Capítulo4 - Compañeros de trabajo

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Había pasado la semana relativamente tranquila. Sin contratiempos y solitaria. Bueno solitaria si me olvido del hecho de que Ray ha estado persiguiéndome toda la santa semana. Juro que intento ser educada, pero me irrita que intente incluirme en un grupo que claramente yo no quiero estar. Parece ser que sigo siendo su obra de caridad.

La verdad es que a veces me da pena, el pobre chaval no ha hecho nada malo. Pero simplemente no me sale hablar y reír. Podría tan solo escucharlos y ya, pero no soy de ese tipo de chicas, y como que ser yo quien hable no es una opción, prefiero mantenerme alejada hasta que me sienta preparada. Y como no, Mike y John pertenecen al grupo de Ray, aunque no parece que hablen mucho entre ellos.

Les he estado observando como una acosadora, lo sé, vergonzoso. Pero en mis observaciones me he dado cuenta de que John no se ríe de las bromas de su estúpido amigo y que trata bien a la gente, sin burlarse. Pero tampoco se comporta como Ray, alegre y sonriendo todo el tiempo, intentado que la gente se sienta a gusto. Así que he llegado a la conclusión de que el grupo entero no le cae bien Mike pero fingen que lo soporta por alguna extraña razón que desconozco.

Y aquí me encuentro yo, después de sobrevivir una semana de instituto, en el aula de biología, un Viernes a última hora, escuchando como el profesor nombra a parejas para hacer un trabajo. Genial. A socializar se ha dicho. No tengo otra opción y tampoco quiero montar un follón para que pueda hacer el trabajo sola.

- Andrew Smith y John Thomas Berry – sigue diciendo el profesor Elba – Amelia Harper y Anthony Rayan Stevenson.

Mierda. Siempre tengo que coincidir con él. Dios dame paciencia. Le miro y veo que me está sonriendo, vuelvo a girarme y prestar atención a clase. Ya se me está haciendo costumbre su presencia.

Toca el timbre y recojo todo para irme a casa. Cierro la taquilla y empiezo a caminar rápido hacia la salida, no quiero llegar tarde al trabajo. Está bien que Ritta me trate como si fuera su nieta y me deje más dinero en el bolsillo del delantal como si fuera un secreto, pero tampoco quería tentar a la suerte y que me despidiera por irresponsable. Además, soy consciente de que Ray me está llamando.

Consigo esquivar a la multitud de adolescentes alegres y felices de que haya llegado el fin de semana. Oigo conversaciones sobre una fiesta de cumpleaños y sobre la cantidad de deberes que les han puesto. Cuando consigo llegar a la calle no pierdo el tiempo y me dirijo a mi próximo destino. Después de dos cuadras consigo relajar el ritmo hasta que siento como alguien rodea mi muñeca y tira de mí. Los segundos que tardo en chocar con el pecho de Ray, mi corazón se para y yo aguanto la respiración.

- Amelia - dice Ray recuperando el aliento - te estaba llamando.

- Lo sé pero llego tarde - digo intentando retomar mi camino pero él no me suelta.

- Hemos de hacer el trabajo, ¿recuerdas? – dice y yo le miro con cara de no soy estúpida – ¿Cuándo quedamos?

- Enserio llego tarde ya hablaremos – digo pero nada, que no me suelta. Siento que me falta el aire, me repugna su tacto, me repugna pensar que me está tocando. No puedo evitarlo. Noto como los ojos se me humedecen y antes de montar una escena elevo la voz – puedes hacer el favor de soltarme.

Él me mira cómo si no entendiera por qué se lo pido, y claro que no lo entiendo. No entiende nada. Me suela como si quemara y da un paso hacia atrás. ¡Gracias a dios! Espacio personal, por favor.

- He sido amable y he intentado ayudarte a intégrate, no te he hecho nada para que me odies y no entiendo porque me tratas así, por qué huyes de mí, yo solo...- dice pero se queda a medias ya que le interrumpo.

-¿Odiarte? Yo no te odio. - digo y respiro para calmarme. El pobre chico no tiene la culpa de haber ido a parar con una lunática – Simplemente no quiero estar ni en tu grupo ni en ningún otro.

– A nadie le gusta la soledad.

- Pues a mí sí – digo y bajo la mirada sin aguantar que esos ojos verdes me miren más tiempo.

Él se queda callado y serio. Y me sabe mal. No quería hacerle sentir mal o darle la idea de que le odio sin motivo. Es solo un buen chico que intenta ayudar a la gente. Pero yo no quiero que me ayuden, solo quiero poderme levántame un día y sentir que merezco vivir. Poder respirar sin sentir que me falta aire, poder dormir sin tener pesadillas. Y eso, él no puede hacer nada.

- Es igual, el domingo por la mañana quedamos - le digo suspirando – Llego tarde al trabajo así que ahora sí que me voy.

Empiezo a caminar sin mirar atrás. No sé si se ha movido o estará igual pero yo sigo caminando en dirección a la cafetería con un nuevo sentimiento de culpabilidad.

***

Me apoyo en la barra esperando a que saquen el pedido de la mesa tres. Hoy no hay mucha gente, así que estoy relajada. Apoyo la cabeza contra mi puño y suspiro. No he podido sacarme de la cabeza la imagen de Ray con la expresión de decepción. Si supiera la verdad ni se acercaría, dejaría de insistir y de pensar que puedo incorporarme a la sociedad.

- ¿Mal de amores? – me pregunta Ritta acercándose desde el otro lado de la barra – No deberías tenerlos aún. Eres joven. Yo te recomiendo por experiencia que primero estés con uno y luego con el otro. Pero sobre todo que no se enteren, un hombre con su orgullo herido es peligroso.

Me río bajito. No me lo puedo creer. A esto me refiero cuando digo que Ritta es la mejor jefa del mundo. Me siento cómoda con ella, sin agobios. Es la típica abuelita divertida con miles de anécdotas que contar sobre su juventud. Tiene pinta de que Ritta fue una pieza de mucho cuidado. Ella se compara con Roxie la de Grease, alegando de que Sandy era demasiado ñoña.

– No creo que sea el mejor consejo para dar a una adolescente Ritta – digo con una pequeña sonrisa y veo como hace un movimiento con la mano haciéndome saber que no importa – ojala fuera eso. Todo sería más fácil.

– A mí lo fácil nunca me gusto – dice abriendo la caja registradora – en cambio lo complicado ... Eso es otra cosa, lo complicado es emocionante.

Ojala fuera cierto. Pero en mi caso, lo que complica mi vida no es emocionante, es aterrador. Vivir con el miedo de saber que quizás llamen a tu puerta y se te lleven es angustiante. Saber que no puedes relacionarte como es debido es triste. Y saber que puedes entrar en un ataque de pánico solo porque alguien te ha cogido la muñeca, no es muy alentador.

Así que no Ritta. No siempre lo complicado es emocionante.

***

Oigo el timbre sonar y luego golpes en la puerta. El sábado me lo había pasado trabajando y al llegar me puse a estudiar hasta tarde. Sea quien sea, es insistente. Me levanto de mala gana y me dirijo hacia la puerta. La abro con fuerza y miro furiosa al chico que tengo delante, Ray. Mierda me he olvidado del trabajo.

– Habíamos quedado – me dice serio con las manos en los bolsillos de su tejano.

Le miro mal, no me digas Sherlock, pienso. He tenido una noche agitada por culpa de las pesadillas y me había conseguido a eso de las seis de la mañana. Digamos que no estoy del mejor humor.

– Mi casa no es el sitio más bonito del mundo.

– Prometo conformarme – dice volviendo a poner una sonrisa en su atractivo rostro.

Suspiro y me aparto par que pueda entrar. Ya me estaba asustando con tanta seriedad por parte de él. Entra tranquilamente observando todo hasta llegar al comedor. Y sí, tiene buen culo y espalda ancha. Me pregunto qué deporte hará. Porque definitivamente ese cuerpo se consigue haciendo ejercicio. Cierro la puerta y le indico que se siente en el sofá de segunda mano.

– Está mejor que la última vez que vine – dice mientras se sienta – muy bonita.

Y aunque tiene una sonrisa amable sus ojos divertidos le delatan que se trata de una broma. Mis labios pican por contestarle, pero me limito a asentir para hacerle saber que le he escuchado. Cojo la mochila que uso para guardar los libros, saco el de bilogía y me siento a su lado.

– ¡Bueno! Por dónde empezamos – dice con repentina efusividad.

Creo que le prefiero serio. Va a ser una mañana muy larga.


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