Capítulo 20

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Tres meses habían pasado, Elena y Mariano mantuvieron su promesa y no hablaron ni una sola vez. Y aunque a Mariano le costó no hablarle, no lo hizo. Aunque lo mataba por dentro pensar qué le sucedía a Elena a quien veía peor cada día: sus ojeras se habían pronunciado intensamente y ahora parecían de un color violáceo, sus ojos verdes habían perdido el brillo que los caracterizaba y parecía haber envejecido 10 años en tan sólo semanas.

Mariano necesitaba saber la razón en la desmejoría de Elena, pero no tenía a quien consultar: Magdalena e Isabel no le dirigían la palabra, la primera porque la había lastimado y la segunda porque había lastimado a Elena. Dolores tampoco le hablaba, no porque estuviese enojada con él sino porque temía que él la descubriera.

Isabel y Carmela volvieron una semana después del fin de la relación de Mariano y Elena y se encontraron con la casa revolucionada: una nueva prima y un amigo instalados, Elena presente físicamente, pero ausente en espíritu y nadie que se encargara de los mandados. Así que tuvieron que ponerse manos a la obra para que la casa no se fuera a pique, sin siquiera poder descansar por todo el trabajo que había implicado mejorar la salud de su hermana.

Dolores se la había pasado extrañando a Antonio, intercambiaban cartas esporádicamente pero no era igual a tenerlo físicamente a su lado. Su nueva vida era un poco abrumadora, pero era definitivamente mejor que vivir en el burdel. Había estado ayudando a Elena en la escuela y a Carmela en los oficios de la casa, también estaba aprendiendo a coser y tejer; como haría cualquier viuda.

Anhelaba la compañía de Antonio y no veía la hora de que él se apareciera en su puerta sólo porque la extrañaba y quería estar con ella. Creyó que quizá debería dejar de esperar algo así, que quizá Antonio era sólo otro hombre más cautivado por su belleza y su destreza como amante y que, en realidad, ella no le importaba en lo más mínimo. Su cabeza era un lío cada vez que sus pensamientos iban en esa dirección por lo que trataba de sacarlos a la luz sólo en los momentos de soledad en su habitación; no podía permitirse llorar por "su primo" frente a alguien más. También sabía que Elena estaba pasando por un momento difícil y que, por más que le había insistido, se negaba a abrir la boca.

Dolores deseaba ayudarla, así como Elena lo había hecho con ella, pero parecía que no quería que nadie la ayudara porque en los últimos meses no había hecho más que alejarse de la persona que solía ser; ni siquiera Magdalena la visitaba tan seguido por los malos tratos que había recibido de su parte. Todos a su alrededor estaban desesperados porque ya no sabían qué hacer para que mejorara, para que volviera a ser esa mujer extrovertida y feliz que solía ser. Así que ahí llegó la idea de Dolores:

"Escalanda, 19 de septiembre de 1920.

Mi querido Antonio:

Te suplico que no le informes a tu hermana sobre lo que te escribiré en las siguientes líneas. Estamos muy preocupadas todas aquí.

Desde hace meses tu hermana no está bien: de un momento a otro empezó a perder el brillo que la caracteriza, parece alterada y paranoica todo el tiempo, creemos que es poco lo que duerme o al menos eso es lo que sus ojeras nos demuestran. No sabemos qué sucede porque no se lo ha querido decir a nadie y estamos muy preocupadas por ella.

No sé con certeza si tú pudieras hacer algo al respecto, pero ya no sabemos qué más hacer. Tememos por ella. Si pudieras hacerte un tiempo y venir aquí, sería de gran ayuda.

Dolores."

¿Qué sucedía entonces con Elena Escalante? Las cartas de sobre rojo. Elena estaba enloqueciendo por culpa de esas cartas; quién las enviaba se la pasaba amenazando a sus seres queridos. La amenazaba con que los lastimaría si ella no hacía lo que le fuera ordenado. Así era como la vida de Elena se había destruido; si les daba comida a los niños, Julio desaparecería; si se acercaba a Mariano, Isabel sufriría las consecuencias; si gastaba su dinero en alguien que lo necesitara, Dolores tendría un aparatoso accidente; si seguía ayudando a las personas de los barrios más pobres, Magdalena lo pagaría.

La venganza de ElenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora