Capítulo 25

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Michelle

—Así que tú eres la que está vendiendo, linda —su voz hizo que se me acelerara el corazón por los nervios—. De todas las personas, nunca espere que fueras tú la que nos hiciera competencia, Michellcita.

Se abre la puerta del baño y veo al Gonzalo apoyado en el marco de la casilla.

—¿Algo que decir, linda?

Michelle, tienes dos opciones: confesar las cosas o fingir demencia, creo que la segunda es la mejor.

—No sé a qué te refieres —me levanto de la tapa del baño y salgo—. Además, si vendiera, cosa que no hago, no sería tan tonta para dejar que justamente tú te dieras cuenta —sigo avanzando para poder llegar a la puerta del camarín y poder irme.

—Pero, linda —se pone enfrente mío antes de que pudiera salir y cierra la puerta—, si fuiste así de tontita para que yo te atrapara —se empieza a acercar hasta que mi espalda choca con la muralla—. ¿Qué estás dispuesta a hacer para que no le diga a los demás que tú eres la que está vendiendo? —se acerca a mí dejándonos muy pegados—. Sabes que si la información llega a la directora te pueden expulsar, ¿No?

—¿Qué quieres? —lo miro con el ceño fruncido.

—¿Así que estas aceptando que te atrape? —sonríe—. No esperaba que te rindieras tan fácil, en especial conociendo tu carácter.

—No parece que fueras a parar a menos que confiese. Sin embargo, las palabras son tan débiles, que sería demasiado sencillo desmentir lo que digas —ahora yo soy la que acorta la distancia intentando intimidarlo—. No creas que tienes la ventaja aquí, puedo revertir la situación en un instante si intentas amenazarme.

—Nunca te he amenazado, me duele que pienses eso de mí —se pone la mano en el pecho—. Pero, si alguien le fuera con el cuento a la directora, ¿No sería más convincente tener pruebas? Que mal que nadie tiene pruebas de lo que estaba pasando. Espera, si las hay —sacude frente a mí la bolsita que le había dado antes—. ¿Todavía crees que me puedes ganar aquí? —sonríe mientras pasa su mano por mi mejilla y me hace inclinarla para poder mirarlo—. Siempre gano en este tipo de juegos, linda.

—Debe ser porque la única que wea que sabes hacer es jugar, ¿No? —suelta una carcajada que me produce escalofríos y no de los buenos.

—Veo que ya nos estamos entendiendo —sonríe y me entran las medias ganas de pegarle—. Entonces... ¿Seguirás pretendiendo que no te atrape o dejamos que le llegue el cuento a la dire?Tengo dos opciones...

Uno, le pego un rodillazo en su cosita y cuando este tirado en el suelo le quito la bolsita con mota, para después fingir que nada paso...

O dos, hago lo que quiere.

Podría arriesgarme y hacer la uno, pero, aunque lo hiciera, el culiao seguiría detrás mío buscando alguna wea para chantajearme y me echaría al agua.

Lo cual haría que me expulsarán, quizás y llamen a los pacos porque estaba vendiendo algo ilegal en un establecimiento de menores de edad... y quién sabe qué wea más.

Así que, solo me queda la dos, pero de una u otra forma voy a salir de esta wea y le voy a devolver esto al conchesumare del Gonzalo.

—¿Qué es lo que quieres? —suspiro rendida.

—Algo muy simple —acerca su cara a la mía—. Pero lo verás después —escuchamos que tocan el timbre—. Nos vemos después, linda —me da un beso en la mejilla, se aleja y se va del camarín.

Le pego a la muralla con fuerza mientras suspiro.

—Puta la wea —murmuro.

De todos los weones del colegio tenía que ser justo ese conchesumare el que cachara que yo era la que estaba vendiendo. Ahora tengo que lidiar con que ese tipo no diga nada.

Entre cuicos [Chilena] #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora