Después de un rato fuimos juntos a comer y al terminar me dijo que nos reuniríamos en la cena para, acabando, irnos a la actividad grupal; me despido de él y voy a...¿mi? locker, saco el dinero y una tarjeta de crédito. Llego a un centro comercial cercano, la gente me mira raro y trato de ignorar a los empleados que me siguen por los pasillos; llevo una toalla, shampoo, cepillo para el cabello, más jabón, desodorante, chanclas, un estropajo de baño y un par de cambios de ropa; cuando llegó a pagar, la cajera me mira de arriba a abajo despreciativamente, comienza a marcar los precios, la empacadora (una señora de la tercera edad) comienza a poner mis cosas en bolsas de plástico, pienso en pagar en efectivo pero decido pagar con la tarjeta y de paso hago un retiro de 3000 pesos, no los necesito pero no me gusta como me mira la cajera, la anciana me da mis bolsas y me desea un buen día, le doy un billete de 200 pesos de propina y me voy.
Llegando a "casa" me doy un baño, no sé en dónde dejar mi toalla para que se seque así que la extiendo en una banca, aún faltan unas horas para la cena y no sé que hacer así que voy a la biblioteca, tal vez halla en donde poner a cargar mi teléfono, casi estoy sin batería; enciendo una computadora y conecto el cable usb para cargar el teléfono, cuando enciende voy a revisar mi estado de cuenta, hace algunos meses que no lo hago, si viviera aún con mis padres ya me habrían dado una paliza por descuidar esos asuntos. Hago un par de cuentas, leo y envío algunos correos, me estreso, todo parece ir bien con la (»con mi«) compañía pero no dejan de haber "sugerencias" sobre el rumbo que debería llevar, apenas acabado el trimestre pasado hubo un aumento del 15% y en éste trimestre aumento otro 17%, sinceramente no sé que quieren mis directores que haga, no puedo obligar a las personas a comprar seguros médicos, leo los informes mensuales y, después de unas horas, termino mi trabajo. Me recuesto en la silla y me tallo los ojos con cansancio, apago la computadora y guardo mis cosas, subo las escaleras y escojo un libro, me acuesto en un sillón pequeño y me pierdo en la lectura; después de un rato, está empezando a oscurecer, reviso la hora »mierda, ya son las 7«, dejo el libro de dónde lo tomé y bajo las escaleras corriendo; en el comedor me sirvo carne guisada y arroz, y lleno un vaso con agua, busco entre las mesas hasta encontrar a Carlos, llego y me siento en un espacio libre en una orilla, junto a una chica de cabello corto.
— ¿Estuviste ocupada, Dani? — el tono de Carlos es despreocupado, creo que yo soy la única de la mesa que no está tranquila.
— Un poco, se me fue el tiempo leyendo. — me encojo de hombros, Carlos hace un gesto como de asentimiento, no parece darle importancia.
— Bueno, a Eric ya lo conociste, — dice señalandolo, enfrente de él— ellos son Pablo-un joven que se ve un poquito más alto que yo, delgado, de cabello rizado-, Brenda-tiene el cabello largo recogido en un moño y piel negra—, Carla- de cabello largo y liso, y ojos verdes—, Fabiola- de cabello negro y copete hasta las cejas—, Fermín-alto, delgado, con barba de candado y cabello largo—, Noé- también alto pero no delgado, de cabello corto y parece un poco bizco—, Alejandro- es delgado pero no muy alto, yo diría que de estatura promedio, y usa lentes circulares—, y Ximena-la chica junto a la que me senté. Chicos ella es Daniela.
Conforme Carlos los nombra nos saludamos con un moviendo de cabeza o de mano, o una sonrisa.
Cuando terminamos nos vamos todos en grupo, voy al final, un poco rezagada, no sé a dónde vallámos, siento un poco, solo un poco, de envidia al ver a la manada, parecen tener una gran camaderia. Carlos llega junto a mí.
— ¿Estás llena? Será una larga noche y puede que te de hambre.
— Sí, estoy bien. — de hecho siento que voy a vomitar, hace mucho no comía tanto.
— ¿Segura? Porque vi que te sirves muy poca comida.
— Sí, hum, no... estoy acostumbrada a comer demasiado.
— Deberías empezar a hacerlo, y deberías comer más verduras. — le miro y se encoje de hombros. —Yo solo digo, es bueno para la salud.
— Okaay.
Llegamos al estacionamiento y bajamos al último nivel, sigo atrás por lo que no veo hacia donde nos dirige Carlos; llegamos cerca de una esquina, rodeamos un auto con las llantas ponchadas, pasamos un espacio para un carro o dos, pasamos por la parte trasera de una camioneta tipo combi y saltamos por encima del cofre de un auto que, junto con la camioneta, cerca una esquina del estacionamiento; todos se ponen cerca de los autos viendo hacia la esquina, a un Carlos sonriente (parece que sonríe todo el tiempo), me siento en el cofre del auto y espero.
— Muy bien cachorros, —nos mira a todos— pasaremos la noche aquí, convertidos completamente.
Siento emoción, pero no es la mía, yo estoy nerviosa no he hecho esto más que dos veces en mi vida y ninguna fue una experiencia agradable. Noé abre la puerta lateral de la combi, saca con la mano un par de balones y todos empiezan a quitarse cosas, unos los zapatos, la chica del fleco se quita su suéter y uno de los chicos se saca el pantalón, quedando en shorts, Carlos también se quita los zapatos de trabajo; no sé que hacer, solo los miro, siento la boca seca y de nuevo siento los latidos del corazón en la garganta, siento como si todos al mismo tiempo voltearan a verme, algunos parecen sonreír pero a mí más bien me parecen muecas horribles; Carlos se acerca, veo que sus labios se mueven pero no escucho lo que dice, toma mis manos y siento bastante dolor, las miro y veo que trata de hacer que abra los puños, eso me causo el dolor, los abro y veo las palmas blancas y unos pequeños cortes que apenas y sangran un poco, las manos de Carlos están bajo las mías. Siento un golpe en mi costado derecho, mi cuerpo reacciona, doy un golpe con el codo derecho a una masa negra y con el puño izquierdo golpeo, casi al mismo tiempo, un poco más arriba, el golpe me recorre el brazo hasta el codo, algo cae hacia atrás, algo me sostiene y me baja del auto, reacciono y veo que no le pegué a algo sino a alguien que se cubre la boca con una mano con sangre, alguien me sujeta completamente por detrás, como en un abrazo de oso, no puedo mover más que las piernas, me desespero, los ojos me pican, me revuelvo intentando librarme del agarre, escucho ruido, no puedo diferenciar los sonidos son solo eso: ruido, siento que me levanto del suelo y empiezo a luchar con todas mis fuerzas, »la cagué, la cagué, le pegue a alguien y le saque sangre, y ahora Carlos y toda la manada me golpeara hasta que termine inconsciente... o muerta« entre mi desesperación y el ruido escucho una voz fuerte y clara que me llena por completo la cabeza
— ¡Detente ya! Deja de luchar y quédate quieta.
Inmediatamente hago lo que la voz dijo, tengo la respiración alterada y siento como las lágrimas quieren llegar a mis ojos pero no las dejo; siento como mis pies tocan el piso de nuevo, tengo los brazos cruzados hacia la espalda, uno sobre el otro; todos, excepto Carlos al que no veo, me miran, el chico al que le pegue es Eric. Me siento acorralada, quiero correr, no hay ningún lugar por dónde escapar, la manada tapa cualquier posible salida. Siento como me sueltan, ni muy rápido ni muy despacio, cuando estoy libre siento unas manos (de Carlos seguramente) sobre mis hombros girandome para ver detrás de mí, no sé cómo pero corro hacia atrás lo más rápido que puedo hasta que chocó contra la esquina de la pared. Carlos está mirándome muy serio, lo veo acercarce y me siento en el piso con la espalda contra la pared y las piernas dobladas, me cubro la cabeza con los brazos, así cubriré la mayor parte de mi cuerpo y cara; siento unas manos en mis antebrazos y cierro los ojos y la boca con fuerza (»por favor no me pegues, por favor, perdón, perdón« ruego internamente).
— Dani, oye Dani.
Carlos suena tranquilo, su voz es suave y baja pero un escalofrío me recorre la nuca y me aprieto aún más, mi padre solía sonar tranquilo antes de mis peores golpizas.
— Daniela, tranquila, no pasa nada; no va a pasar nada malo, lo prometo. ¿Puedes mirarme, por favor? — no me muevo, respiro por la boca tratando de controlar mis jadeos. — Daniela, mírame. — su voz suena menos suave, más sería. Reprimo, a duras penas, un gemido antes de separar un poco los brazos y levantar la cabeza para verlo temiendo que un golpe llegué en cuanto baje un poco la guardia. El rostro de Carlos está un poco más elevado que el mío pero me mira con preocupación y creo que algo alterado, detrás de él, todos nos miran, no puedo reconocer sus expresiones porque la vista se me nubla por las lágrimas (»mierda, no, no ahora«), siento una lágrima caliente rodar por mi mejilla, es una suerte porque puedo ver justo a tiempo la mano de Carlos dirigirse a mi rostro y me cubro de nuevo. Me concentro en inhalar, retengo la respiración y exhalo, repito la operación un par de veces hasta que las lágrimas se van. Carlos sigue diciendome que lo mire, que nada malo pasará.
— Lo siento, por favor, no lo volveré a hacer, por favor, por favor, lo prometo...
La voz me sale ronca y baja, aún no lo miro.
— Está bien, tranquila pequeña, mírame ¿sí? — lentamente le miro; mueve lentamente una mano abierta hacia mí, trato de cubrirme de nuevo.— Oye, tranquila, confía en mí.
Trago saliva y miro intranquila su mano, apoya la palma en mi mejilla y limpia el rastro de lágrimas, hace lo mismo con su otra mano; hace una serie de movimientos con sus dedos, como si estuviera acariciándome la cabeza mientras me dice muy bajo palabras tranquilizadoras, lentamente me relajo pero no bajo la guardia, sigo alerta. Lentamente voy bajando los brazos pero los dejo listos por cualquier cosa.
Me siento mal y molesta conmigo misma, ¿por que tuve que ser tan débil, tan cobarde? Debí haber enfrentado lo que sea que se me viniera encima con la frente en alto en vez de ser una cobarde enfrente de todos; mentalmente me golpeó a mí misma.
— ¿Te encuentras mejor?
Carlos aún tiene las manos en mi rostro, debe estar adolorido por la posición en qué está agachado, genial, otra cosa por la cuál sentirme mal.
Asiento con la cabeza. Ya no siento terror pero no es como que me sienta bien. Quita sus manos, que raro, me siento un poco sola así.
— ¿Quieres contarme que sucedió?
No suena como que tenga elección, me aclaro la garganta.
— Lo siento, — miro detrás de él, a Eric: ya no tiene sangre y me mira de una forma un poco rara. — Siento haberte golpeado, perdón.
Eric asiente un poco, desconcertado.
— Está bien, no te preocupes,... siento haberte asustado.
Asiento, no sé que más hacer; volteo a ver a Carlos, no sé cómo describir su expresión, no tengo ninguna idea de lo que pueda ser.
— ¿Quieres contarme que sucedió?— repite, su tono es amable pero no parece admitir un no por respuesta; supongo que le debo al menos sinceridad, aunque omitir partes de la verdad no es mentir, no estrictamente.

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una nueva manada
Hombres LoboDani encuentra una oportunidad de empezar de nuevo con una manada que podría convertirse en su familia, todo depende de si abandonará a su vieja manada y a su líder, quien la convirtió. Esta historia es de mi propia invención. Puede que use algunos...