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Llamo a la puerta de Mati con los nudillos mientras me muerdo el labio. La madre de Matías me abre la puerta.
- Hola Dani, pasa.- entro a la casa con una sonrisa dirigida a la mujer.
- Hola señora, disculpe ¿está Mati?
- Sí, está en su cuarto, pasa.
- Gracias.- voy al cuarto de Matías mientras la señora va a la sala, dónde está su esposo, a quien saludo con un "buenas tardes" aunque apenas sea la 1 de la tarde.
Llamo a la puerta de madera, paso cerrando la puerta tras de mí cuando mi amigo responde un "¡pasa!".
- ¿Qué pasa?- pregunta con el ceño levemente fruncido.
- Hola.
- Hola. ¿Está todo bien?
- No lo sé, tú dime.- enarca las cejas.- Carlos me mandó por tí, vamos.
Solamente se me queda viendo desde la cama, en dónde está acostado, me acerco rodeandolo y me siento del otro lado, en dónde me deja un espacio.
- Párate ya y vamos. No sé que hayas hecho y no preguntaré; tampoco te obligaré a ir pero, como tu amiga, te aconsejo que sea lo que sea lo enfrentes ya...
- No tengo ánimos de salir.
- Mati házlo por mí. Carlos me dijo que no volviera si no era contigo,- le informo con un puchero.- y si no logro llevarte, él vendrá hasta acá y arreglará lo que sea que tengan que hablar ustedes dos.
- ¿Vendría?
- Sí. Creo que te está dando la oportunidad de seguir manteniendo a tus padres al margen, tal como querías, y... la oportunidad de ir tú... Talvez ahora no entiendas lo que significa ir a él antes de que él tenga que buscarte, pero yo sí y te aconsejo que vayas.
Se me queda viendo, y yo hago lo mismo mientras muevo mi anillo entre los nudillos. Ninguno de los dos parecemos animados, de hecho, nuestra conversación sucedió en un todo tan bajo y decaído que apenas nos escuchamos entre nosotros. Me preocupa Mati, Carlos se veía muy serio cuando me dijo que lo viniera a buscar, me pareció que el chico frente a mí estaba en problemas; repaso rápidamente en mi cabeza ésta semana, buscando algo que haya podido molestar a nuestro Líder: toda la semana solo he visto a Matías en la escuela y los entrenamientos, no hemos pasado la tarde juntos en casa de ninguno, lo cual es raro, y ayer, sábado, no salimos, no hemos mensajeando ni nada; lo he notado algo alejado, su humor estaba también algo alejado a la manada, supuse que estaba pasando por algo, una recaída emocional o algo así, así que le dí espacio pero intentando mostrarle que estaba ahí con él.
- Tengo que pedirles permiso a mis papás para salir.- interrumpe mi monólogo interno con voz cansina.
- Vale, diles que vamos a mi casa y te quedarás a cenar. Si no quieres quedarte a cenar, podemos volver, o puedes volver tú sólo, si quieres.- le digo con un poco de optimismo en la voz.
- Vale.
Nos levantamos, pero le detengo en la puerta al ver su expresión.
- Cambia tu cara, no te dejarán si te ven así. Muestra un poco de optimismo y alegría aunque no la sientas, solo mientras salimos de tu casa.- Suspira y sonríe levantando las cejas.
- ¿Así?
- Un poco más natural. Pero algo es algo; vamos.
Vamos hasta la sala, en dónde yo me quedo atrás, recargada en un sofá desocupado, y Matías va junto a sus padres.
- ¿Puedo salir con Dan? Vamos a su casa.- les dice con una pequeña sonrisa de lado.
- Claro; si tu padre no tiene problema en ello.- contesta la mujer, con lo último dirigido a mí.
- No lo tiene, antes de venir me dijo que lo podía invitar a cenar si quería.- le contesto encojiendo un hombro.
- Bueno, si quieres ir, adelante hijo.- le dice su padre.
- Los veo en la noche.
- Si necesitas que vallamos a recogerte nos llamas.
- Ok, adiós.
- Lleva suéter.- le dice la madre mientras salimos de la sala. En el recibidor toma una sudadera gris de un perchero y salimos.

Faltan 3 estaciones para bajarnos del metro, Mati ha estado pensativo desde que salimos de su casa y ninguno ha pronunciado una palabra al otro, el ambiente entre los dos podría ser tenso si no estuviéramos muy ocupados cada quien en sus pensamientos.
- ¿Podemos bajar antes y caminar un rato antes de llegar?- Mati rompe el silencio con su pregunta.
- Claro.
Nos bajamos una estación antes y caminamos en silencio a casa. De pronto Matías pasa por detrás de mí y se mete por una calle a mi izquierda, le sigo; lo veo sentarse en el piso recargado en una pared de cemento gris, me siento a un lado de él, sin saberlo se ha metido en el mismo callejón en dónde una vez recibí una paliza que me mandó al hospital.
- ¿Sabes por qué me quiere ver?- pregunta en voz baja, niego con la cabeza aunque no me ve, ambos miramos al frente.
- No me dijo nada.- suspira
- No he contestado sus mensajes ni sus llamadas.
Giro la cabeza bruscamente mirándole con los ojos como platos.
- ¿Desde cuándo?
- Más o menos una semana, 9 días... algo así.- me voltea a ver ante mi nula respuesta verbal.- ¿Qué?- pregunta un poco raro ante mi mirada aún más estupefacta. ¿Cómo es posible que Carlos le haya dejado tanto tiempo sin que le conteste?
- Una de las cosas que molestan a Carlos es que no le contestemos.
- ¿Crees que sea eso de lo que quiere hablar?
- Si no has hecho nada más, sí.- dudo un momento antes de añadir- Aunque, según mi experiencia, hablar es lo que menos que van a hacer.
- ¿Qué quieres decir?- pregunta preocupado.
- ¡No te lo voy a decir!- suelto indignada, para después decirle solidariamente:- Pero si te pasa... bueno, que sepas que no eres el primero ni el único.
Me mira confuso; niego cuando una pregunta va a salir de su boca.
- Pase lo que pase, estarás bien. Lo prometo.
- ¿Segura?- asiento. Se muerde el labio mientras se levanta, me da una mano que tomo y me levanto. Caminamos de la mano hasta llegar a casa, me contagia su nerviosismo, y, a unas cuadras del callejón, ya siento poca circulación en los dedos.

una nueva manadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora