Estaba desesperada. Después de una semana, Ray y yo seguíamos sin hablarnos. Y esta vez no era culpa mía. Ray me evitaba. Así que no he tenido oportunidad de pedirle perdón. Aunque no creo que deba ser la única en pedirlo. Es verdad que quizás reaccione mal y sin motivo, pero eso no le da derecho a decir todas aquellas cosas. ¿Qué yo me comportaba como una niña pequeña? En fin, mejor no pensar en ello.
Y así había pasado la semana, más silenciosa y solitaria de lo normal. Quizás Lizzy se sentaba conmigo a la hora del almuerzo e intentaba establecer una conversación conmigo, pero no era lo mismo. Si Ray veía que estaba en otro mundo, hacia lo que fuese para llamar mi atención y poder seguir hablando conmigo. Quizás la diferencia es que Lizzy no era muy habladora. Lo peor es el camino al trabajo, es tan aburrido y silencioso. Yo, la chica que prefería mil veces el silencio al ruido, no quería que mi camino al trabajo fuera silencioso. Así que sí, echo de menos a Ray. Y no me avergüenza decirlo.
Todo esto lo pienso mientras camino hacia la cafetería de Ritta. Y sé que no me ayuda a subir el ánimo, pero por lo menos me entretiene de pensar en el fío que hace. Porque seguía haciendo mucho frío, y esta vez sin sol. Las nubes negras y el fuerte viento me recuerdan que no he cogido paraguas esta mañana y que se avecina una tormenta. Hoy no es mi día de suerte. Bueno, mejor dicho, esta no es mi semana de suerte.
Llego por fin a la cafetería y un golpe de calor me recibe al entrar. Me sacudo como si con eso me sacara el frío de encima y me dirijo a la trastienda a ponerme el uniforme. Me miro al espejo para hacerme una coleta y me analizo por segunda vez desde que llegue a este pueblo. He cambiado. No mucho, pero lo suficiente para que se note. Sigo estando delgada, pero no del tipo delgada que da angustia, que era como llegue. Mis pómulos se me siguen marcando, pero esta vez de una forma más normal y natural. Sigo estando muy blanca de piel, puesto que parece ser que el sol no existe en estas fechas en Ellicott City. Necesitaría hacerme el tinte otra vez ya que se empieza a ver el color marrón chocolate en la raíz.
Me sonrío a mí misma, diciéndome que he mejorado. Incluso soy capaz de aguantarme la mirada más tiempo. Me dirijo hacía la barra cuando oigo como me llama Ritta.
– Amelia, sí que has tardado – me dice sonriendo cuando llego. La miro sin entender muy bien lo que está pasando. ¿Y ahora qué le pasa a esta? – Ves a atender la mesa seis.
Dirijo la mirada donde se encuentra la mesa seis extrañada de que Ritta me diga qué mesa he de atender cuando no lo ha hecho nunca antes. Ray. Mierda.
– Ritta creo que es mejor que les atienda otra persona – digo haciendo una mueca.
– No, no, no – me dice rápidamente si dejar de sonreír – te toca atender a la mesa del chico guapo que siempre te acompaña.
– Ritta, Ray está enfadado conmigo.
– Mejor aún, así empezáis hacer las paces – aplaude sin hacer mucho ruido, parece una adolescente ilusionada, en vez de una mujer de sesenta y pico años que son los que tiene.
– No creas que no me he dado cuenta que estás más seria que de costumbre, y da la casualidad que no he visto al chico guapo acompañarte está semana.
Suspiro sabiendo que no conseguiré nada con esta discusión. Cuando a Ritta se le mete algo entre ceja y ceja, no hay quien se lo saque. Y esta vez parece ser que quiere que Ray y yo nos volvamos a hablar. ¿Por qué? Ni idea, solo ella misma puede entenderlo. Cojo la libreta y me dirijo con determinación hacía la mesa donde está sentado Ray con sus amigos. Cuando llego se callan todos mientras me miran fijamente.
– Mum's coffe. ¿Qué desean? – digo mirando mi libreta para evitar encontrarme con los ojos verdes que echo de menos.
Empiezan a ordenar lo que quieren mientras yo apunto rápidamente sus pedidos. Cuando la mesa se vuelve a quedar en silencio, me doy cuenta que todos han hecho su pedido menos Ray. Así que levanto mis ojos de la libreta y los fijo en él, esperando a que me diga lo que quiera para comer o beber. Ray no aparta la mirada, una mirada sería. No una alegre, ni triste, ni siquiera enfadada o decepcionada. Simplemente sería. Y no soy capaz de interpretarla. Y eso me frustra.
– Un zumo de fresa y plátano, por favor – alguien contesta por él.
Asiento con la cabeza mientras anoto su pedido. Cuando la vuelvo a levantar, Ray sigue mirándome fijamente.
– ¿Algo más? – pregunto.
Ray no me contesta. Su mirada empieza a incomodarme un poco. Le había pillado alguna vez mirándome, pero siempre me sonreía y apartaba la mirada. Ahora no. Y no puedo apartar la mirada tampoco. No es un estúpido reto a haber quien aguanta más, simplemente nos miramos. No aparto la mirada hasta que una chica de su grupo me dice que no quieren nada más. Asiento con la cabeza y me dirijo a paso rápido a dejar su pedido en cocina. Ritta me está esperando con una gran sonrisa.
– ¿Ves? Ya está solucionado.
– Pero si ni siquiera me ha hablado, solo se me ha quedado mirando – digo aún más frustrada.
– Hija mía, ¿sabes la frase de una mirada vale más que mil palabras? – asiento con la cabeza sin decir que la frase en verdad es una imagen vale más que mil palabras porqué conociendo a Ritta, lo habrá hecho a posta – pues esa era una de esas miradas.
Niego con la cabeza y atiendo a otra mesa mientras que espero que el pedido de Ray y sus amigos esté hecho. Mientras sigo trabajando noto la mirada de Ray encima de mí, pero mi mundo no se va a parar cada vez que Ray Stevenson ponga su intensa mirada sobre mí. Cuando el pedido está hecho me dirijo a su mesa y les sirvo sus bebidas rápidamente sin decir palabra.
Y así pasa toda la tarde, yo atendiendo mesas con la mirada de Ray fija en mí. No me relajo hasta que le veo salir junto con su grupito de amigos por la puerta de la cafetería. Suspiro y dejo de limpiar la mesa. No dejo de mirarles hasta que giran en la siguiente calle.
Definitivamente tengo que hablar con Ray.
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Be careful
Ficção AdolescenteTerror, es lo único que siento, pero tengo que seguir corriendo, no puedo parar. Tengo que esconderme y huir, ese es mi único pensamiento, por mí, por todas ellas, por mis padres, por mi hermana. Me caigo, me duelen los pies y las rodillas, me levan...