Capítulo 29

114 9 0
                                    

Michelle

—A prepararse, nos vamos en unas horas —dice el Manu.

—Muy bien, primero te voy a sacar pan porque estoy cagada de hambre —le dice la Lou.

—¿No comiste en la casa del Diego? —le pregunta el Joseph.

—Ella no fue a comer a la casa del Diego, fue a comerse al Diego —dice el Juano y la Lou se pone roja.

—No webeen, ustedes hacen lo mismo —la Lou entra rápido a la cocina mientras intenta tapar su carita roja—. ¿Quién más va a querer pan? —pregunta.

—¡Yo! —respondimos todos.

—Te voy a ayudar —le dice el Seba y entra en la cocina.

—Yo me voy a bañar, sigo todo sopeado —el Manu sube las escaleras y se escucha como se cierra la puerta.

—Y yo pues... —empieza a decir el Joseph—. No se me ocurre ni una wea. Me voy a la cocina porque no tengo ni la más mínima intención de quedarme en la misma habitación que ustedes dos.

Se va caminando rápido a la cocina. El Juano y yo nos miramos y nos pusimos a reír.

—¿Qué es lo que piensan de nosotros estos giles? —dice con una sonrisa.

—Ni idea —le devuelvo la sonrisa.

El Juano se pasa la mano por el pelo y unas gotitas caen por su cuello. Mis ojos en seguida empezaron a seguir las gotitas de agua que bajaban por su cuello y me tenían por su polera.

Lo malo es que no pude ver por donde seguían, pero como el Juano tenía la polera media pegada al cuerpo se marcaban sus pectorales y su abdomen.

Digamos que ya en este punto mi cabeza estaba pensando en miles de escenarios y no muy sanos que digamos.

—Ven, déjame secarte el pelo. Ya está haciendo frío y te puedes resfriar —le saco la toalla del cuello—. Pero necesito que te sientes, mis bracitos no son lo suficientemente largos como para llegar a tu pelo.

—Yo podría ayudar con eso —se acerca y me toma de la cintura haciendo que me ponga roja por las cosas que pasaban por mi cabeza.

—Siéntate —le digo sin mirarlo a los ojos y solo escucho su risa antes de verlo sentado en el reposabrazos del sillón.

—Como ordene mi patrona —dice con una sonrisa y vi un leve brillo en sus ojos, que hizo que mordiera mi labio mientras sonreía.

—Imbécil.

—Pero tú imbécil, diablita.

Me pongo entre sus piernas y le pongo la toalla en la cabeza tapando sus ojos para que así no pueda ver mi cara roja.

Este imbécil me tiene mal.

Acomodo bien la toalla en su cabeza y la sacudo rápido por todo su pelo para sacar el exceso de agua. Luego que le tengo el pelo como un puercoespín, acomodo la toalla nuevamente en la parte de adelante de su cabeza para secar las gotas que estaban cayendo por los costados de su cara.

—Créeme, no me quejo, pero si sigues haciendo eso me voy a quedar dormido y, para nuestra mala suerte, tenemos que salir —abre un ojo para mirarme mientras froto su pelo. En cuanto me habla noto que estaba haciéndole cariño en vez de secar su pelo.

Yo y mis pensamientos. Me distraigo mucho con él.

—Oh, sí. Sorry —siento un leve calor en mis mejillas cuando sonríe. Tiro un poco de la toalla para tapar nuevamente sus ojos y escucho una leve risa.

Entre cuicos [Chilena] #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora