AMBERLlegué al gimnasio en unos 15 minutos, ya era tarde y la calle estaba desierta, algo poco común para la ciudad.
Cuando entré por la puerta trasera que conectaba el interior del lugar con el estacionamiento, noté que todavía había una clase de yoga transcurriendo en el salón, y aproveché para ir al baño al notar que Jim no había llegado.
Cuando salí del vestuario y me percaté de que mi entrenador todavía no se encontraba allí, así que me adentré al salón de karate vacío para esperarlo.
Una vez que todas las tías con sus pequeñas colchonetas se retiraran, me aseguré de bajar las cortinas de las ventanas que daban hacia el ring y el resto del gimnasio, y comencé a entrar en calor, dando pequeños golpes al aire y patadas a media altura del muñeco de felpa.
Para el momento en que escuché la puerta abrirse, ya habían pasado unos diez minutos, pero al voltear reconocí que no era quién esperaba.
En lugar de un viejo canoso con un bastón de madera, había un joven de cabello rapado, anteojos, y tatuajes que se le escapaban de la camiseta de manga corta que llevaba puesta.
Mi respiración se encontraba agitada por culpa de mi esfuerzo físico, y ahora lo miraba con pequeñas gotas que comenzaban a recorrer mis sienes.
–Lo siento, necesito tomar guantes de la escuela para un alumno. –habló él con tranquilidad mientras apuntaba hacia un canasto con guantes, que por alguna razón se encontraban allí dentro y no al lado del ring, donde solían estar.
–Está bien, pasa. –le informé con una pequeña sonrisa, mientras me volteaba para continuar con mi calentamiento.
Con el rabillo del ojo lo observé tomar los guantes, y cuando estuvo a punto de abrir la puerta, se detuvo para mirarme.
–Tienes buena forma, un gancho rápido. –me halagó mientras se pasaba los pequeños guantes de una mano a la otra.
Frené de golpe para prestarle atención nuevamente, y esbocé otra sonrisa al escucharlo.
–Gracias.
–¿Porque nunca te veo en el ring? Deberías boxear. –me recomendó, como si estuviera desperdiciando mis habilidades.
Largué una pequeña risita antes de hablar.
–No, gracias, tengo otras... inclinaciones. –le di a entender.
Mientras hablaba, me apoyé sobre el hombro del muñeco de entrenamiento para descansar mi cuerpo cansado.
–¿Cómo? –se interesó de repente.
El joven ya comenzaba a molestar.
–No entreno para boxear, entreno para defenderme. –expliqué.
El joven alzó las cejas al escucharme, y vi como entreabrió la boca mientras su cerebro parecía tomar sus conclusiones.
–Ah, de acuerdo, nos vemos. –se despidió finalmente.
–Nos vemos. –repetí.
Largué un suspiro al escuchar como la puerta se volvía a cerrar, y observé mis cosas a un costado de la sala, mi larga espada se encontraba totalmente expuesta y no me había percatado de aquello.
Debía tener más cuidado para que no empezaran a correr rumores dentro del gimnasio.
Pero mis pensamientos se esfumaron cuando escuché como a mi celular le entraba una llamada.
Se trataba de Philip, reconocía el tono. Así que luché en mi cabeza entre contestarle o no, pero mi curiosidad le ganó al resentimiento.
–Hola –le contesté con poca emoción.
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HELLBORN: El regreso del fuego [En curso]
Fantastik"Para el hijo del diablo, romper las reglas es básicamente una obligación." "Todo ese dolor que estas sintiendo, úsalo, conviértelo en poder." Pasaron 3 largos años desde la última vez que la rubia escuchó sobre él, y ahora ella parece tenerlo todo...