Había pasado una semana desde que le vi. Ray salió al jardín, incluso a la calle, pero no encontró a nadie. Me dice que solo fue un susto, un juego de sombras y mi mente me había jugado una mala pasada. Yo no le creía.
Pero yo sé lo que he visto. Sus ojos estaban fijos en los míos. Su sonrisa era la misma que vi por primera vez hace tres años. Esa sonrisa podrida que tanto daño me había causado. No me lo había imaginado.
La semana había pasado en un segundo plano, como si fuera una espectadora de una vida que no era mía. Tenía un vago recuerdo de Lizzy explicándome en qué consistía el baile de fin de curso y cómo Jared le había pedido ser su acompañante. Igual de vago era el recuerdo de Ray pidiéndomelo a mí. Soy meramente consciente de que a pesar de haber aceptado mi reacción no fue la esperada y no creo que le sentara demasiado bien a Ray pero mi mente estaba más pendiente de mirar hacia atrás cada cinco minutos y revisar que no hubiera nadie en casa al llegar.
Estaba paranoica, pero tenía mis motivos. Sé que dentro de poco le volvería a ver. Él no vendría solo para darme un susto.
Ray intentaba que me relajara y yo hacía un intento para fingir que lo lograba. Pero estoy tensa, muy tensa. No consigo dormir. Y cuando me estiro en mi cama lo hago con un bate en la mano. En los pasillos del instituto noto que me ahogo, los chillidos de alegría de un grupo de amigas, las carcajadas ruidosas del equipo de futbol, el ruido de una taquilla al cerrarse de un golpe, la alarma indicando el inicio de las clases. Todo hace que mi ritmo cardíaco se acelere.
La bronca de Lizzy nunca llego. El lunes por la mañana la había visto caminar muy rápido hacia mí, pero supongo que al verme más pálida de lo normal y con los ojos rojos, su enfado había desaparecido dando paso a la preocupación.
Estábamos Lizzy, Jared y yo en una mesa en la hora del almuerzo. Ellos hablaban bajito y se reían de chorradas suyas, espero no verme así con Ray. De repente pego un bote cuando noto que alguien se sienta a mi lado.
– Ei, soy yo – dice mi novio con voz suave mientras pasa un brazo por mis hombros y me atrae hacia él – deberías ir con Lizzy a comprarte el vestido para el baile, así te distraerás un poco.
Le doy una mala mirada. ¿Quién dice que no tengo un vestido ya? A parte, lo que menos necesito es distraerme. Tengo que estar atenta.
– No le mires así Mel – dice Lizzy – todo sabemos que no tienes ningún vestido. No has salido de casa esta semana.
Lizzy me ve con lastima y odio ver que me mira así. Lo que menos quiero es que la gente se compadezca de mí. Lizzy parece captar lo que pienso porque rápidamente cambia su mirada y pone una pequeña sonrisa.
– Tenía pensado ir el viernes – digo encogiéndome de hombros intentando que las cosas no se pongan incómodas – no pienso ir un miércoles, es un día laboral y mañana habrá otra vez clases.
Veo como Lizzy se da un golpe con la palma de su mano en la cara y a Jared reírse por lo bajo. Me giro a Ray preguntándole con la mirada qué ocurre y él levanta una ceja.
– El viernes es el baile – me dice con una sonrisa.
Ups, no me pueden culpar por no saberlo. Esta cosa del baile no me interesa ahora mismo, estoy más pendiente de otros asuntos.
***
Lo que me faltaba, el vestido tenía que ser largo ya que el baile era de etiqueta. Bufo por quinta vez consiguiendo una mala mirada por parte de mi amiga. Cada vez tenía menos ganas de ir a ese estúpido baile. Hemos recorrido casi todas las tiendas del pueblo y no he encontrado ninguno que me convenza. O era demasiado claro o tenía demasiados brillantes para mí. Y Lizzy no me deja comprarme un vestido sencillo ni completamente oscuro. Tan solo quiero pasar desapercibida.
Y por eso nos encontramos entrando en la última tienda de vestidos con la esperanza de encontrar algo. Mi amiga ya había encontrado incluso los complementos.
– Intenta cambiar esa actitud pesimista Mel – me regaña Lizzy después de cerrar la puerta de la tienda – si sigues así no encontraremos ningún vestido de tu gusto
Después de probarme cuatro en esta tienda, Lizzy me pasa uno que me llama la atención. Cuando ya lo tengo puesto me miro al espejo y me quedo un segundo sin reaccionar. Es este. Es perfecto. Es de palabra de honor, sin tirantes. Tiene una cinta ancha de pedrería negra y plateada que une la parte de arriba con la de abajo. La parte de arriba es ajustada y negra. Y la de abajo cae suelto hasta los pies de un color entre lila y blanco.
Salgo del probador y a Lizzy se le forma una sonrisa enorme y empieza a aplaudir emocionada. Ruedo los ojos con una sonrisa.
– Se le va a caer la baba al tonto de tu novio cuando te vea – dice mientras vuelvo al probador para ponerme mi ropa.
– Eh, con respeto – digo con una sonrisa burlona – solo le puedo insultar yo.
Cierro la cortina mientras oigo a Lizzy reír. Niego con la cabeza con una sonrisa y me vuelvo a mirar al espejo. La verdad es que me sienta muy bien este vestido.
***
Ya estaba en mi casa en pijama guardando mi increíble vestido cuando oigo como alguien intenta abrir la puerta principal. Me quedo quieta aguantando la respiración. Había cerrado todo perfectamente así que se quien sea le costaría abrirla.
Cojo el bate de debajo de mi cama y me dirijo hacia las escaleras. Cuando estoy a unos metros de la entrada oigo como la puerta se abre. No puede ser. Levanto el bate controlando mi respiración.
– ¡Mel! Soy yo, ya he llegado – anuncia Ray cerrando la puerta sin mirar en mi dirección.
No bajo el bate y es hasta ahora que noto como mi corazón palpita a un velocidad que no debe ser buena. Al girarse Ray pega un bote al verme y mi labio tiembla.
– Mel – susurra – está bien, soy yo, nadie va hacerte daño.
Acorta la distancia y me abraza. Le apretó contra mí con fuerza, intentando controlar el sollozo que amenaza con escapar de mi garganta. Después de unos minutos consigo estabilizarme, controlarme y me separo un poco de Ray.
– Estoy bien, tranquilo – susurro con una pequeña sonrisa– no te esperaba tan pronto.
En algún momento el bate ha ido a parar en las manos de Ray que ahora lo está dejando encima del sofá. Voy a la cocina a por un vaso de agua al darme cuanta que se me ha quedado seca la boca del susto. Vacío el contenido del vaso de un trago y lo vuelvo a rellenar. Lo dejo con cuidado en la encimera al ver como mis manos tiemblan.
Ojala todo fuera diferente y Ray no tuviera una novia trastornada y paranoica. Ojala pudiéramos tener una relación sin este miedo a perder el uno al otro todo el tiempo. Noto la presencia de Ray detrás mío a pesar de no haber hecho ningún ruido.
– No sé cuánto más voy a poder soportarlo – digo sin girarme – Estoy asustada, aterrada y no quiero vivir así, de esta manera. No sé qué tengo o debo hacer. No puedo. No puedo continuar así. Simplemente no puedo.
– Quizás debería hablarlo con alguien – me giro para mirarle. Está preocupado – con alguien profesional.
– Sé que debó hablar con un psicólogo – admito haciendo una pequeña mueca – pero creo que ahora tengo otras cosas de las que preocuparme.
Ray suspira acortando la distancia. Su manos acarician mis mejillas y me da una pequeña sonrisa antes de besarme. Es lento, sin prisas, intentando saborear el sentimiento y las sensaciones que produce en nosotros. Se separa y me abraza acariciando mi cabello. No sé si sabe de qué estoy hablando exactamente o si lo debe suponer, simplemente intenta tranquilizarme, pero por primera vez, él no puede hacer desaparecer el terror que siento retorcerse en mi estómago.
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Be careful
Teen FictionTerror, es lo único que siento, pero tengo que seguir corriendo, no puedo parar. Tengo que esconderme y huir, ese es mi único pensamiento, por mí, por todas ellas, por mis padres, por mi hermana. Me caigo, me duelen los pies y las rodillas, me levan...