𝗣𝗥𝗢𝗟𝗢𝗚𝗢

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El confeti con los colores de la secundaria revolotea por los aires, cayendo sobre el césped del campo. Los flashes e infinitas voces resuenan por todo mi alrededor. El sol está ocultándose tras los lejanos edificios de la ciudad pero nadie parece querer abandonar este momento. 

Mamá hace una última foto de mí y mi diploma antes hacerme una seña para que vayamos por la cena.

—¡Nos veremos el sábado para celebrar! —exclama Salomé, tomándome por los hombros y samaqueándome con emoción.

—Así podrás decirnos qué dijeron tus padres —agrega Claudia apareciendo detrás de ella.

Mantiene ambas cejas elevadas esperando una respuesta de mi parte. Suspiro con pesadez.

—¿Sobre la escuela de teatro? Probablemente me cuelguen del techo antes que dejarme ser actriz, pero prometo estar en el Black Hall el sábado —tomo sus manos, sin poder abandonar la expresión de preocupación.

Ella sonríe ampliamente, de inmediato cambiando el tema.

—¿No vas a despedirte de Ryan? —pregunta Salomé, señalando con su cabeza hacia sus espaldas.

Sobre su hombro observo al rubio de ojos verdes abrazar a sus amigos y aceptar algunos apretones de mano. Todo él. Todo atractivo y encantador. Sus ondas doradas caen suavemente sobre su frente, sonríe, enseñándole al mundo esa perfecta dentadura suya. Suspiro y con aire pesimista regreso mi atención a mis amigas, quienes me ven cruzadas de brazos y con expresiones severas.

—No le hablado en todo el año que lleva aquí —murmuro.

—Pues despídete de él —me anima Claudia—. Compartían clase, no será raro.

—Pregúntale si va al Black el sábado... quizá puedas tener esa cita tan soñada —Salomé eleva ambas cejas, una y otra vez.

Resoplo.

—No lo sé —me mezo de un lado al otro.

¿Lo hago? ¿O me voy con mis padres?

Bien, no puedo ser siempre una cobarde.

—Bueno, aquí voy —sacudo mi cuerpo, intentando ahuyentar los nervios de mi sistema.

Me paro derecha y acomodo mi cabello detrás de mis hombros y a paso firme y seguro me acerco a él. Mientras la distancia que nos separa se hace cada vez menor, no puedo evitar pensar en todas las cosas que podrían salir mal de esta conversación. Como si mi cerebro intentase retenerme en mi lugar.

¡NO VAYAS, MADISON!

Me planto detrás de él y antes de poder arrepentirme pico su hombro con mi dedo. Se mueve de un lado al otro, intentando encontrar a la persona que lo ha tocado, luego voltea hacia mí, una sonrisa que delata su confusión se extiende por su rostro.

—Hola soy...

—Madison —agrega, señalándome con algo de duda— ¿Madison? ¿Verdad?

—Sí, bueno, pasaba por aquí a despedirme —digo—, la mayoría se empezará a mudar esta semana...

—Yo me quedaré aquí en Nueva York —me interrumpe, alegre—. Así que nos seguiremos viendo por aquí, supongo.

—Genial —llevo mis manos a mi espalda, intentando ocultar el suave temblor de mis dedos fríos— ¿Irás al Black Hall el sábado? Varios nos reuniremos ahí a celebrar —comento.

—¡Sí! —exclama— ¿Irás?

—Por supuesto —respondo.

—Nos vemos ahí, entonces, si alcanza el tiempo podemos ir al parque de diversiones luego —sugiere— ¿Te gustaría?

Perros de Guerra | ✓ EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora