Parte II: Capítulo 13. Entre las murallas

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Tras despedirse de Nie Huaisang y Jiang Cheng, pretendió esperar un tiempo hasta una hora apropiada y hacer su caminata furtiva

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Tras despedirse de Nie Huaisang y Jiang Cheng, pretendió esperar un tiempo hasta una hora apropiada y hacer su caminata furtiva. Para ese momento, estar con Jiang Cheng se sentía como una necesidad, deseaba reunirse con él de nuevo a solas y al menos tomarle la mano.

Llamaron a su puerta y creyó que Jiang Cheng se le habría adelantado. En su lugar se presentó un hombre con uniforme de la servidumbre y gestos modestos. Su mirada revelaba miedo y precaución. En cuanto lo saludó, el hombre entró a la habitación disculpándose vehemente.

—Lamento irrumpir así. Ze Wu-Jun es bueno y justo, todos lo dicen. Es el único que puede hacer algo.

—¿Alguien está en peligro? Debemos avisar al líder Nie.

—¡No por favor, no lo haga! ¡Debo decirle todo! ¡por Chi Feng-Zun!.

—Dime, te escucho, por mi hermano jurado ayudaré a la secta Nie en lo que pueda.

Tras esa declaración, el hombre agradeció como si el favor ya se hubiera cumplido. Hizo reverencias exageradas mientras su lengua sintió un dolor punzante y sus encías sangraron. Se mantuvo mirando al piso para que Ze Wu-Jun no viera lo que ocurría en su boca, tenía un dolor punzante en el pecho.

Así comenzó su relato: Nie Huaisang llegó con una caja de hierro durante el verano después de un largo viaje para coleccionar arte y literatura. La caja estaba repleta de sellos y cadenas. Él estuvo cerca todo el tiempo porque se encargaba de la limpieza en la residencia del líder. La caja se sacudía a menudo y provocaba escalofríos. Tras jurar con su vida que no hablaría del contenido, Nie Huaisang le mostró a él y a otros sirvientes íntimos que tenía un fantasma cautivo en esa caja. Lo mantenían atado, como un animal, no hablaba, sólo gruñía.

—Mate a Chi Feng-Zun, por favor, déjelo descansar. No me atrevo a mencionar lo que hace con él.

—¿Está seguro?

El hombre asintió y un dolor punzante hizo sangrar su labio. Lo cubrió con su mano y se disculpó inclinando la cabeza.

La música había comenzado en ese momento.

—Lo despierta cada noche con esa música, véalo con sus ojos, si no me cree, véalo.

Ambos salieron apresurados. Las sospechas de Lan Xichen se materializaron. Deseaba que el hombre estuviera equivocado. "El cuerpo de Nie Mingjue fue destruido por los Su", pensó y se aferró a esa idea.

Jiang Cheng lo siguió desde lejos pensando que tal vez el sirviente le había entregado un mensaje de Nie Huaisang. Su perspectiva cambió cuando escupió sangre y cayó de bruces.

Lan Xichen paró a ayudarlo. El charco de sangre frente a él crecía de forma alarmante mientras el hombre se tocaba el cuello con desesperación.

—Lan Xichen —llamó acercándose a ayudar y vio la expresión preocupada del Lan.

—Jiang Wanyin, tengo que ir —señaló la residencia donde sonaba la música.

Los lotos de GusuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora