14

226 10 3
                                    

Levanto los párpados lentamente, los siento pesados y me siento muy cansada; abro los ojos y todo está algo borroso, vuelven a cerrarse. Siento dolor en las muñecas, con los segundos el dolor se intensifica, intento acercar las manos a la cara para tallarme los ojos e intentar espabilarme pero algo me lo impide; me concentro todo lo que puedo en mi cuerpo y en no quedarme dormida de nuevo: tengo la cabeza caída sobre el pecho, los brazos levantados y hacia atrás (me duelen los músculos de brazos y espalda), tengo los pies sobre algo, mi cerebro parece trabajar muy despacio, tan lento como los pensamientos justo antes de quedarte dormido, mi respiración es lenta; haciendo un gran esfuerzo, mi cabeza le ordena a mis ojos abrirse y mantenerse así, lo logro y me obligo a enfocar lo que tengo enfrente: veo algo negro (»mi playera...mi pla...yera es negra...«), veo por debajo el piso, es de cemento, veo un mechón de cabello sobre mi playera; haciendo otro esfuerzo inmenso, pongo la planta de los pies sobre el piso y trato de apoyar mi peso sobre ellos pero las piernas no aguantan y se me doblan haciendo que el dolor de las muñecas incremente. Levanto la mirada, frente a mí solo hay una pared gris de cemento que llega hasta el techo, de cemento también. Sintiendo que la cabeza me pesa diez veces más de lo normal, la levanto y cae hacia atrás: tengo las manos atadas juntas, hay sangre en mis brazos que bajó desde las muñecas, están fuertemente apretadas, apenas y siento los dedos, una cuerda gruesa va desde arriba de las muñecas hasta una viga en el techo en donde da un par de vueltas y sigue hacia atrás de mí. Dejo caer la cabeza de nuevo hacia delante haciendo un semicírculo, a mi derecha veo un borrón rojo, volteo y veo a Matías, el dolor de cabeza se ha incrementado y ahora, además, tengo náuseas. Matías también me mira; está parado, o algo así, se ve muy drogado y se nota que le cuesta mantener los ojos abiertos, tiene el cabello enredado y despeinado, las rodillas algo dobladas, los brazos también hacia arriba atados en las muñecas con algo que parece metálico y de eso sale una cuerda que va al techo, sus brazos tienen hilos de sangre que vienen de las muñecas (»igual que yo« pienso pesadamente).
- ¿Cómo... te sientes?- sus palabras salen algo torpes y tardo un rato en comprender lo que ha dicho.
- Mal.- siento como la lengua pesa mucho y casi no puedo pronunciar las letras, con lentitud, intentando pronunciar bien, pregunto- ¿En dónde estamos?
- No lo sé. Desperté... y, tú. Yo, me dolía; después, un momento, empezaste a moverte...
Entiendo poco lo que dice pero no importa realmente; pasamos lo que parecen horas en silencio, cada uno recuperándose de lo que sea que haya pasado, intentando volver a tener el control de su cuerpo; cada que intento recordar lo que sucedió antes de despertar, el dolor de cabeza incrementa y me detengo, dejo de pensar en eso y me concentro en el ahora.
Para cuando escucho algo parecido a una puerta deslizándose, una puerta que chirría bastante y hace que me duelan los oídos, ya puedo estar parada (Matías también), con lo que el dolor de muñecas ha disminuído considerablemente y siento la cabeza un poco más despejada. Intento activar mí oído súper desarrollado pero hace que la cabeza vuelva a palpitarme dolorosamente y lo dejo de lado; escucho pasos tras de mí y otros ruidos que no identifico, me da miedo voltear pero también siento miedo dándole la espalda a lo que sea el sonido, cuando estoy debatiendome entre que hacer, se me corta la respiración, los músculos se me tensan a la misma vez, los ojos se me abren todo lo que pueden y el aire escapa de mi boca, después mi cerebro hace las conexiones: alguien nos ha lanzado agua helada a la espalda, empapandonos totalmente, sí, también a Matías, giro la cabeza lo suficiente para verlo intentar volver a recuperar la respiración; no sé si ha sido algo positivo el agua: por un lado mi cerebro parece haber despertado, y también el resto de mis sentidos, por un momento he olvidado las náuseas, aunque, tal vez todo sea el efecto de la adrenalina causado por la sorpresa del agua; por otro lado, la estancia ya era fría y húmeda de por sí, no quiero ni imaginar la posibilidad de una neumonía o pulmonía, seguida del frío que probablemente me dará en un rato.
- Bien, bien, bien. ¿Qué tenemos aquí?
La voz rasposa y áspera me produce un escalofrío inexplicable, con el corazón en el cuello y una valentía autoimpuesta me giro para verle, con mi vista periférica veo a Matías hacer lo mismo. Frente a nosotros hay un hombre unos diez centímetros más alto que yo, se ve... grande: algo gordo pero no panzón, simplemente ocupa un espacio considerable; tiene el cabello casi negro, y ojos verde oscuro, cejas gruesas y barba de candado, sería alguien guapo si no fuera por la mirada que tiene en éste momento: una sonrisa de lado, los ojos muy abiertos y con una mirada que da miedo.
- Dos lobos.
Lo miro fijo, intento parecer desconcertada, como si se hubiese vuelto loco, pero la verdad es que estoy aterrorizada, me aterra saber que lo sabe y el cómo lo descubrió.
- Veamos...- camina hacia un lado, hacia una mesa de metal que no había visto, toma algo de la mesa y regresa con nosotros.- ¿En dónde está el resto de su manada?
En la mano lleva una especie de lámpara negra de unos 20 centímetros de largo; miro a Matías, el sigue mirando al hombre con lo que me parece es una expresión de enojo-odio y desconcierto, vuelvo a mirar al hombre cuando vuelve a hablar:
- Podemos hacerlo de la forma fácil, en la que me dan lo que quiero con solo preguntar; o de la difícil,- sonríe con malicia y sus ojos brillan un momento cuando acciona algo en la lámpara y escucho un sonido eléctrico, que hace me ponga en tensión.- y dolorosa para ustedes dos.
Trago saliva, tengo la respiración agitada y apostaría algo a qué tengo los ojos como platos, veo de reojo como Matías me mira, le devuelvo la mirada lo suficiente como para ver qué está igual de preocupado y asustado como yo me siento. El hombre se me acerca, intento, en vano, retroceder pero me detengo tras un par de trastabillantes pasos gracias a mis manos atadas, él se detiene a un paso de mí.
- ¿En dónde está tu alfa?
- Señor, señor, por favor, no sé de qué está hablando, por favor, déjenos ir...- le suplico con la voz cortada, él solo sonríe y niega despacio con la cabeza, veo su mano moverse rápidamente hacia mi costado y una corriente eléctrica me recorre desde las costillas hasta la punta del cabello, grito con los dientes apretados y los ojos cerrados, me doblo todo lo que puedo hacia ese costado. El dolor para y jadeo.
- ¿En dónde está el resto de tu manada y el alfa?
Pregunta amenazandome con la "lámpara" cerca de la cara.
- ¡ALÉJATE DE ELLA, MALDITO HIJO DE PUTA!
Escucho como Matías le grita, pero el hombre solo suelta una pequeña risa, aún con el tono que Matías utilizó pude reconocer el miedo y pánico en su voz, aunque me sorprende que no se le quebrara. El hombre mira a Mati, veo como guarda la lámpara en su bolsillo y, justo cuando vuelve la vista a mí, le veo impulsar rápidamente su puño hacia el costado que no me electrocutó, el impacto hace que me doble un poco, es éste momento estoy tan agradecida de todo el entrenamiento que Carlos nos obliga a hacer porque tengo los músculos bastante fuertes y curtidos. El hombre, no feliz del poco daño provocado, comienza a golpearme el abdomen y los costados como si fuese un saco de boxeo mientras Matías continúa gritándole maldiciones. El hombre no para hasta que llevo un rato con la cara y el estómago adormecidos por los golpes y sangrando por la boca y naríz; me toma por debajo de la mandíbula con una mano, obligándome a levantar la cara, su agarre me lástima y hago una mueca cerrando los ojos.
- ¿En dónde está el resto de su manada?
- No sé de qué habla, p...
Me da una cachetada muy fuerte y sonora para volver a sostenerme la cara.
- No hablaba contigo. Dime, muchacho, ¿en dónde encuentro al resto de su manada?- dice mientras mira directamente a Matías, cuando Matías me ve le digo "NO" moviendo solo los labios, aprieta los labios y la mandíbula, después de un momento en el que casi puedo verlo debatiendo interiormente, responde con la voz forzada:
- No sé de qué nos habla, ni por qué al parecer cree que somos alguna especie de... lobos. Pero deje ya de hacernos ésto, déjenos ir y no diremos nada.
- Tal vez necesites más incentivos para hablar...- Me mira de lado y sonriente, de su pantalón saca la lámpara y me dice- ¿Qué tanto voltaje es necesario para que un licantropo cambié a su forma humana?
- No lo sé, pero parece que alguien se aprendió los diálogos de alguna serie moderna de hombres lobo.- le contesto recordando la serie que Mati y yo hemos estado viendo, me pone mala cara y me suelta llendo hacia Matías.
- Tal vez seas tú quién necesita el incentivo para hablar.
Dice mientras electrocuta a Mati en el estómago, aprieto los dientes cuando lo escucho intentar evitar quejarse. Después de unos segundos que parecen horas, lo deja, y Matías hace lo más estúpido que pudo haber hecho: lo patea con fuerza, el hombre no se lo esperaba y cae de lado, dónde Matías aprovecha y le patea la cabeza con la fuerza de un futbolista. El hombre logra levantarse y con una mirada de odio se acerca rápidamente a Matías y lo electrocuta en el primer lugar que alcanza de mi amigo, cuando ya está desconcentrado despega la lámpara para ponerla en la entrepierna de Mati, cierro lo ojos mientras lo escucho gritar de dolor y sintiéndome impotente. Cuando los gritos terminan quedan los jadeos, Matías está colgando de nuevo de las muñecas con la cabeza sobre el pecho, se ve sudoroso y derrotado, quiero decirle algo pero las palabras se me quedan en la garganta; el hombre vuelve, creo que lleva algo en la mano derecha, no puedo ver porque su cuerpo me lo impide, llega frente a Matías pero mantiene su distancia.
- Igualmente ésta noche se convertirán, pero tú no podrás correr, bastardo, la bala de plata te matará.- levanta la mano y apunta un revólver a Mati, dispara y Matías grita mientras su muslo comienza a mancharse de un líquido oscuro. Antes de darse la vuelta nos dice:
- Los veo después de la luna llena.
Se va por unas escaleras hacia arriba, cerrando tras de sí la puerta metálica.
Después de un rato, Matías logra calmarse lo suficiente, el hombre no ha vuelto a bajar y, hasta donde puedo ver, no hay cámaras.
- ¿Cómo estás?- le pregunto, es una pregunta estúpida lo sé.
- Estaré bien mientras no vuelva y podamos salir de aquí.
- Solo aguantemos la noche.- Matías me mira interrogadoramente, así que le explico- Carlos me pidió que le confirmara si me quedaba en tu casa, si no recibe mi mensaje me llamará al rededor de las 10, si no contesto... Bueno, la última vez fue a tu casa a buscarme, ¿recuerdas? Si no nos encuentra se preocupará y empezará a buscarme, (»eso si aún no me ha sentido y ha empezado la búsqueda ya...« pienso recordando la conexión que nos da el dije) solo es cuestión de tiempo hasta que de con nosotros, eso espero...
- ¿Y cómo piensas que va a encontrarnos?
- Supongo... Que con el olfato, o de algún modo me rastreara. Confío en que nos encuentre. ¿Qué hora crees que sea?
- No lo sé, pero creo que pronto será de noche, eso explicaría lo que dijo sobre convertirnos en luna llena. Además no sé cuánto pasamos inconcientes, puede que estemos hasta en otra ciudad en éste momento, tal vez tu Carlos no nos encuentre.- dice lo último con tanto pesimismo y resignación que me contagia.
Nos quedamos en silencio; me concentro en sentir a los demás, el esfuerzo hace que la cabeza vuelva a dolerme, las náuseas regresan y me siento mareada, pero no es ni de lejos la sensación que sentí al despertar, los malestares valen la pena: encuentro primero a Carlos, se siente... Molesto, disgustado, feliz, sobre todo feliz; después encuentro a Ximena, está preocupada y estresada, es por la universidad, lleva días así; Eric está feliz, su humor es muy fuerte y generalmente siempre está feliz; Carla también está feliz, tranquila y pasivamente feliz; los recorro a todos según la fortaleza de sus emociones en éste momento hasta llegar a la última: Fabiola, ella generalmente es de humor más débil, o bajo, que los demás, es muy tranquila, a veces pienso en ella como una monje budista que está en silenciosa sintonía con el universo y fluye con él. Los sentimientos de la manada, así como los olores, no puedo señalar que los diferencia, pero sí puedo saber cuál le pertenece a quien, es como si pudiera oler una diminuta partícula que es la marca personal de cada uno.
- Dani...- Matías me saca de mis pensamientos.
- ¿Sí?
- ¿En qué piensas?- el dolor de cabeza aún está presente pero el mareo empieza a disminuir.
- Estaba... buscando los sentimientos de Carlos, intentar hacerme una idea de que sucede, pero... su preocupación podría ser cualquier cosa, incluso cosas del trabajo...
- ¿Cómo lo haces? Saber lo que siente.
- Es complicado...
- Tenemos toda la noche.- me quedo callada pensando antes de contestar: es cierto que tenemos, al menos, toda la noche, pero también podrían haber micrófonos en algún lugar, incluso en nuestra ropa, y no quiero darle a ese tipo información valiosa, información importante... (»De todas formas, ya sea que Carlos venga o que podamos escapar, podríamos asegurarnos de que si lo que digo fue grabado, esa información no se comparta...« pienso mientras en mi mente se forma la idea del homicidio.)
- Es, cosa de ciertas manadas.- comienzo despacio, en voz algo baja.- En el lugar donde vivo, al... integrarte o convertirte..., te dan un... amuleto que te liga con tu manada, con ello, entre otras cosas, si te concentras puedes sentir los sentimientos que los demás estén teniendo, pero solo los que más sobresalen, y Carlos al ser el  Alfa puede saber lo que sus Betas están sintiendo en todo momento, pero igual, solo las emociones más fuertes y en el momento.
- ¿Cómo es que no sintió tu dolor y está en pánico buscándote?
- Es complicado.- suspiro.- Se siente como un eco lejano y, con el tiempo, aprendes a ignorarlo conscientemente, además el dolor fue físico, tendría que tener un largo ataque de pánico o de terror para que se alarme.
Se queda callado, supongo que procesando la información. El esófago, el estómago, me arden; las manos hace rato empezaron a cosquillearme y ahora siento puntitos fríos, las muevo, abro y cierro en puños intentando que la sangre fluya, no quiero que se me mueran los dedos.
- ¿Realmente crees que venga?
Si hubiera algún ruido no habría escuchado la pregunta de Mati, pero como todo está en silencio... Me cuestiono a mí misma, ¿Realmente lo creo?
- Eso espero.- le respondo en voz igualmente baja.
- ¿Puedes hacer algo para que te note?
Lo pienso...
- No estoy segura... Podría intentar algo pero...
- Házlo.
Asiento, cierro los ojos y me concentro en recordar cosas que me ponen mal: todas la palizas injustificadas que mi padre me dió; la negligencia de mi madre; los abusos de las monjas; la expulsión del colegio; lo sola y asustada que me sentí los primeros meses en la calle... Me concentro en los sentimientos que los recuerdos me despiertan, siento como el corazón me late más rápido, mi respiración se acelera y es superficial, quiero parar pero me obligo a continuar, cuando termino estoy respirando por la boca y las lágrimas me llenan la cara, me las limpio frotandome con los brazos, quiero hacer algo para tranquilizarme pero, en lugar de eso, dejo que los sentimientos me invadan otro rato, los alimento con la misma desgracia que dejan en mí, hasta que se vallan solos.
En algún momento me quedo dormida, al despertar veo que Matías está colgando, dormido. Miro la puerta, siento como me empiezo a preocupar (»¿Y si vuelve? ¿Y si Carlos no viene?« »¿Y si el hombre baja y decide hacernos cosas peores y no podemos defendernos, y Carlos nunca llega y Él...? ¿Qué pasa si Carlos no llega a tiempo? Y si no nos encuentra entonces...«) empiezo a hiperventilar, me obligó a cerrar los ojos y contar hasta 100 lo más lento que puedo, al terminar sigo con los ojos cerrados, me concentro en respirar »inhala, exhala; lento, tranquila. Inhala. Exhala...« Me concentro en buscar el origen del pánico, no quiero buscar dentro de mí así que busco en los sentimientos de la manada: Carlos está alterado, preocupado (»Sí, al fin« pienso aliviada, puede que por fin esté buscándome); el resto de la manada también está preocupada, puede que por influencia de Carlos, pero también hay miedo, y otros sentimientos a los cuales el pánico los opaca y no puedo llegar a saber que son. Me siento aliviada al saber que están buscándome, o al menos preocupados en general y que puedo ser yo quien los tenga así (»supongo que ha de ser al rededor de media noche y Carlos debió movilizarlos a todos para buscar...me.«); y también siento alivio al saber que el pánico no es mío sino un reflejo de lo que siente mi familia.
Pasan lo que siento como un par de horas, en eso Matías se despierta y le informo las buenas nuevas, intentando mantener el pánico dentro de mí. Activo mi súper oído, lo que me provoca malestar de nuevo, combinado con el pánico, estoy a nada de un colapso mental; Guío mi oído hacía arriba, hacia donde creo que se ha ido el hombre, no tengo un punto fijo así que todo el sonido de incrementa golpeando mi cerebro. Escucho vidrio romperse; muchos latidos de corazón; un quejido áspero; ¡Y la voz de Carlos!
- Brenda, Noé, Carla, Fermín, busquen en las habitaciones.- se mueven varios pasos en distintas direcciones.- ¿En dónde está?- pregunta casi gruñendo, hasta yo me encojo un poco al escucharlo.
- Suelt...- un sonido no deja que termine de hablar, o el sonido no deja que escuche lo que dice.
- ¿En dónde está la chica que te llevaste?
Algo hace click en mi cabeza, me sorprende lo mucho que he tardado en pensarlo, desactivo mi super oído y empiezo a gritar lo más fuerte que puedo:
- ¡ESTAMOS AQUÍ! ¡ABAJO!- Matías rápidamente entiende lo que hago y sus gritos de unen a los míos.
- ¡EY, AQUÍ! ¡ABAJO! ¡AQUÍ ESTAMOS! ¡OIGAN! ¡POR LAS ESCALERAS! ¡POR ACÁ! ¡ABAJO! ¡VENGAN! ¡EY!
La puerta de metal se corre hacia un lado, haciéndonos callar: entran Carlos, Eric y Brenda, pero no las personas normales que puedes ver en la calle, tampoco los lobos de ojos amarillos, lo primero que se nota son los rostros: una cabeza humana con el hocico alargado y dientes largos y afilados, orejas puntiagudas y peludas; después están los brazos, más largos de lo que deberían ser para una persona, igualando la longitud de las piernas, haciéndolos ver monstruosos, fieros, salvajes, más que capaces de asesinar, e inspirandome una total calma y alivio al verlos llegar por fin.
Mientras mi familia se acerca veo a Matías echarse lo más atrás que puede con una expresión aterrorizada; llegan hasta dónde estamos, Carlos se pone frente a mí y me toma la cara con las manos, analizandome con ojos preocupados; veo como los otros dos acercan la mesa metálica y la ponen entre Matías y yo, él aún intenta alejarse. Brenda se sube a la mesa y corta la cuerda, mis brazos caen pesadamente y pierdo el equilibrio por un segundo, pero Carlos me sostiene, veo mis manos: llevo unas esposas metálicas al rededor de las muñecas, están tan ajustadas que se entierran en mi piel, tengo los dedos morados y fríos, escucho como Mati cae al suelo, Eric se acerca y lo ayuda a levantarse y mantenerse en pie.
- ¿Cómo estás?- me pregunta Carlos mientras Brenda baja de la mesa de un salto.
- Mejor que Matías, le disparó en la pierna.
Brenda se acerca y toma mis manos, abre las esposas con una llave, la sangre comienza a fluir y empiezo a sentir el dolor característico que dice que aún puedo tener dedos; Brenda va hacia Matías y Eric.
- ¿Qué te hizo?- pregunta Carlos girando lentamente mi cara de un lado a otro.
- Solo me golpeó.
- Y te electrocutó.- añade Matías en voz alta.
- Vamos, Brenda los llevará a casa.
Brenda, quien junto con Eric ha vuelto totalmente a su forma humana, pasa un brazo por mi cintura, ayudándome a darme estabilidad para caminar. Veo como Carlos saca su teléfono y escribe algo, cuando vamos subiendo las escaleras nos dice:
- Daniel los espera en el consultorio de casa.
Al llegar arriba veo como está toda la manada esparcida en una sala, todos están transformados en el punto medio; Fermín tiene sujeto al hombre por el reverso del cuello, el hombre está tirado boca abajo entre un montón de vidrio roto esparcido en todo el piso, con la cara volteada hacia el otro lado de donde vamos pasando y una rodilla de Fermín en su espalda, una mano sujetándole las suyas a la espalda, inmovilizandolo. Siento como el odio y la furia surgen dentro y fuera de mí, quiero matarlo, hacerlo sufrir y después acabar con su asquerosa existencia. Pero Brenda continúa haciéndome caminar.
- Fabiola, ve con ellos.- le ordena Carlos a la chica, que, rápidamente vuelve a su total forma humana y nos sigue por detrás; Carlos se queda y escucho como la puerta de entrada se cierra tras nosotros.
Eric ayuda a Matías a subir a la parte trasera del auto de Brenda, yo subo en medio y Eric en la otra orilla, Brenda conduce y Fabi va de copiloto. »Al fin terminó, acabó. Sobrevivimos la noche«. Tomo la mano de Matías intentando decirle "todo estará bien, estamos a salvo". El odio vuelve, tan intenso que me hace apretar los dientes hasta casi rompermelos, pongo atención en no apretar la mano de Mati, no entendería... Brenda pone en marcha el auto; Eric pasa su brazo por mis hombros, atrayendome hacia el, tiene la mandíbula apretada, me recuesto en su pecho, con su mano libre toma mi mano, ambos apretamos intentando contener el odio. Cierro los ojos dejando que Brenda nos lleve a casa.

una nueva manadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora