Hoy es un día frío. De esos días que solo te apetece quedarte en casa con la calefacción puesta. De esos días en los que todo el mundo se abraza por un intento de entrar en calor. Pues yo no tengo ni calefacción en casa ni una pareja a la que abrazarme. Pero tengo el sol. Porque a pesar de que la vida es una perra que quiere recordarme constantemente cuan sola estoy, y a pesar de ser un día frío, hay un sol resplandeciente. Así que en vez de resguardarme del frío dentro del instituto a la hora del almuerzo, he decidido salir y sentarme al lado de un árbol. Tengo los ojos cerrados mientras disfruto del agradable calor que noto en la cara gracias al sol. No he probado bocado de mi sándwich, pero estoy muy relajada para pensar en el hambre que tendré después.
Oigo unos pasos acercándose a mí, pero decido no abrir los ojos. Cuando se sienta a mi lado me llega el olor a su colonia haciéndome saber que es Ray. – Mi madre te da las gracias por lo de ayer – dice Ray y yo asiento con la cabeza sin abrir aún los ojos – y yo también te las quería dar.
Supongo que refiere a lo que le dije antes de irme a casa. Conociéndole se sentirá culpable. Cuando se lo dije no quería que él se sintiera mal, no era una reprimenda, simplemente no me parecía justo y él tenía que saber cómo le afectaba a su hermana pequeña su comportamiento.
– No me sorprende que Amy se haya encariñado rápidamente de ti – continua hablando – lo que me extraña es que tú hayas hablado y reído con ella.
– Me es fácil hablar con los niños, son sinceros y no tienen malas intenciones –respondo.
– Pero yo soy sincero y no tengo malas intenciones – dice Ray, me gustaría soltar una risita ya que ha sonado como un niño pequeño – Amy no ha hecho ni la mitad de intentos que he hecho yo para que me hablaras y con ella simplemente lo hiciste.
No puedo evitarlo y me río por lo bajo, una de esas risas que casi no se oyen, pero que está ahí calentándome un poco el corazón, como el sol está haciendo con mi cara. Ahora sí, abro los ojos y le miro. Veo que Ray me está mirando fijamente con un pequeña sonrisa.
– No creo que sea bueno que te compares con tu hermana pequeña Ray – digo saboreando aún la sonrisa que me ha provocado su actitud infantil. Veo que frunce el ceño y baja la cabeza – Sé que eres un buen chico y no serías capaz de hacer daño a alguien queriendo.
– Pero, si lo sabes entonces ¿por qué no me hablas más?
– Si tantas ganas tienes de hablar conmigo, síguelo intentado. Te puedo asegurar de que estás haciendo progresos – quizás los progresos los estoy haciendo yo, pero no le vamos a quitar méritos al pobre chico – Míranos, no estamos teniendo una conversación normal ahora mismo.
El levanta la cabeza y clava sus ojos en los míos. Veo como se le ilumina la mirada mientras su característica sonrisa vuelve a su cara. Y se ríe. He podido verle sonreír en muchas ocasiones e incluso le he visto solar carcajadas a lo lejos. Pero nunca se la había oído. Y es una risa grabe, de esas que dan gusto oírlas.
– Estaba tan concentrado pensando como mi hermana me había desbancado sin esforzarse que no me había dado cuenta.
Niego con la cabeza y la bajo, cubriéndome la cara para que no vea la sonrisa que se me ha formado. ¿Qué me está pasando? Esto comprueba mi teoría. El agua de esta ciudad tiene algo. A mí nadie me engaña.
***
Toca el timbre para cambiar de clase y aprovecho para pasar por el baño. Cuando me estoy lavando las manos oigo un llanto y me debato entre largarme o quedarme a hablar con ella. Ya dije en su día que consolar a la gente por asuntos tan mundanos como problemas en el instituto, de amigas o novios, no se me daba demasiado bien. Finalmente llamo a la puerta.
– Hey, ¿estás bien? – Pregunto dejando salir un suspiro.
– Sí, sí, no pasa nada puedes irte - dice una voz detrás de la puerta que da al lavabo.
Me apoyo en esta y bajo lentamente hasta sentarme en el suelo. Sé que es estar sola y que nadie te escuche. Pasan los minutos y ella sigue llorando.
– ¿Lloras por un chico? – pregunto y sus silencio me lo tomo como un sí – ¿Te ha hecho daño?
– Me ha tratado como si fuera una mosquita muerta que solo sabe molestar delante de todo el mundo – me explica la pobre chica entre lágrimas.
– ¿Cómo se llama? – pregunto.
– ¿Y quedar aún más tonta y patética de lo que ya parezco? No gracias.
– Soy nueva, así que no conozco a casi nadie – digo intentando saber el nombre del imbécil que ha hecho llorar a esta chica.
– A este le conoces.
Me callo durante unos instantes. El nombre de Ray pasa por mi cabeza, pero lo descarto rápidamente. Ray no sería capaz de tratar mal a una chica aunque quisiera. Suspiro y rezo para que no tenga razón.
– Dime que es John y no Mike.
– Lo ves, tú también me juzgas – dice y oigo como vuelve a llorar con más intensidad – No lo entiendes.
– Es verdad que no lo entiende, pero el amor no atiende a razones, ¿no? – digo intentando que pare de llorar – si te gusta es porque tiene algo. Aunque creo que si te trata así no merece la pena.
El timbre suena indicando que empieza la última clase del día. Poco a poco la chica se va calmando hasta que no se oye nada. Suspiro y me levanto poco a poco.
– En la vida hay dos tipos de personas, las que pisan y las que son pisoteadas. ¿Cuál quieres ser tú? Mike es de los que pisan, ten en cuenta eso – digo tranquilamente mientras me dirijo a la puerta – Si quieres necesitas hablar con alguien, pregunta por Amelia Harper.
Tras decir eso cierro la puerta tras de mí y en vez de ir a clase, me dirijo hacia mi taquilla para recoger mis cosas e irme al trabajo.
***
Estoy caminando hacia casa a paso rápido. El frío se nota más ahora que el sol no está. Ha sido un buen día en la cafetería, el frío hace que la gente se refugie en sitios cerrados, y qué mejor sitio que en una cafetería que sirven un café y chocolate caliente riquísimo. Por lo que ahora mi cartera está feliz. Las propinas son mi nueva cosa favorita. Estoy a punto de llegar a mi casa cuando oigo que alguien me llama. Ray. Me paro y espero a que me alcance. Por muy buen chico que sea, lo único que quiero ahora es descansar en mi casa, donde el viento no me enfría el trasero.
– Amelia, gracias a dios que has parado - dice recuperando el aliento - ¿Te han dicho alguna que tienes el pasó muy rápido? – Ray, hace frío, al grano - digo cruzándome de brazos y moviendo mi pie con impaciencia.
– Ah... Sí. Necesito ayuda con matemáticas y el profesor Wilson te recomendó - dice pero en cuanto ve mi cara de ni muerta continua – Por favor, hay un par de cosas que no entiendo y no quiero que mi nota baje y además, Amy se está poniendo pesada de que quiere verte.
La primera clase de matemáticas me sentí muy perdida, pero con un par de repasos a apuntes que el mismo profesor me dio, me puse al día. Es más, ahora se me da de fábula. Me lo pienso. Y solo porque Amy quiere verme y solo eso, acepto.
- Domingo a las 11.00 en tu casa - le miro amenazadoramente - y no te duermas.
- Vale gracias en serio- dice sonriendo - no te arrepentirás.
Se acerca me coge de la nuca y me da un beso corto para después desaparecer de mi vista y dejarme a mí estupefacta. Ese estúpido y corto contacto debería asquearme. Pero no. Simplemente me ha dejado con la duda de cómo se sentirá un beso de Ray un poco más largo.
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Be careful
Teen FictionTerror, es lo único que siento, pero tengo que seguir corriendo, no puedo parar. Tengo que esconderme y huir, ese es mi único pensamiento, por mí, por todas ellas, por mis padres, por mi hermana. Me caigo, me duelen los pies y las rodillas, me levan...