollando mis dedos con ansiedad en el borde de la blanca tela.

Manual de lo prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora