Ficción de Coles - 2

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No entiendo nada. ¿Cómo puede ser? Hace un segundo estaba justo delante mía y ahora no está. No entiendo. Ahí está otra vez. Qué guapa. Parece tan feliz. Creo que se alegra de verme. Ala, otra vez. ¿Pero dónde se va? ¿Qué magia es ésta? Ah! Aquí está. Qué susto más tonto. Qué risa. Y ya se fue otra vez. Espera. Creo que ya sé qué está pasando. A ver si le tiro el pelo así. Apareció. La he hecho gritar, qué risa. Ui, se ha enfadado. ¿Qué hace? Va directa a la barriga. No. Las cosquillas, no puedo parar de reír. Me duele la barriga, no puedo más. No te tiraré el pelo. Para. No lo haré más. Me duelen las mejillas. Me dice que soy un niño travieso, pero es ella que aparece y desaparece. Estiro los brazos, ya estoy aburrido de estar sentado en mi sillita, quiero upa. Arriba, no me puede decir que no. Y a volar. Me encanta que me haga volar.

-Amelia, por Dios! Deja de jugar con el niño. Que lo alteras y encima voy a llegar tarde. - Ya hemos enfadado a mamá. Pero no pasa nada, mami lo arregla.

-Peque, te dejo otra vez en la trona, así. Pero no me llores, eh - Mami me sentó y me dio un toquecito en la nariz que me hizo reír. - Voy a darle mimitos para tranquilizarla. - Me susurró y me guiñó un ojo haciéndome cómplice de su plan. Yo le toqué la cara para que notara mi apoyo. "Si no funciona me la traes que hoy huelo especialmente bien y sé que la relaja olerme el pelo y abrazarme." Eso intenté decir pero sólo me salió un sonido extraño y babas. Al fin y al cabo sólo tengo un año y medio. Ella se fue a buscar a mamá. Yo me porté bien y me quedé chupándome la mano para entretenerme. No estaba nada nada preocupado porque mami era una experta en hacer sentir bien a mamá. Y a mí también.

-Cariño mío, todo va a ir bien, ya verás.- Amelia entró en la habitación donde Luisita recogía documentos y carpetas y los metía en su maletín.

-Amelia, es que no te imaginas lo importante que es esto.

Amelia se acercó más a ella, cogió todo lo que tenía en las manos y la obligó a dejarlo encima de la cama. Cuando la rubia tenía las manos libres, la morena las guió hasta sus caderas y ella colocó las suyas en la cara de su mujer. -Por supuesto que sé lo importante que es esto, mi vida. Claro que lo sé. Pero tienes que confiar en ti y debes ir allí sabiendo que este proyecto es la mejor manera en que pueden invertir su dinero. Porque para convencerlos a ellos primero debes ir convencida tú.

-Es que me pongo nerviosa porque si nos conceden la subvención podremos llevar el call center a un sitio mucho mejor y podremos estar más tiempo y ayudar a mucha más gente como nosotras y pensar en todo lo que podremos hacer es un sueño y lo siento tan cerca que me da miedo no conseguirlo, por mis compañeros y por todas esas personas que no podremos ayudar y Amelia, yo necesito que esto salga bien, necesito no defraudarlos porque si no lo consigo, yo... yo... - Los grandes ojos marrones de la rubia se habían ido empañando poco a poco con cada palabra hasta que el nudo de la garganta trabó su discurso y las lágrimas aprovecharon para salir todas juntas.

Amelia intentó contenerlas entre sus dedos pero eran demasiadas así que optó por apartar las manos de su cara y rodear todo su cuerpo con los brazos para sujetarla con fuerza y transmitirle toda la seguridad que podía. -Cariño, no vas a defraudar a nadie. Lo consigáis o no, nadie duda de tu implicación y tu esfuerzo. Pase lo que pase, seguirás adelante luchando como haces siempre. Si esto es tu sueño, tarde o temprano lo vas a conseguir. Y te prometo que voy a estar aquí apoyándote en todo. - Amelia se separó un poco de ella para mirarla a la cara y comprobar que ya no lloraba.

-Amelia... - Algo en la mirada de Luisita había cambiado. Un pensamiento atravesó su cerebro y no se reprimió en sacarlo. - Yo también quiero que luches para cumplir tus sueños.

La morena agachó la mirada avergonzada, vió en los ojos de su mujer que ésta había descubierto su secreto. - Te has enterado.

-Sí, y me duele que no haya sido por ti. Rachel te consiguió la prueba con toda su ilusión. Imagínate cómo se sintió al descubrir que ni siquiera te presentaste. -Luisita no quería reprocharle la actitud ni machacarla porque ya había notado que algo no iba bien. Quiso darle su espacio pero la paciencia no era una de sus virtudes.

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