Capítulo 19

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—Augusto...— dijo Elena saliendo de su asombro— ¿qué haces aquí?

—Me he enterado de que has estado en Buenos Aires y no he podido verte. Así que decidí venir a visitarte y aquí estoy.

—Elen... Mariano estaba aquí y ha visto todo— le informó Dolores haciéndose presente en la escena—. Había venido buscándote...

—Acompáñame.— le ordenó Elena a Augusto y salieron de la casa.

—¿A dónde vamos? ¿Quién es Mariano? Respóndeme algo— pidió al ver que su amiga no tenía intenciones de responderle sus dudas.

Elena no pudo responderle porque vio a Mariano a lo lejos y apresuró el paso para alcanzarlo, lo llamó de lejos hasta que éste se dio vuelta. Elena y Augusto llegaron a su lado, pero Augusto se le adelantó a Elena.

—Usted es el alcalde, ¿verdad? Un gusto conocerlo, yo soy Augusto Márquez, el prometido de Elena.

Elena vio la decepción en la mirada de Mariano y quiso matar a Augusto por lo que acababa de decir. Mariano se alejó dando una sonrisa falsa, sin darle oportunidad a ella para que le explicara cómo eran las cosas realmente.

Elena corrió en dirección a su casa nuevamente con un confundido Augusto siguiéndola. Se empezó a hacer una idea de quién era ese Mariano y cuál era su historia con Elena, quien entró corriendo en la casa y se encerró en su habitación.

—¿Tú quién eres?— le preguntó Augusto a Dolores un poco frustrado con la situación.

Dolores entró en pánico; no tenía ni la más mínima idea de quién era ese hombre ni qué tanto conocía a Elena.

—Dolores Gallardo— dijo un poco incómoda—. ¿Tú quién eres y por qué has desarmado a mi pareja favorita en sólo 5 minutos?— intentó cambiar el rumbo de la conversación.

—¿Ellos están juntos?— preguntó Augusto completamente sorprendido; no podía creer que Elena estuviese enamorada de alguien.

—Están enamorados, pero ninguno de los dos quiere aceptarlo— dijo Dolores dejándose caer en el sillón—, son demasiado orgullosos. Así que andan besándose de aquí para allá, sin aclarar sus sentimientos. Pero no puedes decir nada porque nadie en el pueblo lo sabe.

—Oh, soy un idiota, entonces. No tenía idea de esto; Elena no me ha contado nada al respecto en sus cartas. La conozco hace años y nunca la he visto enamorada de nadie, ni siquiera atraída por alguien. Seguro crees que soy un imbécil, pero desde siempre he querido lo mejor para ella, lo sigo queriendo. Debo ir a hablar con ese Mariano.— dijo decidido, levantándose del sillón en el que se había sentado.

—Tú no irás a ningún lado— dijo Elena entrando en la sala—. No vale la pena.

—Oh, Elen, lo siento. Yo no sabía que tenías una historia con este hombre, lamento todo lo que dije. Déjame hablar con él de hombre a hombre, le haré saber cómo son las cosas.

—No tienes que aclararle nada. No puede tener el descaro de enojarse conmigo como si esta mismísima mañana no lo hubiese visto saliendo de la casa de su amante. A ti no te reconoció, ¿verdad?— le preguntó a Dolores.

—He mentido como una profesional, me está haciendo mal juntarme contigo— bromeó—. En serio, no sospechó de nada.

—¿Quién es ella?— preguntó Augusto más confundido que antes.

—Una mujer que estoy ayudando. Pero que le hacemos creer a todo el mundo que es la viuda de mi primo y que se está quedando conmigo porque aún sigue muy deprimida, es lo único que necesitas saber. Intenta no meter la pata.

La venganza de ElenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora