𝗘𝗣𝗜𝗟𝗢𝗚𝗢: Every Breath You Take

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El sol se eleva en el cielo, en su punto máximo en el mediodía. La arena se levanta en una pantalla como el humo mientras el auto avanza sobre la desértica carretera a toda velocidad. Los muchachos de ojos negros se dedican una mirada antes de que el menor de ellos se levante de su asiento, sacando medio cuerpo por la ventana del techo, elevando su metralleta y disparando a uno de los coches que vienen siguiéndolos desde que abandonaron California.

Billy, el mayor, utiliza su maniobra favorita antes de frenar el coche de golpe. Los autos los sobrepasan, levantando el polvo de la carretera. El castaño retrocede a toda velocidad antes de girar y regresar por el mismo camino.

Dexter ríe, volviendo a su asiento y poniéndose el cinturón. Echa un vistazo a través del retrovisor antes de estirarse hacia el asiento trasero y pescar una cerveza de la caja con hielos. Con ágiles movimientos sobre la pantalla del auto, pone una de sus canciones favoritas, sintiéndose tan enérgico y fresco como no hubiese estado combatiendo cuerpo a cuerpo desde que despertó en el motel a las cinco de la mañana.

¡Since you've gone I've been lost without a trace! —exclama, destapando la cerveza— ¡I dream at night I can only see your face!

Billy ríe divertido, encontrándose con que poco a poco la sonrisa de sus labios se desvanece en cuanto la muchacha de cabellos oscuros viene a su mente. Siempre se acordaba de ella y se preguntaba qué estaría haciendo y si sería feliz. 

Aunque le gustaría estar en el que solía ser su departamento, descansando, este era el último trabajo que debía hacer. De consuelo para su pérdida, le quedaba el saber que ahora tenía a su hermano. Su otra mitad. Y que ambos podían llenar esos espacios en blanco que había en sus hojas de vida desde que eran niños.

Habían pasado ya tres meses y esta persecución parecía no tener un final, se preguntaba cuántos más de estos hombres tendrían que enfrentar y si algún día, por más bobo que sonase en su cabeza, ambos tendrían su libertad.

—Somos millonarios... ¿Por qué compraste la más barata? —le pregunta Dexm quejándose de la bolsa de papas.

—Porque si derrochamos tanto dinero los federales sospecharán y adivina a dónde iremos...

—Prisión.

—Sí que eres un genio, Dexter —le felicita con sarcasmo.

El otro castaño solo rueda los ojos, levantándose una vez más de su asiento para observar a sus perseguidores a través de la mira. Sonríe de lado, satisfecho al ver que han caído en la trampa.

—Cayeron por la pendiente —informa, estirando su puño hacia él.

Billy choca puños con su hermano, rodando los ojos una vez más. 

Cada vez se conocían un poco más, cada vez se entendían un poco más. Dexter había estado seguro de ello toda su vida, Billy Kaleo era su hermano, sin embargo, Bill no estaba tan seguro de ello, desconfiaba de él tanto como podía al inicio.

Madison no se había equivocado cuando había dicho que Billy era aún un niño, podía verse intimidante y ser muy alto pero por dentro había un niño que por mucho tiempo se había sentido solo y solo el tiempo podría curarlo.

Las noches en la carretera y enfrentarse a su pasado habían logrado cicatrizar algunas de esas más grandes heridas. Conocer la historia desde los ojos de su hermano había logrado darle algo de orden a su mente y calmar su corazón. Dexter calaba su camino hacia el corazón de Billy y aunque es siempre quisiese aparentar desinterés, siempre se encontraba así mismo buscando proteger a su hermano menor.

—¡Te juro que si te sueltas pasaré y te volveré a aplastar con la camioneta! —advierte Billy al ver que su hermano intenta subirse al techo del vehículo.

—Ya de una vez acepta que te preocupas por mí —le dice Dexter, sacando medio cuerpo por la ventana— Ponte tu sombrero, vaquero, porque están sacando sus rifles.

Billy frena, dándole la oportunidad de subir en el techo. Dos golpes y puede volver a avanzar.

Sería un viaje muy largo pero se sentía feliz de estar acompañado.

Huyeron hasta que no quedaron más kilómetros que recorrer, los días y noches se hicieron largos meses y aunque estaban cansados de huir y portar falsas identidades, el momento se dió, en la última noche del año, sus últimos cinco fantasmas dieron cara.

Entre la tormenta y el sucio barro en un campo en medio de la nada, su última batalla se había librado. Empapados de pies a cabeza, con el rostro manchado de lodo y sosteniendo sus cuerpos uno en el otro, pudieron dar su primer respiro.

Era el final, ambos eran libres, ambos estaban juntos.

Perros de Guerra | ✓ EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora