Capítulo 18

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—¿Puedo hacerte una pregunta?— le pregunta Elena a Dolores cuando estaban por llegar al pueblo.

—¿Es sobre tu hermano?— preguntó Dolores un poco asustada de que Elena se molestara con ella.

—No quiero saber qué haces con mi hermano— dijo Elena rápidamente—, ambos son grandes y saben lo que hacen. Sólo no arruinen mi mentira. Yo... yo quería saber si alguna vez te habías acostado con Mariano, si él había sido tu cliente— preguntó Elena con miedo de que su "prima" se sintiera ofendida por su pregunta.

—Mariano no se acuesta con las putas del burdel, sólo bebe algo con sus amigos hasta que se cansa y vuelve a su casa. Ha bailado tango con algunas de nosotras, pero más que eso no. Créeme, todas quieren alardear de que se acostaron con el alcalde, pero ninguna lo ha logrado. Así que la respuesta a tu pregunta es no, nunca me acosté con Mariano.

—Lamento si te ofendí con mi pregunta. Ya sabes, la única amiga que tengo era su amante así que quería saberlo.

Dolores no le dio importancia a la pregunta y siguió mirando por la ventana; estaba más que nerviosa por su "presentación" como Dolores. Mientras estuvo en la ciudad, Antonio la ayudó con todos los datos que le darían base a su mentira y enseñándole ciertas actitudes que debía tener una mujer de su nueva clase social.

Llegaron al pueblo con el corazón acelerado y los nervios a flor de piel: Dolores rogaba que nadie la reconociera y Elena no podía esperar a ver a Mariano; aunque eso no sucedería hasta dentro de una semana.

Todos miraban curiosos a la extraña mujer que se bajaba del coche de Elena, algunos espantados al ver una mujer del mismo estilo que la nieta del fundador. Otros, acostumbrados a Elena, sólo se quedaron pasmados por la belleza de la mujer a su lado. Nadie la había visto nunca.

Magdalena llamó a la puerta horas después de enterarse que su preciada amiga había vuelto al pueblo para contarle todos los jugosos detalles que se había perdido en su ausencia.

—Magdi, ella es mi prima Dolores— la presentó—. Bueno, en realidad era la esposa de mi primo. Vino de España hace una semana.

—Oh, lamento mucho su muerte— dijo Magdalena observando a la mujer—. Bienvenida al pueblo, yo soy Magdalena; cualquier cosa que necesites, puedes pedirme. De todos modos, siempre estoy aquí o Elena está en mi casa. Así que nos veremos seguido.

Dolores le sonrió y se sentaron a tomar el té en la sala de Elena.

—Bien, tienen que saber todo lo que ha pasado— empezó Magdi—. La noche de tu cumpleaños, asesinaron a un hombre en el burdel.

Elena y Dolores fingieron sorpresa, tal y como habían ensayado días atrás; sabían que la noticia estaría en boca de todos y no las podía tomar desprevenidas.

—Nadie sabe quién lo hizo— siguió—. Hasta ahora no han declarado nada, imagínense; nadie quiere decir que estaba en ese lugar. Mariano y la policía se están haciendo cargo de todo.

—¿Lo conocíamos al hombre?— preguntó Elena.

—No, vivía en las afueras del pueblo. Tenía esposa e hijos, están devastados. Encima lo mataron en ese lugar, es obvio lo que hacía ahí. Toda su familia quedó manchada.

—Lo siento, discúlpenme.— se excusó Dolores y salió de la sala.

—Lo siento— se disculpó Elena por ella—, a mi primo lo asesinaron en un asalto; es un tema delicado para ella. Aún no lo supera.

—Ay, lo siento muchísimo, Elen.

—No te preocupes, no lo sabías.

—¿Y se quedará aquí por mucho tiempo?

La venganza de ElenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora