EXTASIS

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Tuvo que caminar entre medio de copas y platos hechos añicos que yacían en el suelo del cuarto de estar de la casa, pero a ella un par de estragos no le quitaban el sueño.

Bellatrix Black, cómo ella aún se consideraba, había recibido la educación perfecta para servir en cuerpo y alma a un duque de renombre, pero frente a sus ojos solo había un hombre alcoholizado durmiendo despatarrado sobre un sofá, cubierto de tabaco y manchas de bebida.
La imagen era tan deplorable que ella sonrió. Sí, sonrió.

Sonrió porque, así y todo, su flamante esposo tenía de duque lo que ella tenía de muggle, por lo tanto, no tenía que agachar su cabeza y servirle cómo se suponía que debía.
El amor llega con el tiempo... o tal vez no llega. Cumple con tu deber.
Eso le habían dicho y ella, que conocía los mandatos familiares, cumplió.
Embriagada por el poder, Bellatrix brindaba cada noche con sus camaradas por el inminente ascenso de Voldemort y cada brindis por la sangre pura la llevaba a un éxtasis que siquiera Rodolphus podía hacerla llegar.

Años y meses de preparación la posicionaron como una de las brujas más prometedoras entre los seguidores de Voldemort, aunque claro, seguía siendo la esposa "de".
Pero la noche anterior todo había cambiado.
Luego de haber engañado al mismísimo Clive, uno de los jefes más ineptos, Bellatrix se cobró su primera víctima de renombre dentro del cuartel de Aurores.
Llevaban la cuenta como si fuera un juego macabro, de hecho, los aurores de sangre impura valían la mitad, la clara representación del desprecio que les tenían, pero Bellatrix demostrando una vez más que los entrenamientos con Voldemort la hacían más eficaz, se atribuyó un peso pesado dentro del Ministerio.

Esa noche, en una de las mansiones que asaltaban regularmente para despistar a los aurores, vistió su mejor vestido y hasta se maquilló, aunque para ella la belleza era un estorbo cuando de su varita podían salir cosas más increíbles.
Con un tic nervioso en uno de sus labios, tuvo que observar desde una esquina como sus camaradas felicitaban a Rodolphus como si él hubiera sido el verdugo de Clive o como si él le hubiera susurrado los métodos de tortura adecuados para que el viejo auror confesara cual sería la próxima táctica de Alastor Moody.
Todo parecía indicar que Bellatrix debía permanecer en las sombras cuando Voldemort hizo presencia en la sala y la sacó de la oscuridad. Literalmente.
Camino lentamente hasta donde estaba su maestro, mentor. Su mera presencia era éxtasis para sus ojos, éxtasis para sus oídos, éxtasis prohibido, por donde se lo viera.

Poder. Él era poder.
Voldemort alzó su mano para indicarle que camine hacia él pronunciando que de entre todos los hombres allí, ella, una de las pocas mujeres de la sala había dado el batacazo.
Con la cabeza en alto como una verdadera Black, se acercó a Voldemort e hizo una pequeña reverencia.

-Bien hecho, Bellatrix, bien hecho... - murmuró el hombre apenas moviendo los labios, pero clavando su mirada en ella – Aprendan de mi alumna... Sencillamente prometedora y fiel.

Esa noche dejó de ser la esposa "de" para sus camaradas y comenzó a ganar un lugar clave en la cúpula. Lucius Malfoy en disimulo, levantó una copa en favor de ella.

-Bellatrix, ven aquí – gruñó su esposo despertándose, dando manotazos en el aire.

La mujer sonrió soberbiamente por el tipo de conversación que tendrían.
Sabía cuánto le había molestado que ella tuviera más autoridad y jerarquía, sabía que él nunca le llegaría ni a la punta de sus zapatos, pero Bellatrix era una excelente manipuladora y solo jugaba a ser esposa por fines prácticos y obediencia familiar.
Deberías cambiar tu apellido a Black le había susurrado esa noche cuando él ya estaba embriagado de tanto alcohol.
No podía negar que era un hombre apuesto, de buena familia y con un apellido importante, pero lo que ella no encontraba en él era el instinto asesino. Su esposo prefería servir en las tareas "sociales" para escuchar todo lo que pudiera, como Lucius Malfoy, mientras que ella era la que se ensuciaba las manos.
Ella debería ser la cabeza de la familia, no él.
Era la mayor de sus primos y, por lo tanto, tenía la oportunidad de dar gloria a su apellido, pues no esperaba mucho de Regulus, aunque le reconocería que había elegido el camino correcto.

Merodeadores superando las expectativasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora