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Hay fuego en las venas.

Y fuego en la arena.

Y el entorno, no importa qué sea.

Arderá.

-¡Ciervo!, ¡Vago!, ¡Reprima la mierda que tiene guardada en el pecho!

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-¡Ciervo!, ¡Vago!, ¡Reprima la mierda que tiene guardada en el pecho!. ¡Párese siempre derecho!- Le gritaba un mecánico a Allende, quien estaba encadenado a una pared del galpón del demonio y enfermo de no poder desmembrar al que parodiaba grotescamente la condición militar- ¿O no decía eso a sus nenes en Malvinas?- Y eso fue suficiente. Porque no eran "Nenes ", porque habían dejado hasta la vida allí, y que hayan existido cobardes y abusivos entre filas no significaba que todos hayan sido las lacras que el relato quería imponer. Y atacado por la indignación más intensa y arrolladora que es capaz de manejar un ser humano no pensó ni razonó, solamente hizo lo que le mandó el instinto de guerra tan guardado que salió finalmente todo de golpe.  No conocía la fuerza con que arrancó las cadenas del muro, el ímpetu para lanzarse sobre el otro, y menos los 30 centímetros de acero Toledano que asomaron de su puño cuando tensó el antebrazo para dar el golpe. Fue tarde para detenerse. Antes de darse cuenta había atravesado al agresor por el pecho, dándole muerte.

Se mareó de impresión, sintió culpable, y entendió que nada sería igual al retirar la hoja ensangrentada del cuerpo inerte sólo para quedársela mirando estupefacto  sin entender realmente desde cuándo con exactitud tenía eso ahí. Ya no tenía opción. Se paralizaría de espanto y lo matarían... o mataría por sobrevivir. Tomó los auriculares del caído para reanudar contacto con su camarada. Pero ni saludar pudo cuando Valentino notificó.

-Los de la séptima vienen a buscarnos-

-¿Qué?- Consultó dándose cuenta que tenía otra hoja de acero en el otro antebrazo, la vista más aguda de lo normal y un censor de calor en el entrecejo.

-Están casi sobre nosotros- Nada más debió decir para devolver a Marcos a una realidad en que luego se preocuparía de lo que mierda le incrustaron. Porque lo primero era salir de ahí. Rebuscó cualquier cosa útil. Sólo encontró compuestos químicos industriales, cables y el tablero eléctrico del lugar. Viejos recuerdos de su estadía junto a una fracción de artilleros en Puerto Argentino le indicaron el debido proceder que fue guiando torpe pero decididamente cada movimiento concatenado- ¿Qué hace, Mayor?- Consultó ante el insistente ir y venir.

-Enseñarte lo que te trajo a este atado con alambres mundo: el ingenio argentino- Terminó de componer y sellar la mescolanza, le conectó dos cables y abrió el panel de circuitos. Antes de algo más desistió ante un error grave. Debía alejar al Pampa de ahí... solo... sin remolcador, grúa, ayuda. Enganchó por mera desesperación una cadena a Valentino y tiró una, tiró dos, tiró tres veces y grande fue su sorpresa cuando el alma de acero grandemente atónita se movió. lo alejó del portón lo más posible. Nunca creyó ser capaz de pechar solo semejante carga. Después de todo aquel pútrido médico que ofreció una amplia gama de destratos hacia el y Valentino tenía razón en insinuar que prácticamente le habían hecho un favor añadiendo tan radicales modificaciones.

-¿Derribará el portón?- Consultó el Pampa.

-Lo voy a volar- Declaró Allende. Colocó todo en su lugar y suspiró. Necesitaba una explosión controlada que podía no ser- Me valga la Patria, la familia y tu libertad-

-Está seguro de esto?-

-No- Aún así cerró el circuito y un estruendo aterrorizó al mismo dios de la guerra.

-Allende, por favor contésteme- Transmitió Valentino entre el humo y el caos. Marcos respondió tanteando su cuerpo solo para encontrar una gran esquirla clavada entre sus costillas. La quitó sabiendo que otra opción no tenía soltando un quejido notorio  y algo lastimero- ¿Está bien?-

-Si- Era una casi mentira porque nunca creyó soportar dolores parecidos, la sangre corría libre por su costado, tiritaba de frío y respirar le era un suplicio. Igual no desistiría al servicio de quien sirvió contra todo pronóstico- ¿Dónde están los nuestros?- Tomó la cadena y comenzó a tirar.

-Lo guiaré a coordenadas seguras- Marcos asintió y se apuró a trotar luego de obtener algo de inercia mientras el galpón se incendiaba tras de sí. Un quinteto de aviones apareció en el cielo y a lo lejos tronaban disparos. Cada paso era más difícil que el anterior. Calambres, tirones, otros dolores y sentir que se ahogaba entorpecían su accionar. Cada vez tenía más frío y su cuerpo se debilitaba. Finalmente se detuvo a mitad de la nada y acostó en el suelo torpemente. Estaba por desvanecer- ¿Duele mucho?- Valentino jamás entendería el dolor físico aunque lo intente. Si presenció sus efectos. Que era incapacitante, debilitante y hasta señal de peligro.

-Me destrozaron- No podría seguir ocultándolo- Gracias por tanto y perdón por tan poco- Dijo con sus últimas fuerzas.

Valentino lo interpeló varias veces pero ya no obtuvo respuesta alguna. Y después de todo lo que habían tenido que pasar, las veces que le habían mentido con el deceso de Allende, las veces que el mismo creyó confirmarlo luego de ausencias prolongadísimas. Y finalmente el gran militar parecía estar perdiendo la guerra justo frente a el. Se preguntó el Pampa, como nada podía hacer para impedir o modificar el estado del aviador, si pudo tomar alguna decisión que evite todo el marco situacional que los englobaba. tal vez volar con más precaución, tal vez aceptar irse a Medio oriente a la primera... Tal vez no actuar como lo hizo frente a su presidente y su Mayor. Siendo así entendió que bajo vengativos puntos de vista merecía lo que le había sucedido. Pero Marcos no y no podía revertirle los males que flagelaban todo de el. ¿Cómo decirle a Mariel, si a caso el mismo podía regresar a la Séptima, que había visto morir frente a sí a Allende, no fue capaz de impedirlo, y más todavía la culpa o buena parte de tal era solamente suya? 


Desde las 1900 una porción de espacio aéreo cerca de Córdoba Capital fue cerrado. Era pequeño, aún así la noticia seguro tomaría el ojo público, más porque, a las 0200, Di Marco finalmente autorizó la prueba balística después de inventarse unos cuantos pero justificables peros, peros que le dieron un poco más de tiempo. Entonces casi a la hora que la fábrica estaba siendo literalmente asaltada. Un estruendo, varios terribles estruendos, y un fulgor, varios fulgores anaranjados y una nube de Bario de dimensiones estrafalarias se levantaron decorando el profundo y lípmido cielo de la noche doctoral para asombro de quienes pudieran verlos... y la prensa local que comería bien gracias a ese acontecer. De hecho hasta las autoridades aeroportuarias y de defensa estaban más pendientes a eso que a cualquier otra cosa en la sin par madrugada que acontecía al sur del mundo.


-¿abran fuego!- Ordenó Lucero al reducido grupo que ingresó a mitad del relevo de guardia con el solo objetivo de convertir el establecimiento en una sucursal del subsuelo del coliseo romano. Ocupados en apagar el misterioso incendio del Pabellón 17, cargar insumos para su traslado, y pensar que nadie reclamaría los prisioneros de la FAA fueron sorprendidos sin una defensa rápida. La fábrica se convirtió en un caos. Algunos combatían, otros avanzaban entre el fuego cruzado, y Lombardo con Fiedrich salieron en un montacargas transportando dos planos y armamento-¡Guarda Mercado!- Gritó el Carapintada poniéndose entre el piloto y un tirador, resultando muerto al instante por un balazo que lo atravesó y llegó a su protegido. Castelli tomó al Capitán  de aviación y lo arrastró fuera. Lo cargaron en otro montacargas y, para procurarle atención adecuada y urgente, encomendaron a Leónidas su traslado a Córdoba capital.

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