Juego de coles

Premios de Coles

Durante semanas la vida de Paula había tenido un ritmo frenético. La llamaban constantemente de programas y revistas para hacer alguna entrevista tanto por su nominación a los Feroz como por su nominación a los Goya. Aunque cualquiera podría pensar que tanta gente queriendo felicitarla y conocerla haría que su ego se alimentara, para Paula era todo lo contrario. Estaba feliz y consciente de que vivía un sueño para cualquier actriz, pero cada vez que alguien le decía que seguro iba a ganar o enaltecía su talento, ella sentía aún más nervios y miedo. Cada vez sentía una mayor presión por no decepcionar a un grupo de gente que se hacía cada vez más grande. Ella aún no se daba cuenta pero se preocupaba más por un montón de desconocidos que por su familia y amigos. Tenía mucha confianza en la gente de su entorno cercano, con ellos se sentía segura. Pero cuando ya pensaba en todos los medios, compañeros y fans, se le formaba un nudo en el estómago que no la dejaba dormir.

Para colmo, sentía que no podía quejarse, que era injusto y desconsiderado que lo hiciera. A fin de cuentas ella sabía lo difícil que era llegar hasta donde ella había llegado para sus compañeras de profesión (muchas de ellas amigas, una incluso su novia). No se sentía con libertad de decir lo cuesta arriba que se le hacía el proceso, a veces, se lo guardaba para ella, lo cual incrementaba aún más su malestar.

Aunque no nos preocupemos, no se sentía mal constantemente. En muchas ocasiones era capaz de relajarse y disfrutar de todo lo bueno que le estaba pasando. Y esa era la parte que prefería compartir con sus amigos y con su pareja. La ilusión, el entusiasmo y los nervios buenos, los que te dicen que estás viviendo algo importante que seguro será memorable.

Su primera cita fue en la Gran Vía de Madrid, en el Teatro Coliseum. Allí se celebró la entrega de los premios Feroz. Pero antes de asistir a la ceremonia, Vogue se ocupó de hacer un reportaje de cómo se preparaba para el evento. En una habitación del hotel Barceló Torre, a dos calles del teatro, grabaron cómo maquillaban y vestían a Paula mientras ésta contaba detalles de su experiencia. Junto a ella, estaban el equipo de Vogue, sus representantes y una compañera que pasaba por allí y la quiso acompañar. No se esforzaron mucho en inventar una excusa para la presencia de Carol allí, aunque sí se esforzaron por no ser extremadamente obvias con las muestras de cariño.

Tanto la reportera como el cámara y los estilistas fueron muy respetuosos con ellas. No invadieron su intimidad ni quisieron sacar provecho del salseo o el morbo que pudieran generar, les dejaron el espacio que necesitaron y para Paula tener a Carol con esa tranquilidad, fue como agua en el desierto. Para las representantes también fue un alivio, no les parecía buena idea que ella estuviera allí. Entendían la necesidad de Paula pero ellas pensaban en su carrera, no querían que una noche importante se viera empañada por titulares morbosos. Por suerte, ese día la presencia de Carol pasó desapercibida, salió del hotel ella primero con ropa de calle y gafas de sol. Volvió a su casa sin que nadie la reconociera y siguió la gala por la tele.

Paula salió del hotel aún seguida por el cámara y la reportera. Mientras se acercaba al teatro pensaba en la suerte de haber estado preparándose mientras le hacían ese reportaje porque así el tiempo le había pasado más rápido y no se había parado tanto a pensar en sus miedos. Aunque acercándose al teatro el hormigueo se hacía cada vez más intenso.

Entró en la alfombra roja y la recorrió al tiempo que se paraba a hablar con varios periodistas. Los nervios hacían que su boca fuera más rápido que su cerebro así que cuando se daba cuenta que iba a decir un comentario tonto se mordía la lengua y contestaba con frases hechas o discursos aprendidos.

Pasó esa noche acompañada solo por sus compañeros de reparto de La Boda De Rosa, ya que su madre y su hermano la acompañarían a la gala de los Goya tres días después.