Capítulo XIX: Castigo

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Elizabeth

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Elizabeth

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Bajo la colina decidida a ir al pueblo en donde antes vivía. Atravieso una zona rodeada de árboles hasta que finalmente llego al pueblo. Todo se encuentra tranquilo, es de noche, por lo que todas las personas permanecen en sus hogares, y eso lo sé, porque desde aquí puedo observar los pocos hogares con velas encendidas y las calles desoladas.

—¿Estás lista para esto? —susurra el ser oscuro, que aunque no pueda verlo en este momento, estoy segura de que sigue mis pasos.

No le respondo y ansiosa subo por el camino empinado en dirección a la plaza, pero en el recorrido, observo devastada los escombros de mi antiguo hogar, los cuales se encuentran cruzando el puente. Nada se podrá comparar a la felicidad que sentí allí en compañía de los que amaba, y recordar otra vez, hace que la rabia se descontrole en mi interior obligándome a correr camino arriba completamente decidida a vengarme.

El ser oscuro felicita mi determinación y justo cuando llego a la plaza recorro el lugar completamente vacío, que además, posee un hedor espantoso que proviene de la fuente, en donde esta gente asquerosa decide expulsar sus desechos.

Voy a la posada de la plaza y decido abrir la puerta de un solo golpe, la mujer encargada del lugar se asusta ante mi inesperada presencia pero permanece un momento en silencio observándome confundida, quizás cree que soy una clienta...

—L-lo si-siento, ya no quedan camas disponibles, señorita —su mirada recorre mi cuerpo de pies a cabeza y se percata de mis prendas sucias y rasgadas, quizás, su expresión de asombro se debe a que se ha percatado de mis venas sobresalientes y oscuras que reflejan el mal que llevo adentro.

Cuando está a punto de gritar, extiendo mi brazo con rapidez ordenando al ser oscuro que haga algo para evitar que llame la atención. Este lo que hace es desprender un extraño humo gris de mi pecho que se esparce por el lugar y hace que la mujer caiga al suelo inconsciente.

—¡¿Quién eres tú?! ¡¿Y qué le hiciste a mi esposa? —un hombre aparece repentinamente, trae consigo un trozo de madera que pretende usar como modo de defensa, pero evito aquella acción arrojándole un jarrón que reposaba sobre una mesa. Ni siquiera tuve que agarrarlo, solo dejé que mis habilidades como bruja hicieran presencia por sí solas.

Subo los peldaños de madera hasta el segundo y último piso, todo el lugar está construido de madera y la decoración en el interior es casi nula.

—Ahora dime donde está ese bastardo —le ordeno al ser oscuro y este me indica que al llegar al segundo piso entre en la habitación de la izquierda. Hago caso a sus indicaciones y cuando entro me encuentro a un montón de colchones en el suelo, y sobre ellos reposan hombres de todos los tipos, quizás algunos son viajeros que decidieron pasar la noche en este mísero pueblo.

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