Dagger C-787; "Leónidas"

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Nos habíamos quedado, como se dice, con la espina de no haber podido salir el día anterior. Usted dirá que es terrible. Pero necesitábamos combatir, sellarnos. Para eso existimos y entienda Usted que saber al enemigo tan cerca nos tenía ansiosos por darle un desenlace a la situación. Finalmente a las 0700 autorizaron la salida. Yo, Diego y Adrián, respectivamente acompañados de Mercado, Espíndola y Marchessi, respondiendo al indicativo Puñal. Volando a Mach 1 iniciamos la aproximación al objetivo: El HMS Atlantis. Lanzo el Exocet primero haciendo volar parte del puente de mando. Atrás mío Diego, como no llegó con el misil les descargó ametralladora y el Exocet de Adrián pega en el casco haciendo un boquete considerable. El destructor se hundía y todo andaba demasiado bien. Hasta que pasamos al alcance del fuego de la HMS Liverpool , y nos tiraron con ametralladoras y un Sea Cat que bajó a Adrián. Diego se salvó. A mí me averiaron el ala izquierda. El Alférez Mercado no quiso que lo eyecte cuando pasamos sobre Gran Malvina e insistió en que volveríamos. A mí me entró la desesperación. Nótese que Mercado estaba por casarse a fin de año. Toda una familia, más bien dos familias, lo esperaban y que vuelva dependía en última instancia de Mí. Por alteraciones morfológicas no podía volar estable, tenía estropeados actuadores, Perdía aceite, combustible, y el metal derretido se me desprendía. No estaba seguro del tiempo que me quedaba y a su vez esperaba que fuese suficiente para dejarlo en un lugar lo más seguro posible. Literalmente contaba segundos. En un momento le digo: "¿Lo dejo solo!". Porque realmente creí que me caía ahí, y lo quise eyectar pero sostuvo el seguro de la manivela y por oposición no pude. Me estaba dejando sin opciones ya y yo tenía unas ganas de reprocharle hasta el hecho de haber nacido. Me contestó: "Volvamos, es una orden" y en ese punto entendí que no podía hacer más que permanecer en el aire todo lo posible. Me empezó a hablar de las auroras australes mientras por su cuenta acomodaba las pocas superficies de control que podía utilizar con parte de mi asistencia. Y lo que pasó después juro que no lo podía creer. Casi sin capacidad de maniobra aterrizamos muy violentamente y de urgencia cerca de la BAM Cóndor, cuyo personal nos asistió. Evidentemente quedé en tierra el resto de la contienda. Pero las dos misiones, la militar y la para con mi piloto, se cumplieron. Hasta que no llegaron los mecánicos no dejó de agradecer, ¡Cuando el que tenía que agradecer era yo! No puedo explicar con exactitud lo que fue ese aterrizaje. Apenas tocar tierra Lombardo pegó un Sapucai victorioso, como buen correntino que es. Fue la primera y única vez que se lo escuché. Un grito a la Patria, una forma de testiguar que las circunstancias determinantes inducen conductas impensadas que pueden rayar el absurdo. Mientras los mecánicos me asistían yo seguía sin entender que estaba en tierra, medianamente entero, y con Mercado vivo. La verdad me honra haber participado una determinación y mano tan férrea como la suya. Dijo algo, fue, y lo hizo. A pesar de todo lo que me había preparado confieso que seguramente hubiera visto el retorno inviable y, si lo eyectaba, seguramente me dejaba caer por ahí. Yo no lo traje, me trajo el"

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