Ha pasado una semana desde que todo acabó. Hace una semana que no hablo. Me niego a hacerlo y por mucho que él me pegue yo no hablaré. Quero ser libre otra vez, pero no me arrepiento de haber dado mi vida por la de Sara. No me ha tocado. No me ha dado de comer desde que me secuestro. Así que estoy hambrienta y sucia. Al principio lloraba por el hambre que tenía, pero ahora ya ni fuerzas tengo para llorar. Por lo menos me da agua.
No sé dónde estoy exactamente ya que después de perder de vista a Ray, paro el coche y me hizo meterme en el maletero. Cuando llegamos me arrastro hasta la habitación donde me encuentro ahora. La habitación no tiene ni un mueble, ni una ventana, tan solo el papel gris desgastado que cubre la pared.
Resuena un estruendo por la pequeña habitación que proviene de afuera, como si alguien hubiera roto algo. Pisadas rápidas se acercan a la habitación donde estoy. Se abre la puerta de golpe y sin dejarme reaccionar, se lanza encima de mí. Me pega en la cara varias veces y da puñetazos a mi estómago. Yo no hago nada, simplemente espero a que acabe.
– ¡Nunca te van a separar de mí! – chilla y desde donde estoy puedo ver la vena de la frente más marcada que nunca. Está enfadado – Pero tranquila, tenía en cuenta la posibilidad de que tu amiguita fuera a la policía.
Acto seguido se larga de la habitación dejándome estirada en el suelo sin poder moverme. Una sonrisa triste aparece en mi rostro magullado mientras dos lagrimas caen. Estaba segura que no había sido Sara quien había ido a la policía. Ella sabía que podía empeorar las cosas si lo hacía, además, Sara tendría miedo de volver a verle. Era normal, yo también lo habría sentido. Estaba segura que había sido Ray. Por lo menos más personas sabrían que había desaparecido. Pero daba igual, no me encontrarían.
Ray. Era lo único que conseguía quitarme el vacío y que no me desesperara. Si pensaba en él, en mis recuerdos con él, me tranquilizaba y las horas pasaban más rápido. Quizá me volviera loca al final, pero no me importaba. Por lo menos tenía momentos de tranquilidad, momentos donde me olvidaba de donde estaba, donde me transportaba a la época más feliz de mi vida. Porque lo había sido, ni siquiera cuando era Abby y vivía una vida normal con mis padres había sido tan feliz como lo era con Ray.
Me arrastro hasta una esquina y poco a poco consigo sentarme. Sentía el sabor amargo y metalizado de la sangre en mi boca. Respiro profundamente a pesar del dolor mientras cierro los ojos y dejo pasar las horas, intentando evocar esos dulces recuerdos que no me podrá arrebatar por muchas palizas que me dé.
***
Me despierto agitada y siento unos brazos abrazándome. Miro a mi alrededor y veo que estoy en mi habitación con Ray. Respiro profundamente y la sensación de alivio se instala en mi pecho.
– Tranquila, solo ha sido una pesadilla – me tranquiliza Ray con la voz ronca. Paso mis manos alrededor suyo y lo apretó contra mí, dando gracias a estar así con él.
– Te he echado de menos – digo contra su cuello.
– No me he ido a ningún sitio – dice con una seriedad que me sorprende – en cambio tu sí. Te fuiste sin mí, me abandonaste.
Con un movimiento brusco se separa de mí y se levanta. Se detiene en mitad de la habitación. Puedo ver su espalda desnuda tensarse. Estoy confundida, en qué momento he dejado que pasará esto.
– ¿Qué? – digo con un nudo en la garganta.
– Lo que has oído – dice mientras se dirige hacia la puerta – No puedo estar con alguien que me ha roto el corazón, no puedo estar con alguien a quien no le importo lo más minimo.
Pasa la puerta y oigo sus pasos alejarse. Quiero chillar que se detenga, que le quiero y que mi intención nunca fue abandonarle, hacerle daño. Pero ninguna palabra sale de mi boca. Lo intento pero algo me lo impide. Me incorporo rápidamente y empiezo a correr tras él. No puedo dejar que se vaya. No quiero, siento que le acabo de recuperar.
Pero cuando estoy a punto de llegar a la puerta de la entrada, tropiezo y caigo rodando. Cuando consigo levantarme no estoy en mi casa. El frío se cuela por mi pijama y una ligera brisa hace mover mi pelo. Estoy en mitad de un bosque. Empiezo a caminar buscando a Ray, pero cuando me giro me encuentro a una niña de diez años de ojos marrones.
– Carly – susurro y siento como se me llenan los ojos de lágrimas.
Doy un paso hacia ella, pero se aleja mientras niega la cabeza.
– Me abandonaste – dice mientras llora – dejaste que me matara.
Sollozo intentando acercarme a ella, pero Carly empieza a correr y a pesar de que intento alcanzarla o por lo menos seguirla, va muy rápido y yo estoy tan cansada.
– Carly – chillo – no me dejes.
Paro de correr y lloro. Sollozos desgarradores salen de mi garganta mientras caigo sobre mis rodillas. Cuando consigo abrir los ojos, veo a un grupo de niñas rodearme, me limpio las lágrimas para ver bien y la persona que tengo frente a mí es Mónica. La niña que me dijo que las dejara atrás, que viviera por ella y que su voz me persigue desde entonces. A su lado están todas las niñas que había cuando me fui, cuando hui.
– Nos dejaste atrás – chilla Mónica y yo me levanto rápidamente asustada – estamos muertas por tu culpa.
Todas las niñas empiezan a chillar insultos, diciendo que me marche. Doy un paso hacia atrás y me caigo. El manto de hojas secas me recibe y a pesar de notar un dolor punzante en mi espalda, el manto amortigua la caída. Todo se queda en silencio. Las niñas empiezan a mirar hacia todos lados preocupadas. Mónica se acerca a mí.
– Viene a por ti – susurra en mi oído.
Noto un fuerte golpe que hace que abra los ojos. Estoy en la misma habitación de paredes insípidas y cuando me doy cuenta de que todo ha sido un sueño me falta la respiración. Pero todo sentimiento de debilidad se me pasa al ver al fantasma agachado enfrente mío.
– Veo que estás cansada – dice con una sonrisa – supongo que tendrás hambre. Tienes que coger fuerzas para el viaje.
Se levanta y se va cerrando la puerta. Sigo desorientada por la pesadilla. Viaje. Eso quiere decir que nos iremos y una vez que eso pase, será aún más difícil poder escapar o que me encuentren. Estoy tan centrada en hacer desaparecer el sentimiento de angustia, en tranquilizarme y no perder la cabeza que no me doy cuenta que ha dejado una bandeja con comida. Me abalanzo hacia ella y cuando estoy a punto de empezar a comérmela, pienso. Tengo que comer poco a poco si no quiero vomitarlo. Demasiadas veces me habían dejado sin comer.
Cuando termino me vuelvo a sentar en la esquina y noto como se me empieza a revolver el estómago. Respiro hondo e intento volverme a dormir.
ESTÁS LEYENDO
Be careful
Teen FictionTerror, es lo único que siento, pero tengo que seguir corriendo, no puedo parar. Tengo que esconderme y huir, ese es mi único pensamiento, por mí, por todas ellas, por mis padres, por mi hermana. Me caigo, me duelen los pies y las rodillas, me levan...