15. El cuerpo humano

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—No puedo creer que no me lo hayas dicho antes —Miranda le lanzó una mirada de reproche a su hermano y luego volvió la vista hacia el frente

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—No puedo creer que no me lo hayas dicho antes —Miranda le lanzó una mirada de reproche a su hermano y luego volvió la vista hacia el frente.

—En mi defensa, tú no me habías dicho lo de Diego —Alejandro estiró la mano y agarró la lata de refresco frente a él, llevándosela a los labios—. Ni tampoco lo de Parker, te recuerdo.

—Bueno, señor rencoroso, perdóname por no llenarte la cabeza con mis problemas románticos. Y en ese momento te conté lo de Diego.

—Pero no lo otro. Y yo no te conté lo mío por completo, así que estamos a mano.

Miranda volvió la vista de nuevo hacia su hermano.

—¿Estás bien?

Alejandro la miró e hizo una mueca.

—Por Dios, no me mires así, Miranda. Precisamente por eso no te lo había contado, esas miradas de lástima te las puedes guardar, que ya sabes que no me gustan. Estoy bien —miró hacia el frente, señalando la proyección que Miranda tenía reproduciéndose en la pared—. Me gusta la fachada, ¿la dejarás así o es solo una idea? ¿Cómo se te ocurrió lo de la concha marina, por cierto? Se ve genial.

—Me hubiera gustado que me lo contaras antes, hubiese estado para ti y no te habría tratado como te traté.

Alejandro rodó los ojos.

—Y según tú, ¿cómo me trataste? No soy un plato de cristal que va a romperse por no haber tenido un hijo, Miranda. Ya pasó, ya lo superé. Y ni te atrevas a decírselo a mamá. Esto queda aquí, muere aquí. Olvidemos que pasó —Alejandro la miró con sus cejas castañas arqueadas—. Además, ni siquiera iba a decírtelo. Pero después me sentí mal por ocultártelo. Por favor no vayas a ponerte intensa con esto —su hermano sacudió la cabeza—. Mira, ya sé que estás acostumbrada a escuchar los problemas de tus amigas y que se dan bonitos consejos entre todas. Pero, eso no funciona conmigo y lo sabes.

Ella resopló y se estiró para agarrar el recipiente entero de cotufas que descansaba en la mesa de centro, lo colocó en su regazo y se metió un puñado a la boca.

—¿No vas a responderme? —Alejandro la miró de forma interrogante.

Miranda se encogió de hombros.

—Ya dijiste que no querías que te diera bonitos consejos. Así que me los voy a tragar.

Él soltó una carcajada.

—¿Vas a molestarte y vas a ignorar mis preguntas acerca de tu proyecto?

—Cállate. Y agradece estar vestido todo elegante, o ya tendrías la mitad de estas cotufas encima.

Su hermano alzó el dedo índice y se alejó de ella en el sofá.

—Ni se te ocurra llenarme de grasa, que tengo que ir a la entrevista en un rato y no puedo oler a maíz frito y mantequilla.

Algo hermoso |Amar de nuevo 1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora