Ruptura de Coles

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A veces, la vida nos pone en situaciones en las que tenemos que tomar decisiones. A veces, nos vemos obligados a hacer sacrificios. A veces, aunque no queramos, tenemos que elegir qué ganar y qué perder. No siempre podemos conseguir tenerlo todo.

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Paula se paseaba de un lado a otro del salón mirando de vez en cuando la hora en su móvil. Carol llegaba tarde una vez más. Pensó en escribirle pero no lo hizo. Sabía que si le escribía no recibiría ninguna respuesta inmediata porque ella estaba ocupada y eso la haría sentir aún peor. Nadie mejor que la rubia sabía que los rodajes se podían alargar, que las jornadas nunca acababan cuando se planeaba, que los imprevistos estaban a la orden del día, pero aún así le jodía.

Volvió a cenar sola, si es que picar cuatro tonterías de pie en la cocina se podía llamar cenar. Refunfuñaba mientras colocaba el plato y el vaso en el fregadero y volvía a mirar la hora. Era inútil seguir esperándola, tenía que intentar dormir porque a la mañana siguiente se levantaba muy pronto para grabar.

Se metió en la cama y se quedó un rato mirando el lado vacío, maldiciendo esa necesidad de sentir una presencia a su lado. Bueno, no. No quería sentir cualquier presencia, quería que ella estuviera ahí. Quería acariciarle la pierna con el pie para llamar su atención y que sin pedirlo se acercara a ella y la abrazara fuerte. Que la besara en el cuello haciéndole cosquillas y se rieran las dos.

Golpeó dos veces la almohada con rabia por lo injusto que era necesitarla de esa manera, por no tenerla y por no poder ni enfadarse con ella. Apretó los ojos para intentar llamar al sueño aunque no funcionó. Se dio la vuelta por quinta vez y aguantó el aliento cuando oyó la llave en la cerradura. Se reprendió por la sonrisa que se le formó en la cara como reacción involuntaria al saber que ella por fin había llegado.

Fingió que estaba dormida hasta que sintió sus rizos rozarle la cara y sus labios dejar un cálido beso en su mejilla. Volvió a sonreír y abrió un sólo ojo como si le pesaran los párpados.

-Qué guapa estás dormidita. - Dijo Carol en un susurro agachándose del lado de la cama de Paula. - Perdón por despertarte pero no lo he podido evitar.

¿Tiene que ser tan jodidamente adorable? - Se preguntó Paula para sus adentros, intentando que su expresión no la delatara. - Nno ppasa nnada. - dijo arrastrando las palabras y fingiendo un bostezo. - ¿Ha ido bien?

-Sí, súper. Nos reímos mucho pero mañana te cuento. Ahora sigue durmiendo. - dijo besándole la frente y levantándose.

La veía de pie junto a la cama y Paula quiso detenerla, quiso cogerle la mano y pedirle otro beso, pero no lo hizo. En su lugar siguió fingiendo que dormía.

Unos minutos más tarde notó como Carol se acostaba a su lado. Paula le estaba dando la espalda y movió el pie con intención de estirarlo y acariciarla pero volvió a quedarse inmóvil. Por orgullo quizá, o por un intento desesperado de convencerse a sí misma de que no era tan dependiente.

Pero le salió el tiro por la culata, porque, a pesar de haber reprimido ese gesto, se quedó allí acurrucada casi al borde de la cama esperando igualmente un abrazo que no había pedido, un abrazo que no llegó.

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Carol miró de reojo el reloj que descansaba encima de la mesita. Se lo quedó mirando unos segundos hasta que entendió que estaba parado. Era de atrezzo y no creyeron necesario ponerle pilas.

Le estaba encantando trabajar en esa nueva serie. Con compañeros casi de su misma edad habían hecho piña pronto y lo pasaba genial con ellos pero no podía evitar echar de menos a Paula.

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