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I V A R
Camine con dificultad, subiendo las gradas poco a poco. Esta mañana, había dejado a mi esposa dormir, supuse que estaría cansada después de anoche. Pero yo, yo tenía otros planes. Después de todo, me iba a convertir en rey y un rey tiene responsabilidades; como el cuidar de su reina. El pueblo era secundario, al menos para mi lo era. Daenerys siempre iría primero, y lo que tenía que hacer ahora era protegerla.
Protegerla no de los demás. De si misma.
—Buenos días —Hablé entrando a la habitación.
Supuse que mi prisionero sabía a lo que venia, debido a que este solamente me observo.
Sus ojos solo destilaban odio.
—¿No tienes nada que decir? —Pregunte con burla. —Si tu no hables, yo lo haré, perfecto.
El lugar continuaba en silencio.
—Te gusta mi esposa —Espeté con mi voz llena de rabia. Chasque mi lengua, como si mis palabras me pesaran mucho. —Creíste que no me daría cuenta. Pero vi esas miraditas tuyas que le das a MI esposa —Remarque la palabra "MI" para que se diera cuenta, mi esposa era eso: solo mía. —No me gusta. Me caes bien, Heahmund. Pero al igual que todos nosotros; hay maldad en ti. ¿Como se dice en tu religión? —Pensé un momento. —¡Claro! Pecado. Eres un pecador. Sabes; conoci a alguien como vos.
Espere algunas palabras suyas.
—¿Quieres saber a quien?
—¿Quien? —La voz le salió un poco ronca.
—Un monje. —Respondí. Mi sonrisa se ensanchó al verlo escupir sangre. —Un monje, amigo de mi padre. El hablaba sobre tu religión con mis hermanos. Ellos me contaron poco, pero entendí que cuando eres un obispo: no puedes mirar con lujuria a las mujeres —Me acerqué a el con una sonrisa y la vez negando mi cabeza, fingiendo decepción. —Pero tu lo haces con mi esposa, ¿no es así? Ella te gusta, ¿verdad? —Agarre su mentón esperando una respuesta la cual no llegó. Mi furia aumentaba cada vez más. Le di un bofeton en la mejilla. —¡¿VERDAD?! —Grité. Mi paciencia siempre había sido mínima. —Cuando yo hablo, tú respondes ¿entiendes?
Heahmund botó sangre de su boca.
—¿Te gusto la paliza, eh? ¿Quieres otro? —Pregunte con burla.
Había ordenado que Heahmund sea trasladado a otro lugar. No me gustaba que esté en mi cabaña, cerca de mi esposa. Ya no. No es que desconfiara de ella, desconfiaba de él. Después de todo, Heahmund era un hombre.