Capítulo 9

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— Joseph, ¿recuerdas lo que te dije acerca de la privacidad de las personas? —inquirí.

Sus ojos parpadearon una vez, confundidos, como si no fuera la respuesta que esperaba.

— ¿Es el primer día que se conocen y ya se guardan secretos entre ambos? —sonrió, pero tuve la impresión de que su voz no sonaba divertida.

— ¡Uuuy! —bromeó Sharon, atada a la cintura de Joseph.

Aunque no fue mi intención, mis ojos se posaron en esa acción y sentí a la fierecilla enfurruñada en mi interior. A fin de deshacerme de esa sensación, miré a Caleb, pero sus ojos estaban inquietos. Su mirada pasó del piso a mí, después fue hacia Sharon y por último a su hermano para después simplemente volver hacia el piso, por lo que supuse que estaba tratando de averiguar cómo salir de esa situación.

— Sabes, Sharon —dije, llamando su atención—. Creo que invitaré a salir a Luka —solté, no muy segura de lo que estaba haciendo, pero sabía que si había algo que distrajera a Sharon de emparejarme con Caleb, era emparejarme con alguien más.

Cuando la mirada de todos se posó en mí, confirmé que había funcionado. Los ojos de Caleb me miraban agradecidos por el cambio de tema, los de Sharon resplandecían de emoción y los de Joseph, simplemente no me comunicaron nada, era como si el brillo de sus pupilas se hubiese vaciado de repente.

— ¿En serio? —gritó de emoción.

— Sí, la verdad es que es un chico muy agradable, y además está lindo —dije, al fin y al cabo, eso sí era verdad.

— ¿Y cuándo? —se soltó de la cintura de Joseph y metió su brazo en el hueco del mío, haciéndome caminar y separándome de Caleb.

Ellos nos siguieron de cerca.

— No lo sé, mañana quizá —me encogí de hombros.

— ¿Entonces te gusta Luka? —preguntó y miré sobre mi hombro para buscar un poco de ayuda en Caleb, pero los ojos de Joseph me interceptaron primero, su expresión repentinamente atenta me hizo regresar la mirada hacia Sharon.

Tragué saliva sin saber qué hacer, si decía que sí, Sharon no pararía hasta llegar a los planes de boda; pero si decía que no, mi intento por cambiar de tema se vería reducido a una pobre excusa carente de sentido.

— Eh... Pues, la verdad...

— ¡Chicos, hagamos el recorrido en la góndola! —interrumpió Caleb, señalando hacia nuestro costado.

— Sí, ya estoy un poco cansada —concordó Sharon.

— ¿Qué dicen? —nos preguntó Caleb.

— Eh... bueno, creo que yo paso —musité, porque no tenía muchos ánimos de andar sobre el agua y mucho menos de ver de cerca los abrazos entre Joseph y Sharon.

— También yo —dijo él como si nada, con las manos en los bolsillos mientras se balanceaba de atrás para adelante—. Vayan ustedes, nosotros caminaremos y nos veremos todos en donde desemboca el recorrido del canal.

Mi corazón se aceleró ante la posibilidad de estar de nuevo a solas con Joseph y la fierecilla brincó de alegría de un lado a otro.

— ¿Quieres ir, Sharon? —preguntó Caleb.

— Sí, estoy cansada, pero quiero que Joe y Abby vengan también.

— Perdóname, Shar. De verdad prefiero evitarlo, pero puedes ir tú, Joseph —me giré hacia él—, No se preocupen por mí, yo puedo andar sola por todo el costado del canal, no me voy a perder.

Manual de lo prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora