Merodeadores superando las expectativas

Pasado, presente, futuro

Dedicado a la magia, a Harry Potter que me salvó la niñez.

La suela de las botas de Ansel McDonald resonaba en los pasillos adoquinados del Ministerio de Magia, anunciando que el imponente auror llegaba a su segunda casa.
Los bordes de su túnica negra rozaban las esquinas del edificio y los funcionarios se daban vuelta para hacerle un gesto con la cabeza, algunos de apoyo y otros de disconformidad.
Ansel nunca había ocultado sus tatuajes temibles y menos lo haría frente a un tribunal lleno de inútiles, pero si se tomó el tiempo para armar su outfit, no sin antes escuchar las quejas de Alastor.
Se puso su mejor camisa, la túnica más solemne y las botas más caras. En su cuello bailaba una cadena de oro con un diminuto relicario que solo usaba en situaciones particulares: una foto de los ojos de Ellis. Una inmortalización de su amor mortal.
Las cadenas que decoraban su cintura eran una burla ante tanta elegancia. Una clara imagen de la aristocracia heredada.
Ansel había dejado instrucciones si las cosas salían mal qué obviamente fueron descartadas por sus hijos no sin antes dejar que Ansel hiciera temblar la casa en vano.

-Suban a los niños – ordenó Ansel con su voz de ultratumba en dirección a sus hijos cuando bajó las escaleras. Cody y Levi llevaron a los niños al piso de arriba y bajaron apresuradamente para sentarse en la mesa del comedor.

- Quiero que me escuchen y que me escuchen muy bien – dijo Ansel con pocas pulgas. Miro de reojo a la esposa de Cody – Ruth, cariño ¿Tienes...?

-Por supuesto – contestó la mujer. Los presentes la miraron confundidos, incluido su esposo Cody.

- ¿Qué ocultan ustedes dos? – preguntó el hombre con su voz dura. Ruth lo silencio con la mirada.

De la cartera de la mujer salió un largo pergamino que de tantos sellos era imposible de leer. Tomó cuatro segundos entender qué era eso y tomó un segundo más para que los cinco McDonald comenzaran a protestar.
Ansel aclaró su garganta y Maggie llamó al silencio.

-...Si las cosas no salen bien en el Tribunal y deciden que Ellis es culpable, asumiré la culpa en su nombre. Me enviaran a Azkaban y no pienso habitar esa inmundicia por nada en el mundo...Este es mi testamento, todas las propiedades están distribuidas en partes iguales, al igual que el oro de Gringotts... - dijo Ansel sin temblarle el pulso.

- ¡Te has vuelto loco! – grito Ewan histérico. Se levantó de su asiento y lo increpó señalándole con el dedo – Tú no puedes decidir eso, no puedes decidir una cosa así...

- ¡Estoy de acuerdo con Ewan! – saltó Levi golpeando la mesa con su puño. Cody miró rápidamente a Dylan, como si esperara que hiciera una estupidez, pero el Gryffindor miraba la mesa con su rostro como piedra.

Comenzó una pequeña disputa entre los hermanos, porque Cody y Boris se pronunciaron a favor de su padre, como siempre sucedía, mientras que Ruth, Maggie, Kingsley y Emma, quien estaba a punto de tener a los mellizos, intentaban calmar las aguas, pero el que dio el batacazo fue Dylan.

- ¿Y qué pasa con Mary? Ella no está aquí – susurro Dylan soltando de su boca una gran bocanada de humo negro - Tú la has metido en esto, en la Orden... A ella y a sus amigos. ¿Ahora la dejaras a su merced? – los presentes hicieron silencio y Ansel apretó sus puños por debajo de la mesa – Quiero decir, en el último mes he matado a dos personas... ¿Quién quieres que le enseñe a hacer eso a Mary para sobrevivir? ¿Cody o yo? ¿Has puesto en el testamento que métodos de tortura quieres que le enseñemos? ¡Y créeme...! ¡Los necesitara porque hasta donde estoy viendo, abandonas el buque antes de tiempo! ¡Mamá está muerta!

- ¡Dylan! – intentó callarlo Ruth, pero Ansel le sonrió para darle a entender que él podía con su hijo prepotente. Ansel giró su cuello para hacerlo sonar, signo de una contractura, pero más que todo para llenarse de paciencia.