Capítulo XII: Sombras al acecho

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Narra Elizabeth

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Narra Elizabeth

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Fui llevada a la profundidad del bosque, la oscuridad se apodera de él y debido a la escasa luz de la luna puedo observar la silueta de los árboles, que por alguna extraña razón, producen crujidos, como si fueran huesos rompiéndose.

Todo bajo mis pies comienza a temblar, trato de mantener el equilibrio pero es imposible, por lo que solo caigo de espaldas contra el suelo. Estando allí, siento una presencia extraña, y al alzar mi mirada un poco veo como de la oscuridad se reflejan unos intensos e intimidantes ojos rojos.

Grito y trato de alejarme pero unas manos negras emergen de la tierra y sujetan mis pies con fuerza, provocando un fuerte dolor en mis tobillos.

—Todo es culpa de esa gente, Elizabeth —la voz de mi madre me sorprende. Y de la nada han salido llamas ardientes, el fuego me está rodeando y se propaga por los árboles. Escucho gritos pidiendo ayuda a la lejanía. Miro a todos lados tratando de localizarla pero lo único que puedo ver es un bosque tupido incendiándose rápidamente.

—Ellos acabaron con nuestras vidas y te trajeron desgracia. Tienes que hacer algo, pequeña —escucho la voz de mi padre, se oye cercana, pero sin embargo no hay nadie a mi lado.

Los gritos se intensificaron y supe al instante que eran las súplicas de mis padres. Me rogaban que les ayudara y que castigara a las personas que les hicieron eso. El fuego se apoderó de mí vestido y comenzó a incendiarse de inmediato, sentí como el fuego quemaba mi piel y comencé a maldecir y a gritar aterrada hasta que...

Me despierto sobresaltada, mi corazón late con fuerza ante semejante pesadilla y el sudor a llenado mi cuerpo provocandome calor sofocante. Soy consciente de que solo se trató de un mal sueño, pero todo se sintió tan real, y fue horrible.

Siento un ardor muy fuerte en mis tobillos, tiro la cobija a un lado y levanto un poco mi vestido para observar qué es lo que me está molestando, al hacerlo noto que esa zona se ha tornado de un leve color rojizo, como si algo o alguien me hubiese lastimado y de inmediato recordé que en la pesadilla alguien agarró mis pies con fuerza.

Negué con la cabeza y me aferré a la idea de que quizás es algo normal y simplemente me levanté de la cama tambaleante, pero sin embargo no logré mantener mi equilibrio y caí contra el suelo haciendo sonar la madera bajo mis pies.


La puerta de la habitación se abrió casi al instante y Elek junto a su hermano mayor entraron con rapidez, al verme se asustaron.

—Oh Elizabeth ¿Te lastimaste? —Elek me ayudó a levantarme y le agradecí en voz baja —. ¿Qué ha pasado?

—No es nada grave. Solo me caí de la cama —le respondí con nerviosismo.

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