Capitulo 5

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Minho sonrió y alejó con cuidado al chico, agarrando su mano para dirigirse hacia la sala de comida. A la vuelta de la esquina, se encontraron de nuevo con la mujer que les había llevado la ropa, la cual los condujo por varios pasillos hasta llegar a una sala repleta de gente disfrutando de su cena.

El lugar estaba impregnado de un delicioso aroma a comida. En ese momento, Eiden se percató de su propio hambre. Después de la relajante ducha de agua caliente, su estómago rugió, exigiendo ser alimentado.

—¡Al final llegáis! — exclamó Newt mientras se acercaba con una amplia sonrisa. — ¿Podéis creerlo? ¡No éramos el único Laberinto!

Sin embargo, Eiden ya no estaba prestando atención; estaba absorto observando la gran cantidad de personas en el comedor, especialmente chicas, que ocupaban casi todas las mesas.

—¡Vamos, os he guardado un sitio en nuestra mesa! — dijo Newt mientras tomaba la mano de Eiden y los guiaba hacia la mesa.

Eiden se dejó llevar por los pasillos entre las mesas, pero su atención seguía centrada en los extraños sentados en las otras mesas. Finalmente, llegaron a su destino y se acomodaron: Minho a la derecha, Newt a la izquierda, dejando el espacio del medio para Eiden.

—¿Qué es todo esto? — preguntó Minho, mirando a su alrededor con sospecha.

—Aquí es donde reúnen a todos los que han sido rescatados — explicó el chico mientras señalaba a su alrededor. — Nuestro Laberinto era solo de chicos, pero también hay laberintos de chicas. Muchas chicas y un solo chico. ¡Qué afortunado!

—¡Menudo suertudo! — exclamó Minho, mostrando su peculiar sonrisa.

Eiden giró la cabeza hacia el asiático y le dio un codazo lo más fuerte que pudo en las costillas.

—¡Auch! — Minho giró bruscamente, agarrando su brazo. — ¿Qué porplo te pasa?

—No, ¿Qué narices te pasa a ti?

— ¿Acaso estás celoso?

—¡¿Yo?!

—Minho, siempre que abres la boca lo arruinas todo — intervino Thomas entre risas.

—¿Qué he hecho ahora, puto garlopo?

—Eiden y tú estáis saliendo. No deberías hablar de cosas que lo incomoden.

—Thomas tiene razón. Además, tú antes...

Minho se lanzó sobre Eiden y cubrió su boca con las manos.

—Sí, sí, sí. No volveré a decir nada estúpido.

—A todo esto, ¿Qué ha pasado con el resto? — preguntó Newt a unos chicos desconocidos en la mesa. — ¿Qué pasa con las personas que todavía están en los Laberintos?

—No lo sé — respondió un chico negro que estaba sentado junto a Fritanga y Winston. — Probablemente sigan en manos de CRUEL.

— ¿Cuánto tiempo lleváis aquí? — habló Eiden por primera vez desde su llegada.

—Realmente no llevamos mucho. Un día o dos. Ese chico de allí... — señaló al rubio con capucha que estaba sentado solo — es el que más tiempo lleva aquí. Casi una semana.

Como si hubieran apretado un resorte, toda la mesa dirigió su vista al chico de la capucha del que hablaba su nuevo amigo.

—Es uno de los afortunados que cayó en un laberinto de chicas.

—¿En serio? — preguntó Minho con sorpresa en la voz.

—Algunos tienen suerte.

Indignado, Eiden golpeó la mesa y lanzó una mirada desafiante al chico de la capucha.

—Da igual haber entrado en un laberinto de chicos o de chicas. En ambos se vive el mismo infierno.

Ante el acto del rubio, toda la sala se giró en su dirección, y el chico se encogió en su sitio avergonzado.

Las puertas se abrieron, y los guardias se apartaron. Janson y Erick entraron seguidos de la doctora que los había atendido.

—¡Buenas noches, jóvenes! — la voz de Janson resonó en la sala. — Ya sabéis cómo funciona esto. Si escucháis vuestro nombre, os levantáis de forma ordenada y os unís a mis colegas, quienes os llevarán a la sala este encantados.

Janson bajó la mirada al organizador que llevaba en las manos y comenzó a decir nombres aleatorios, mayormente de chicas.

—¡Vuestras nuevas vidas están por comenzar!

—¿Qué está pasando? — preguntó Winston.

—Es una especie de "Salvación" — el chico hizo comillas con los dedos. — Todas las noches eligen un pequeño grupo de nosotros y los llevan a un lugar seguro, a salvo de toda esta mierda. O eso es lo que dicen. Todas las personas que se van de aquí jamás vuelven.

—¿Y dónde está ese lugar exactamente? — preguntó Eiden interesado. — Según se ve el exterior, no tiene pinta de que exista un lugar seguro.

—No sabemos dónde los llevan exactamente. Pero es bastante lejos.

—¡Qué afortunados! — exclamó otro chico de la mesa. — Yo he oído que el lugar seguro es una granja. Pero no pueden llevar a muchos de nosotros a la vez por seguridad.

—...Jennifer, Chloe, Annabelle. — las mencionadas empezaron a dar saltos de alegría y a reírse como si lo mejor que les pudiera pasar en la vida fuera que sus nombres estuvieran en esa lista.

El pequeño grupo desapareció en cuestión de segundos, acompañado por un grupo de soldados que habían entrado antes con Janson.

Perdiendo el hilo de la conversación de sus amigos, el pecho de Eiden no paraba de subir, y sentía cómo su corazón estaba a punto de explotar. Apretó con fuerza la tela de su pantalón, intentando que las lágrimas no se le salieran delante de todas esas personas, recordando a Chuck. Él también debería estar aquí. Libre y feliz.

La mano de Minho no tardó en posarse encima de las suyas, y con cuidado, separó sus dedos del pantalón,entrelazando sus dedos con los suyos.

—Tranquilo, ahora estamos a salvo.

Ante esto, los ojos de Eiden se encontraron con los de Minho, y el simple contacto de estos sirvió para que se relajara. Minho esbozó una sonrisa de oreja a oreja y acarició la cabeza de rubio con dulzura.

Al separarse, se dieron cuenta de que Thomas ya no estaba en la mesa con ellos; ahora corría en dirección a la puerta gritando el nombre de Teresa, captando la atención de todos en la sala.

—Iré a por él antes de que se meta en problemas — susurró Newt mientras se levantaba apresuradamente de la mesa.

Newt recorrió la distancia entre ellos y Thomas a una velocidad impresionante, llegando justo a tiempo.

—Chico, ya te he dicho que no puedes verla. Necesitan hacerle más pruebas — dijo uno de los hombres cortándole el paso a Thomas. — Y ahora vuelve a tu lugar si no quieres problemas.

—Vamos, Thomas. La veremos después.

—¡No! ¡Necesito verla ya!

—¡Vuelve a tu sitio ya! — el otro guardia empujó a Thomas con fuerza, y todos los chicos se pusieron en guardia. — ¡Ahora mismo!

El soldado levantó el arma que cargaba, amenazando a los chicos, y estos retrocedieron. Thomas le sacó el dedo del medio al guardia. La mandíbula del hombre se tensó, y comenzaron a marcarse las venas en su cuello.

—Buen trabajo, chicos — dijo irónicamente Minho.

—Cállate, Minho.

Enigma de corazones ( Minho Y Tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora