Capítulo 28

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Michelle

—Vaya, si que sabes sacar tus garras.

Me doy vuelta y veo al Gonzalo sonriendo.

—Mientras sea para defender a los míos, créeme que siempre lo haré —avanzo para poder pasar al lado de él e irme.

—Ojalá fuera uno de los tuyos.

—Ni en tus mejores sueños, bonito —le pego una palmadita en el hombro y avanzo más rápido para no estar cerca de él.

—Pero, si quisiera ¿Qué tendría que hacer para ser uno de los tuyos? —me alcanza y se pone a caminar conmigo—. Digo, en el caso hipotético.

—Bueno, en el caso hipotético de que te fuera así... —hago como que me pongo a pensar, porque realmente es muy raro que me ponga a pensar por mi cuenta, para qué andamos con cosas—. Lo típico, ser buena gente, ser leal, ser tela y... así como requisito principal sería no creerse el hoyo del queque.

—Las primeras tres cosas ya están aseguradas, pero con la última-

—Con esa estás perdido.

—¿Por qué?

—¿Me vas a decir que no te consideras el hoyo del queque?

—Bueno, la verdad... —hace como que la piensa—. No es mi culpa que todo tu mundo gire en torno a mí, bonita. Ya sabes porque soy el mejor en-

Ni dejo que termine y empiezo a caminar más rápido para ir al quiosco, me doy vuelta para cachar si me sigue, pero el muy weon seguía hablando consigo mismo sobre lo maravilloso que es.

Se da cuenta de que ya no estoy con él y me empieza a buscar, lo bueno es que alcanzo a esconderme antes de que me vea. En esa llega el resto de la monada y se quedan con el.

Parece que le preguntaron sobre qué estaba haciendo porque se rasca la nuca nervioso y eso solo causa que me dé más risa.

Espero a que se vayan y salgo de mi super escondite para ir al quiosco.

—Esperate, un poco más lento que no te entendí —me dice el Julian—. Ayer al enano lo estaban molestando por tal y tal cosa —asiento—. Y después te enteraste que quien había empezado a molestarlo había sido su pololita de antes —vuelvo a asentir—. Y ahora en el recreo que encontraste con la niña y la puteaste.

—Tampoco es que la haya puteado, solo tuve una... emm... conversación.

—Ja, claro. Y yo soy la reina de Inglaterra —dice la Pau y le hago un hoyuo.

—Tu callate, que todavía estoy procesando la información. Regresando al tema —me mira—. Y después de eso te encontraste con el Gonzalo —asiento—. Pero no pasó nada, ¿Verdad?

—¿Por qué suena como si estuvieras insinuando algo, Julián?

—Digamos que cada vez que te encuentras con él pasa... algo. Si no te amenaza, se te pela, si no es para decirte algo de tu hermano y...

—Si, si, ya entendí.

—No te voy a dejar más sola en el colegio, siempre que andas sola te mandas alguna cagada —dice la Pau.

—Pero si yo-

—Es verdad, princesa, siempre te mandas una cagada —dice el Alonso moviendo una silla para sentarse al lado mío.

—¿Y tú qué haces acá?

—Tan linda como siempre —hace una mueca y me despeina—. Nos aburrimos en la sala y vinimos para acá.

Entre cuicos [Chilena] #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora