Capítulo 7: Encuentros inesperados

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AMBER

Bufé ante la frustración que me traía trabajar en los atuendos para el desfile, mis diseños inspirados en antiguas épocas ahora se encontraban entre la basura, completamente descartados.

La amplia clase de costura y bordado estaba en silencio, y la única luz encendida era la de mi mesa. Las luces lejanas de la ciudad se infiltraban a travez de las ventanas con las cortinas a medio cerrar, y a la noche se la escuchaba más ruidosa de lo común. Era viernes, y el resto de la población de New York parecía estar disfrutando del comienzo del fin de semana, excepto yo, que me encontraba encerrada dentro de una universidad, torturándome por encontrar inspiración en cualquier cosa que se me atraviese por la cabeza.

Sin poder soportar la ansiedad, dejé caer la cabeza encima de los libros y papeles de dibujo un poco más fuerte de lo planeado, y pernaecí en aquella posición, rendida y esperando pacientemente a que el dolor en mi frente se clamara.

Parecía ya no haber nada nuevo e innovador que crear, sentía como si todas las grandes ideas ya hubieran sido realizadas por otros diseñadores. Pero decidí darle un merecido descanso a mi creatividad e ir al baño.

Caminé por los pasillos desiertos con cautela, Parsons no parecía muy grande cuando se encontraba llena de alumnos apresurados por llegar a sus clases y protestas por la falta de telas y máquinas, pero ahora que los únicos que nos encontrábamos ahí era Henry, el guardia al que he tenido que sobornar con un croissant de desayuno, la universidad parecía amplia y solitaria, casi un tanto aterradora.

Cuando pasé por enfrente de la puerta de entrada y el escritorio del guardia, le dediqué una sonrisa cordial y le indiqué con el dedo que me dirigía al baño, con el objetivo que no pensara que estoy haciendo algo más que estudiar.

Una vez que me encontré dentro, me vi obligada a encender las luces, y me miré al espejo para corroborar mi aspecto. Lamentablemente, me encontré justo con lo que temía. Ahora mis ojos estaban acompañados de dos grandes ojeras debajo de ellos, y mi cabello se encontraba despeinado y desprolijo.

Luego de hacerme un medio moño a lo alto de mi cabeza, me lavé el rostro lo mejor que pude para refrescar mis ideas.

Me encontraba en mi camino de vuelta cuando frené de golpe al pasar por la puerta que llevaba al gran depósito de tela, y me vi inconscientemente obligada a ver si, por casualidad, esta se encontraba abierta.

Para mi sorpresa, en el momento en que giré la perilla de metal, la puerta se abrió, y unas luces automáticas se encendieron una por una, dejando al descubierto los muchos rollos de fábrica que la universidad entregaba a sus alumnos para sus proyectos.

Permanecí de pie en el marco de la puerta por unos segundos, insegura de seguir adelante. Si el guardia me descubría allí, eso sería todo para mi, y no me dejaría venir a trabajar de noche nunca más.

Pero luego de corroborar que este no se encontrara casualmente divagando por los pasillos, dí un paso hacia adelante y cerré la puerta a mis espaldas.

En un intento por encontrar un destello de inspiración al hurgar por las muchas telas estratégicamente colgadas y ordenadas por estilo y color, comencé a recorrer los pasillos.

Allí, encontré todo tipo de telas, seda, lino, gabardina, y cosas como colores reflectantes, estampados de todo tipo de estilos y diseños... pero nada llamaba mi atención.

O eso creía, hasta que unos rollos sin abrir al final del corredor me hicieron frenar. Se trataban de un cuero negro y puro, y a su lado, un cuero sintético que lucia casi idéntico como el real, y una tercera tela de charol negro que brillaba con el reflejo de las luces del techo.

HELLBORN: El regreso del fuego [En curso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora