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Ivar tomó nuevamente mi brazo para llevarme con el, cuando Heahmund continuó molestando. Y esta vez, no con palabras.
Si no a golpes.
—¡BASTA! —Chille con pánico.
¿Porque a los hombres les gustaba pelear? Esa era la pregunta. Ivar cayó al suelo en un golpe seco cuando Heahmund se le tiró a el, los puños no comenzaron a faltar. Ambos se enredaron en el suelo, rodaban entre sí y lo único que yo podía hacer en este momento era gritar presa del pánico. Sabía que Ivar no era alguien débil, más bien; andar en brazos toda su vida hizo que sus músculos se fortalecieran y a mi me constaba que el poseía una gran fuerza. No decía que el me había golpeado, si no que sabía el potencial de sus brazos por otra situación.
Ustedes ya sabrán ...
—¡POR ODIN! ¡PAREN! —Volví a chillar cuando Heamund recibió un golpe tan fuerte en la mandíbula que escupió sangre.
No quería decir que se lo merecía, pero se lo merecía.
Harta de lo hombres y su fascinación con la violencia, me acerque a ellos lista para separarlos. Yo también era una guerrera, el mismísimo Ubbe Ragnarsson me había entrenado y estaba segura que podía lidiar con dos hombres presos de la violencia.
Pero no fue así.
Al intentar separar a Heahmund de Ivar, recibe un puñetazo en el ojo que me mandó directamente al suelo, mi espalda golpeó con la tierra dura y el reflujo del dolor llegó hasta mi vientre. Jadee fuertemente al caer al piso y lo único que vi antes de entrar a un sueño profundo, fue a Hvitserk corriendo a socorrerme.
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