9. Atando cabos

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—¿Embarazada? —Los ojos azules de Parker se abrieron muchísimo y miraron a Alejandro con sorpresa—. ¿Cómo pasó? —Frunció el entrecejo y observó a su amigo colocarse un par de guantes antes de tomar la compresa caliente en sus manos—. Digo, obviamente sé cómo pasó. A lo que me refiero es...

—Sé a lo que te refieres, Parker —Alejandro rodeó la muñeca hinchada y rojiza de Parker con la compresa.

Parker aspiró aire, intentando acostumbrarse al calor filtrándose por su piel.

Alejandro consultó el reloj en su mano izquierda y luego miró a Parker a los ojos.

—Estábamos borrachos, los dos. Con dificultad puedo recordar qué pasó esa noche.

Parker soltó una risa amarga.

—No hablemos de dificultades para recordar, por favor.

—Tienes razón. Lo siento. De cualquier manera, ya no importa. Ya no está embarazada, se acabó.

Su amigo negó con la cabeza y bajo la vista hacia la compresa en la mano de Parker. Y él sospechó que era para no mirarlo a los ojos. Se sintió mal enseguida por lo que estaba pasando y quiso darle algunas palabras de ánimo.

—Alejandro...

—No me digas que lo sientes —lo miró por fin, sus ojos cafés estaban apagados pero curvó sus labios en una sonrisa—. Estás aquí, con la muñeca fracturada y toda tu carrera dependiendo de todo lo que suceda a partir de ahora y además de eso tienes amnesia. Y estoy llenándote con mis problemas como si no tuvieras que lidiar con los tuyos.

Su amigo volvió a ver el reloj y quitó la compresa de la muñeca de Parker. Tomó otra que estaba al lado en una cubeta llena de hielo para mantenerla a baja temperatura y se la colocó en el mismo lugar. Parker apretó la mandíbula con el cambio repentino de temperatura, pues ya su piel estaba acostumbrándose al calor.

—No entiendo cómo no me lo dijiste antes. Sé que estabas en San Francisco y que teníamos algún tiempo sin hablar, pero...

—No se lo había contado a nadie. Básicamente eres el primero.

—¿Tu familia no lo sabe?

Alejandro negó con la cabeza.

—No. Bueno, la noche que te colgué porque mi hermana estaba llamando, se lo dije a medias.

—¿A medias?

Alejandro asintió.

—Le dije que me habían despedido y tuve que mudarme de regreso a San Diego, pero no le dije que embaracé a mi jefa.

Volvió a quitarle la compresa fría y Parker vio su mano. La hinchazón estaba bajando poco a poco, pero aún faltaba para que disminuyera por completo. Volvió a sentir la compresa caliente.

Algo hermoso |Amar de nuevo 1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora