Después de que su dedo presionó el timbre, el arrepentimiento que lo invadió le hizo da un paso hacia atrás con nerviosismo. No debía estar ahí, no tenía por qué. Miranda no le había contestado sus mensajes. Donde él le había dicho que quería verla, ni siquiera lo había visto y eso era peor, porque significaba que lo había ignorado.
Y aun así, estaba de pie frente a la puerta de su casa, sosteniendo con tanta fuerza la caja que tenía en sus manos que sus nudillos estaban blancos.
Su lógica le invitaba a irse, era obvio que si Miranda quisiera verlo lo habría buscado, o al menos le habría respondido el mensaje. Pero también existía la posibilidad de que estuviera esperando que él diera el primer paso y era por eso que su corazón le suplicaban quedarse, si había una mínima oportunidad de verla antes de irse, entonces la tomaría. A pesar de que sus pies picaran por salir corriendo.
Ya había presionado el botón, no había vuelta atrás. Si Miranda salía y le insultaba, lo aceptaría. Y si era su día de suerte, no habría nadie en casa y él podía seguir con su vida.
O mejor no averiguar si Miranda estaba. Se volvió, dispuesto a irse por dónde vino, cuando el sonido de la puerta abriéndose le interrumpió su escapada.
Parker apretó los dientes, regresando a su antigua posición. La puerta se abrió de golpe, mostrando a una ajetreada Verónica acomodándose un albornoz a toda prisa. Su mirada gris chocó con la de Parker y abrió los ojos con sorpresa.
Se relamió los labios y esbozó una sonrisa nerviosa, Parker enseguida se preguntó qué había interrumpido. Porque era obvio que había interrumpido algo.
—Oh, hola, Parker —Verónica relajó los labios—. ¿Qué te trae por aquí?
Parker sintió que el corazón se le cayó a los pies. ¿Cuánto más tendría que fingir que no estaba destrozado?
Su expresión debió haber cambiado, porque la de Verónica se transformó en comprensión. Apretó los labios en una fina línea.
—Miranda no está —dijo suavemente, como si intentara no hacerle daño, pero el daño ya estaba hecho—. Está con su mamá. Fuimos ayer y ella se quedó a dormir.
Parker asintió, relajando el agarre que tenía sobre la caja. Parpadeando, le dio una ligera sonrisa a Verónica.
—Está bien... Supongo que es mejor así. ¿Podría dejarte algo para ella?
Los ojos de Verónica se detuvieron sobre la caja que Parker llevaba y su ceño se frunció enseguida.
—¿Qué es eso? —lo señaló con el índice.
Él se aclaró la garganta.
—Es... —su voz se quebró por un momento, lo cual era una estupidez, no tenía sentido. Soltó una risa torpe, sintiéndose el ser más ridículo del planeta y reunió fuerzas para no hablar como si no quisiera echarse a llorar ahí mismo —Es una silla... La que usa para trabajar es muy incómoda. La encargué la mañana de su tesis porque quería regalársela. No haré nada con ella en casa, es suya. Así no estemos juntos, igual la compré para ella.
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Algo hermoso |Amar de nuevo 1|
RomanceLos amores de verano son intensos, y al igual que las olas del mar, duran muy poco antes de estrellarse en la orilla y deshacerse en espuma. 🌊🌊🌊 Miranda está dispuesta a tomarse sus pequeñas vacaciones con calma, sin las preocupaciones de la vid...