𝗡𝗨𝗘𝗩𝗘: Sin Tiempo

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Todas las luces del departamento están apagadas, lo único que nos salva de sumirnos en la completa oscuridad es la lámpara junto a la cama de Billy. La luz dorada le ilumina el rostro mientras toma el mando de la tele y la enciende.

Tomo un paso dentro de la habitación, dudosa.

—Paloma no tardó un solo segundo en quedarse dormida —susurro.

Sacudo mi cabello con la toalla, secándolo lo más que puedo antes de dejar la toalla colgada tras la puerta. Billy deja de cambiar canales, girando su cuello para poder verme. Me quedo en mi lugar, tan quieta como puedo estar.

—Julián dice que el bebé de Jessie está estable —murmura—. Si te soy sincero ahora no puedo dejar de pensar en qué haremos con esas dos... ¿Vas a venir a mi lado o sigues más encantada con la idea de dormir en la silla?

Ruedo los ojos y recorro la habitación, sentándome junto a él en la cama. Suspiro, cansada por la acción del día y cierro los ojos, con la cabeza pegada a la cabecera mullida de la cama. 

—La idea del sofá queda descartada —murmuro con voz ronca. Abro solo uno de mis ojos—. Las hubieses visto, Billy, cuando las encontré parecían dos niñas perdidas... Paloma abrió la puerta pensando que iba a matarla si no lo hacía y Jessie estaba arrinconada en la habitación, sujetando su pierna y protegiendo su vientre...

—Paloma asesinó a Faux —dice él, sin poder creerlo—, no parpadeó una sola vez.

—¿Crees que no haya sido su primera vez con un arma? —pregunto, bajando aún más la voz.

Le sube al volumen de la tele antes de girar su cuerpo sobre la cama, quedando de costado y mirándome fijo.

—Sabía cómo usarla —comenta, sospechando de algo—, no tiene buena puntería pero sabe usar un arma.

—Quién sabe la clase de tipos que frecuentaban El Zafiro Negro —mi corazón se estruja con dolor—, tiene dos cicatrices en las piernas, como las que tú tienes en tus brazos... 

—¿De bala?

—De bala —afirmo—. Mira, no creo que alguna de las dos sea una amenaza, yo creo que simplemente Paloma se cansó de todo el abuso e hizo lo que creyó que le traería paz.

No obtengo respuesta.

—Ve y mírala, Billy, está durmiendo como si jamás se lo hubiesen permitido. Lloró todo el camino hasta aquí después de haber matado a esos dos tipos, no es de sangre fría.

—No es como yo —asiente, despacio.

—Tú no eres de sangre fría tampoco —niego—. Eres... irritante.

—¿Gracias? —frunce el ceño, preguntándose si es un cumplido o un insulto.

Rio por lo bajo.

—Eres irritante pero eres bueno y aunque sigas repitiendo lo contrario yo creo que tienes corazón, Billy y sé que ya no lo digo pero...

—No me digas que te estás poniendo sentimental, Raeken —me acusa, divertido.

—Cállate —demando, guardo silencio un solo segundo antes de tímidamente expresar mis sentimientos—. Gracias.

—¿Por qué? —cuestiona, sin entender.

—Lo que has hecho por mí —aclaro. 

Me deslizo bajo las mantas y le doy la espalda, dispuesta a dormir después de un largo y exhaustivo día al borde de la muerte. Cierro los ojos, acomodando uno de mis brazos bajo la almohada.

Perros de Guerra | ✓ EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora