Enero de Coles

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El Carrillón

-Toma mi vida, las uvas, ya las he contado.

-Gracias cariño.

Los Cuartos

-Atentos, atentos.

-Alex, hosti, treu del mig que no veiem. - Joan reprendió a su hermano pequeño que se había quedado de pie tapando la televisión.

¡Doce!

-¿Ya? - preguntó Carol confundida como cada año.

-Seg venngga. - contestó Paula masticando la primera uva.

¡Once!

Con los ojos cerrados Carol deseaba que el nuevo año estuviera incluso más repleto de besos que el año que acababa. De esos que sólo una persona sabía darle.

¡Diez!

Paula comía la tercera uva mirando el perfecto perfil de Carol. Pensaba en la suerte que tenía de ser ella quien disfrutaba de sus besos sin cansarse. Deseó tener oportunidad de besarla aún más.

¡Nueve!

A pesar de la cuenta regresiva, en realidad ya hace 4 segundos que empezó el año. La primera uva se come a las 00:00 por lo que en España felicitan el año doce segundos tarde.

¡Ocho!

-Jjoder bo lleggo. - El padre de Carol aún estaba masticando la anterior y ya tenía que ponerse la siguiente uva en la boca.

¡Siete!

-Ya te dije que no eligieras uvas tan grandes. - Las uvas de la madre de Carol eran las más pequeñas de todas y las estaba comiendo una a una sin problemas.

¡Seis!

Y ya estaban en el ecuador de la tradición. Seis uvas, seis segundos más para volver a comenzar. Para definir nuevos propósitos, para renovar las esperanzas, para buscar nuevas oportunidades, para dar pistoletazo de salida al nuevo año. Aunque, en realidad, ya había empezado hace seis segundos.

¡Cinco!

Y hablando de deseos de futuro, cinco eran los meses que quedaban para conocer al nuevo miembro de la familia. Veinte semanas, semana arriba semana abajo, para ver, tocar y sentir al nuevo integrante.

¡Cuatro!

Aunque cuatro eran los meses en que Carol ya podía sentirlo dentro. De vez en cuando tomaba conciencia del vínculo tan intenso que sentía con esa persona y la asustaba un poco que su felicidad ahora dependiera de algo tan chiquito. Deseó poder protegerlo siempre.

¡Tres!

Paula también sentía que eran tres en casa. Querían y se preocupaban tanto por su bienestar que ya lo sentía presente. Ya tenía su cuarto y sus cosas y se hablaba de ese bebé a todas horas. Deseó poder acunarlo entre sus brazos pronto.

¡Dos!

Ambas se miraron la una a la otra. No tenían que decirlo para saber perfectamente lo que estaban pensando. Sabían que sus pensamientos y su corazón estaban alineados y dirigidos al mismo punto. Porque si se trataba de un momento de pensar en principios, deseos y futuro, era imposible pensar en otra cosa. No necesitaban palabras, con sus ojos se dijeron que todo saldría bien, consiguiendo que el nudo que ambas tenían en la boca del estómago se deshiciera un poco. Se cogieron de las manos apretando el agarre como cuando estás a punto de saltar.

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