Capítulo XXIII: Ahogo

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Elizabeth

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Elizabeth

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Sacrifiqué horas de sueño para explorar el castillo a plena noche, por lo que tuve que ser muy cuidadosa para no ser vista. Me he dado cuenta de que este lugar no es tan grande como lo pensaba; cuenta con un piso subterráneo que es exclusivamente para sus sirvientes y personas que ellos consideran "inservibles", el piso principal es en donde se encuentra un enorme salón y tras una puerta fortificada se encuentra la capilla que solo el rey o algún sacerdote puede abrir. Finalmente, en el último piso, encontré solo cuatro habitaciones, siendo una de ellas la de la princesa y el resto, aún las desconozco. Realmente no sé por qué tomé el atrevimiento de recorrer el área, pero así fue como el ser oscuro me lo ordenó y por lo manipulable que soy, obedecí.

El ambiente aquí abajo es sofocante, es un lugar estrecho y el calor de las velas me hacen sentir sudorosa. Muchas señoras que trabajan para la realeza se reúnen en la cocina para preparar el desayuno, y sin otra opción me adentro en el papel de sirvienta; no debo olvidar que he arrebatado el cuerpo a una de las trabajadoras, por lo que debo actuar bien si quiero que mi plan salga según lo acordado.

—¡Tú! —la encargada de cocina me señaló con su dedo índice, ella es anciana y se ve muy malhumorada —. Tu llevarás el desayuno a nuestra realeza, solo las mujeres jóvenes pueden hacerlo.

—¿Qué tiene que sea joven? —la enfrenté disgustada.

Su ceño se frunció, arrojó un trapo maloliente al suelo y empujó al resto de muchachas para abrirse paso hacia mí.

—No te hagas la tonta, mujer. Sabes que el rey detesta ver rostros arrugados ¿Acaso lo olvidaste? ¡No permite que ancianas como yo llevemos la comida! —respondió alzando la voz y el resto de muchachas quedaron perplejas y prefirieron apartarse.

La furia hizo presencia en mí, no por la forma en la que esta señora me trató, sino por las absurdas condiciones que impone el rey.

Decidí coger una de las bandejas, y en compañía de dos muchachas jóvenes subimos las escaleras hacia el gran salón, en donde se encuentra la alargada mesa de madera y en la que la realeza come platillos exquisitos y abundantes ¿Cómo esta gente come tanta cantidad de comida solo en el desayuno?

El rey, su esposa y su hija menor se encuentran ya sentados, y se notan impacientes a la espera de su desayuno.

—¿Cómo pueden demorarse tanto? ¡Mi hija está hambrienta! —un regaño por parte del rey fue nuestro saludo de la mañana, y con prisa, depositamos las bandejas sobre la enorme mesa. A pesar de que hoy no es un día importante, cada uno de ellos viste con prendas totalmente lujosas, y añaden a sus atuendos, joyas relucientes y que se notan de alto costo. La hija del rey, es decir, la princesa, lleva una prenda larga, colorida y su pelo castaño que está lleno de enredos se encuentra trenzado.

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