18. Hay algo poético en la venganza.

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- Vaya... - Ella me mira durante unos segundos, analizando a fondo mi expresión.

- Creí que te alegraría.

- Me da igual. - Respondo encogiendome de hombros. 

- ¿En serio? - Inquiere. Está molesta.

- Aunque te lo propusieras, lo que podrías sentir por él no se compara a lo que sientes por mí. Por tanto, Gabriel no me llega ni a los talones. - Contesto y ella enarca una ceja, acercándose peligrosamente a mi cuerpo.

- No sé cómo ni por qué, pero me encanta el rollo arrogante. Me encanta que sepas que como tú y yo no hay nadie, que como nuestro amor ninguno. - Ladeo la cabeza y sonrío de medio lado.

- Oh, Amy, no necesito saberlo. - Doy un paso al frente y poso una mano en su cintura, apretándola levemente. - Me basta con sentirlo. Con sentirte. O dime, ¿Acaso Gabriel te hacía experimentar esto? Las piernas temblando mientras ruegas que no flaqueen, la respiración acelerada a tal punto de sentir que te falta el aire, el corazón retumbando con fuerza en tu pecho... Tu cuerpo responde a mí sin siquiera haberme sentido todavía. - Ella entreabre los labios y me observa con los ojos levemente abiertos, levanta la muñeca para tocarme, pero capto algo que me hace tomar su mano con el ceño fruncido.

- Skay... - Intenta decir al ser consciente de lo que veo.

- Fue él, ¿Verdad?

- Yo me lo busqué, fue mi culpa... - Aprieto la mandíbula y la tomo de las mejillas.

- Amy, pudiste hacer cualquier atrocidad y él seguiría sin tener derecho a ponerte una mano encima. - Contesto con frialdad. Estoy que ardo de furia. Y observar las marcas en sus muñecas no hace más que empeorarlo todo.

- Se enteró... - No necesito que me dé detalles. Antes de que ella termine de hablar, ya me he dado la vuelta dispuesto a salir. - ¡Skay, no! - No me detengo a escucharla ni a razonar, pero ella logra tomarme del brazo antes de que pueda salir del jardín. - No sabe que eres tú.

- ¿Qué?

- Alec y yo hablamos, y me dijo que para evitar problemas lo mejor era que dijera que él es mi amante, no tú.

- Me da igual que se entere, Amy. ¡Te dejo marcas, maldita sea!

- Lo engañé. - Dice, excusandolo.

- También me engañaste a mí y yo no te toqué un cabello.

- No te vayas. Quédate aquí, conmigo. Dijiste que tenías que decirme algo, ¿No?

- Puede esperar. - Me suelto de su agarre y retomo mi camino a la salida.

- ¡Skayler Denver, ven aquí! - Ignoro el llamado de Emily, maldiciendola por usar mi nombre completo, y no el diminutivo.

Joder, ¿Quién en su sano juicio le pone Skayler a su hijo? Es un horrible nombre, además de parecer femenino.

- ¿Skayler? - Pregunta Amy detrás de mí. Y la entiendo, es realmente imposible saber que ese es mi nombre. Mi registro civil, expedientes, todo está a nombre de Skay, no de Skayler.

- ¡Ahora no, Emily! Lárgate a tu casa. - Le espeto.

- ¿Qué demonios pasa aquí? - Inquiere Mathew, apareciendo en el pasillo de la puerta principal.

- Que Emily vuelva por dónde vino, y no dejes salir a Amy.

- ¡No te atrevas a dejarme aquí! - Exclama Cooper y le doy una corta mirada antes de cerrar la puerta con fuerza. - ¡Skay! - La escucho gritar, pero en vez de devolverme, saco las llaves de mi auto agradeciendo que Mathew haya mandado a alguien a traerlo.

Te Enseñaré A AmarmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora