31. Lo peor de mí

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—Se me había olvidado agradecerte por lo que hiciste por mi papá

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—Se me había olvidado agradecerte por lo que hiciste por mi papá.

Las cejas de Miranda subieron casi hasta el nacimiento de su cabello con interés. La mirada gélida que le lanzó a Parker, hizo que se le erizara el vello de la nuca.

A pesar de que sus ojos decían lo contrario, los labios de Miranda se curvaron en una sonrisa que temblaba en las comisuras. Su vista se posó en Karla, quien estaba esperando inocentemente su desayuno.

—¿Ah, sí? ¿Y qué hizo por tu papá? —preguntó, con un tono impregnado de desprecio al pronunciar la última palabra.

Parker observó con pánico la mano de Miranda que sostenía el café. Estaba temblando y por alguna razón, Parker tenía el presentimiento de que ella quería apretar el vaso de plástico hasta que todo el café saliera disparado como una fuente de su mano.

Karla se volvió con su desayuno en la mano y se quitó de la fila para dejar que pasara el siguiente, abrió la boca para responder pero Parker agrandó los ojos en una señal de auxilio para que ella no dijera nada.

Por favor, no lo digas. No lo digas. Pensó Parker, desesperado, sentía que las manos habían empezado a sudarle. No era nada malo, al menos lo que Karla sabía. Pero si Miranda iba a enterarse, él se lo diría. Nadie más.

—¿Sabes qué? —dijo Miranda, negando con la cabeza y levantando su mano libre para indicar que parara, aún cuando Karla no había pronunciado palabra—. Olvídalo. Haré que lleguen tarde a clases. Me voy —depositó su mirada apagada sobre Parker y asintió en dirección al café—. Gracias por esto.

Hizo amago de irse, dándose media vuelta, pero Parker la retuvo poniendo suavemente una mano en su antebrazo. Los ojos de Miranda viajaron hacia allí como si su simple toque le quemara y le molestara. Y cuando lo miró de vuelta, sus ojos cafés se habían oscurecido, inundados de una decepción que opacaba el brillo de felicidad que había existido en ellos hacía tan solo unos minutos atrás.

—Miranda —el nombre de la chica que quería salió de sus labios como un ruego—, por favor...

Quería explicarle, tenía que explicarle. Lo menos que quería era que se fuera así cómo si no estuviera desprendiendo enojo por los poros. Miranda se deshizo de su agarre lentamente, sin mirarlo.

—Hablamos después —dijo, y se dio media vuelta, alejándose de él. Y su voz sonó tan bajita que le costó escucharla.

Ver a Miranda alejarse le dolió como si le hubieran clavado algo en el corazón. No estaba bien, y lo sabía. Y era su culpa por querer arreglar la vida de todo el mundo.

Quería salir corriendo tras ella y decirle que no era la gran cosa, pero no podía. Para ella probablemente lo fuera. Conocía lo suficiente a Miranda como para saber que en esos momentos lo mejor era dejarla sola.

Algo hermoso |Amar de nuevo 1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora